Ángelo retrocedió vivamente, llevándose la mano a la mandíbula mientras Ryan lo miraba furioso desde la entrada el departamento. No solo él, cualquiera habría subestimado la fuerza del desgarbado bailarín, pero lo cierto era que pegaba con la violencia innata de un boxeador.— ¿Ya vas a dejarme entrar? — le preguntó, sin responder a la agresión, porque sabía que la merecía.
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