Capítulo veintisiete. Buenas intenciones
Buenas intenciones

Blake se dejó caer sobre el césped, su corazón latía fuerte dentro de su pecho, había olvidado lo que era correr detrás de un balón de fútbol. Desde la trágica muerte de su padre, él había asumido la responsabilidad de los negocios y se había olvidado de esas pequeñas cosas de la vida.

Esos que se convertían en momentos únicos y especiales, que se grababan a fuego en el corazón.

—¿Cansado? —preguntó Matthew, sentándose junto a él; tan calmado como si no hubiese estado corriendo detrás del balón por casi una hora.

Él lucía fresco y feliz.

—Deja que me acostumbre, entonces no me ganarás tan fácil —aseguró.

Matthew se echó a reír, antes de preguntar:

—¿Quiere repetir este juego?

—Todas las veces que quieras —respondió Blake sin dudar, esperando que su hijo se mostrara contento, sin embargo, logró el efecto contrario.

Matthew se acomodó sobre el césped y miró al cielo.

—El tío James es quien juega conmigo todos los fines de semana —dijo.

Blake miró al pequeño
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