Rosanna no se atrevió a ver a Rubén a la cara, el otro parecía que no estaba ni respirando y ella solo tocó su mejilla con la mano temblorosa, sintiendo la piel caliente y el ardor característico de las palmadas. Dejó que un hilo de sangre bajara por su barbilla y escuchó a Rubén jadear sorprendido al verla.—Amor… Yo… Yo no quería… Perdóname, por favor.—No me toques.La chica se encogió y retrocedió dos pasos levantando los brazos para cubrir su rostro en un gesto de defensa que le rompió el corazón a Rubén, él estaba demasiado acostumbrado a que la gente le tuviera miedo, pero no su preciosa esposa, ella no debería sentir eso jamás.—Lo lamento, de verdad, no sé qué me pasó… Yo…—No digas nada. Solo vete.—No, Rosie, déjame verte, voy a traerte hielo para que no se te inflame. Mi amor, perdóname, por favor, te juro que no sé qué me pasó, yo perdí el control.—¿Quieres saber qué pasó? Acabas de demostrarme que no solo no me amas, sino que tampoco me respetas. Nunca pensé que pudiera
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