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3. Tienes el pito pequeño

¿Y si no te vuelvo a ver? 

Capitulo 3. 

—Gales Jurek— 

Miro con impaciencia el reloj en la pared para salir de clases, hoy todo ha estado muy aburrido. Siento unas cosquillas en mi cuello y veo que es Hairéth, bajo mi mano para acariciar su pierna y sonríe. 

—Tengo ganas de ir al baño, tú verás si llegas hacerme compañía. 

—Por supuesto. 

Se excusa diciendo que algo le cayó mal y, sale del salón, yo espero un poco y digo que voy a la enfermería por algún analgésico que me quite el dolor de cabeza. Camino hasta los baños de las chicas, y cuando entro Hairéth me agarra a besos. Parece que quiere comerme a besos. 

—¿Te gustó la foto de ayer? La tomé para que vieras lo que te perderías si un día te aburres de mí y te buscas otra gata —aprieta una de mis nalgas—. Hueles delicioso. 

—Me encantó, te mirabas sexy —la miro de pies a cabeza—. Toda tú me encanta. 

Me vuelve a besar, y cuando veo sus intenciones de bajarme los jeans, la detengo. Ya una vez por dejarnos llevar nos pillaron, y si eso pasa ahora sería peor para nosotros. Después de un par de besos salimos como si nada, eso sí, cada quien por su lado. 

Al parecer ya es receso, todos están fuera del salón de clases. A la única que no he mirado hoy es a Cassie, en la mañana solo estuvo en las primeras clases, y le fue muy mal, no respondió nada de lo que le preguntó el profesor y, parecía indispuesta. No estuvo en las clases restantes y parecía que los profesores no se daban cuenta, o se hacían los tontos. 

—Hueles al perfume barato de Hairéth —se queja Mia cuando me siento a su lado—. Seguro estabas con ella. 

—Pareces celosa —me siento a su lado—. Y su perfume huele igual al de todas las chicas. 

—Se nota que no te fijas mucho en ella —se ríe Ernesto—. Ya deberías de hacerla a un lado, su novio como un tonto detrás de ella y tú eres quien te la comes. 

—Hay que darle de comer al pobre, y es malo ser egoísta —le quito a mi amiga una bolsa de papas que tiene y empiezo a comer. Miro hacia las mesas del fondo y ahí está Cassie, comiendo una manzana, y del otro lado Emilio que parece hablarle y ella lo ignora. Él luce enojado, y a ella parece darle igual lo que piense. 

—¿Qué tanto la miras? No me digas que la chica debajo de esa ropa oscura es alguien realmente sexy —regreso mi mirada a Ernesto que, bromea—. Parece que te da curiosidad saber cómo es la chica, en el salón noté que la buscabas, y ahora la miras. No es alguien que te convenga. 

—Deja de echarle leña al fuego —lo reprende Mia—. Cassie es una chica como todas las demás, y si consume debe ser por algo. Seguro eso no te lo has preguntado, Ernesto. 

Intento quedarme callado, no pretendo meterme en discusiones sin sentido. Miro a mi hermano acercarse a la mesa de Cassie, y ella le regala una sutil sonrisa. «Le gustará mi hermano». Ellen se lleva mejor con Emilio, y no le es difícil ganarse a nadie, su manera de ser tan liberada, lo ayuda en gran parte. Nada pierdo con ir a molestarles la vida, a Emilio y a Cassie no les agrado, y eso es bueno. 

Me levanto sin decir nada y camino a la mesa. Me siento al lado de mi hermano, y todos me miran esperando que yo diga algo. Solo sonrío sin separar los labios. 

—¿Qué rollo? —Dice mi hermano a los segundos—. No puedes vivir sin mí, pero venir a buscarme, ya es pasarse. 

—Te da miedo que Ellen prefiera tener un mejor hermano, como yo —por más que lo haga ver como una broma, yo sé que Emilio lo dice por joderme—. Deberías irte donde tus amigos, ellos no lucen felices, aunque si quieres yo consuelo a Mia. Ella es tan caliente. 

Ignoro sus comentarios, y miro a Cassie. Pálida, con ojeras, y sin ganas de vivir. Que chiquita esta tan rara. 

—Ya te metiste esa porquería, ¿no es así? —No me mira—. Estás peor que todos estos días —no responde—. Ahora no hablas, pero esos son síntomas que has consumido de más.

—Déjala, Gales. 

Ignoro a mi hermano. 

—Debes aplicarte maquillaje y así cubres tus ojeras, ya pareces mapache. 

Se levanta de golpe y tira la silla, pienso que me dirá algo, pero solo sale de la cafetería sin decir una sola palabra, y detrás de ella Emilio. Que llorona es. 

—¿Por qué eres así con Cassie? Ella no te estaba haciendo nada, desde que llegaste te ignoró y tú la seguiste molestando. ¿Tan mal te cae por que te recuerda a la m****a de padre que teníamos? No sabes nada de su vida para juzgarla, o joderle la vida cada vez que quieras.

—Y a ti por lo visto te cae demasiado bien, mira cómo te pones por defenderla. ¿Te gusta la drogadicta? 

—Por lo menos sé más que tú, y no ando como un huevón hablando lo que no debo. Y no me gusta, solo me cae mejor que tú en estos momentos —golpea la mesa y se levanta, Ellen luce muy enojado—. Ah, y desde ya te digo que la he escogido para el trabajo de ciencias del arte, así que irá a casa hoy. No salgas de tu habitación, eso sería perfecto. 

Creo que sí he metido las de caminar. Con toda mi dignidad por el suelo me voy en busca de Cassie, pero cuando la encuentro está casi al borde de llorar y Emilio trata de calmarla. Le dice algo acerca de alguna crisis y ella solo se mueve con rapidez de un lado a otro. Me fijo que juega con sus dedos, y eso me recuerda a mí cuando tenía mis crisis de nervios. 

«No debí molestarla». 

[….]

Nunca voy a dormir todas mis horas de sueño si mi hermano sigue poniendo música como si todos debieran escucharla. Ya casi es hora de cenar y, es raro que mamá no haya venido a despertarme, siempre lo hace cuando ve que no he bajado. 

Todavía tengo la imagen de Cassie en mi mente, ella lucía tan alterada, y yo no fui capaz de disculparme. Tal vez por no herir mi orgullo, o por pena que creyera que me daba lástima. Me acomodo mi pantaloneta, y mi cabello lo dejo como está: despeinado. Veo la puerta de la habitación de mi hermano, y está abierta, no está mal que me vaya a disculpar con él por lo que pasó. Él me ha ignorado toda la tarde. 

—¡Ey, Ellen! —Me quedo callado al ver que no está en su habitación, sino Cassie sentada en su cama pintando en una hoja blanca. Me mira con esa mirada que casi nunca expresa nada, y vuelve a su dibujo—. ¿Sabes dónde está mi hermano? 

—En la cocina. 

Es todo lo que puedes decir, eres realmente difícil. 

—¿Puedes dejar de verme como si yo fuera un experimento de algún chamán? —Sí que hablas raro—. Me molesta que me mires. 

—No te he mirado, tampoco estás tan buena. ¿Qué es un chamán? 

—El culo tuyo es un chamán. 

Que odiosa. 

—Sal de aquí, Gales. 

Mi hermano es el que aparece con un vaso de leche, y me tira la puerta en la cara. ¡Por los clavos de Jesucristo! Esto sí es traición. Desde niño me he llevado bien con mi hermano, generalmente discutimos por estupideces, pero creo que esta vez sí está enojado por como le hablé a Cassie. Acepto que fui un imbécil, y ella solo me ignoró haciéndome sentir como la persona más m****a.

Esperaba una reacción grosera de su parte, y me equivoqué. Ella solo se levantó y se fue sin decir nada, me dejó ver que esa no era la chica que miré en el bosque, o la altanera que casi golpea a Ernesto en la celda. 

[....] 

Estoy sentado en uno de los escalones de la escalera, de repente siento un empujón, y debo sostenerme para no caer. 

—Por lo menos pide permiso —me quejo mirando a Cassie. Pudo pedirme que me quitara, y claro, prefirió empujarme—. Aunque no creo que tengas modales. 

—Modales tengo, pero mi vista no me permite ver a personas tan miserables como tú —bendito cinismo. 

—Solo alguien con miopía no puede ver semejante guapura como yo. ¿No me digas que alguna droga ya te afectó la vista?

—¿Por qué te afecta tanto si consumo o no? —Se baja la capucha de su buzo, dejando ver su rostro—. ¿Consumías drogas? 

«Directamente, no, pero sí me dañó ver cómo lo hacía papá»

—No soy tan débil como para meterme esa basura que te metes tú —le aclaro—. No le gustarás a ningún chico, siempre estarás oliendo a cigarro, y tu boca también. 

Se pasa los dedos por sus labios, y con sus dientes muerde su labio superior, para después soltarlo con lentitud. 

—No necesito que ningún chico se fije en mí —hay algo en su voz que me dice que la han lastimado—. Los chicos son un arma creada por el diablo para destruir la estabilidad de las chicas. 

—Te rompieron el corazón. 

—Me destruyeron. 

No ha sido muy clara con lo último, y es que no sé nada de ella para asegurar que la han dañado. Yo he tratado de estar lejos de sus asuntos, y tampoco es que yo le agrade para venir a decirme si le rompieron el corazón. Me asomo por la puerta cuando sale de mi casa, veo a mi perro correr hacia ella, y lo acaricia, mientras mueve su cola. «No solo tengo un hermano traicionero, sino que un perro también». 

Me fijo que antes de que pueda entrar a su casa, un tipo como de dos metros la aprieta del brazo, y parecen discutir. Cassie trata de explicarle algo, y él la manotea. Pretendo irme a mi habitación, pero tampoco puedo dejarla con ese tipo que no luce nada agradable, y menos buena persona. 

«Si me matan será por culpa de Cassie». 

—¿Estás bien? —Me acerco. Ella me mira con cara de querer matarme, el tipo solo me escanea—. ¿Este tipo te está molestando? 

—Vete a tu casa —mala agradecida esta. 

—Esta vieja me debe un dinero y se la pasa poniendo excusas. Quiero mi dinero ahora o le lleno su culo de plomo. 

Ay Cassie, en qué lío estás. 

—Yo puedo pagarte y, no tienes que darle plomo a nadie aquí —miro a Cassie—. Espéranos aquí. 

Está claro que no me va hacer caso. Se viene detrás de nosotros, y les pido que me esperen afuera. Me tocará romper mi marranito, quería darle un regalo a mamá el día de su cumpleaños, y creo que me tocará volver a guardar lo que me dan los domingos, y lo que me gano trabajando. 

Regreso con el dinero que saqué, y se lo entrego, lo cuenta en silencio y dice que hay un poco más, pero no piensa regresarlo, por la demora. Miro por encima de mi hombro a Cassie y luce enojada. 

—¿Por qué tienes que meterte en mis cosas? Yo no te pedí ayuda, y tampoco que me dieras dinero para pagar mis deudas. 

—El dinero no es regalado, me lo debes pagar —une su entrecejo y se ve graciosa—. Ya deja de meterte en líos con gente como ese tipo, pudo hacerte daño. 

—¿Te puedes callar? Me irrita tu voz —Se me acerca y, debe levantar su cabeza. Es muy enana—. Deja de meterte donde nadie te llama, Gales Jurek. 

—Mi nombre de tu boca suena tan excitante —bromeo, con algo de sinceridad, y no se aleja—. No lo digas de nuevo, podría cogerte. 

—Tienes el pito pequeño, no me gustan los chicos así. 

Medio me mira y se aleja de mí. Me saca el dedo y, tira la puerta de su casa. 

—¡Chiquita no está! ¡Ven a probarla! 

Qué tal esta, viene a herir mi ego. Eso sí que no, Cassie Irving. 

—Ashley Lancaster— 

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