¿Puedes esconder su marca?

Hades camino por los pasillos. Su mente evocó miles de millones de pensamientos cuando Sigurd lo detuvo.

—Comandante, quiero hablar con usted —dijo con seriedad, pero Hades siguió caminando, despidiéndolo. Tenía que volver con su pareja.

—Se trata de la esclava que trajimos. La de pelo negro —dijo Sigurd.

—¡Ella no es una maldita esclava y su nombre es Aria! Gruñó. Los ojos de Sigurd se abrieron un poco ante su feroz reacción ante algo tan pequeño.

Ella... por la noche la vi corriendo hacia su habitación cuando la detuve. Estaba llorando. Era obvio. Extrañamente percibí un olor masculino en ella. Le pregunté qué le pasaba, pero decía palabras incoherentes. Creo que uno de nuestros hombres la había agredido —dijo Sigurd y había preocupación en su voz.

Hades sintió que la roca culpable en su corazón se duplicaba en tamaño.

—Parecía asustada y desaliñada —dijo Sigurd.

¿Y qué hizo el? Cuando ella necesitaba sentirse segura y protegida, él le mostraba su lado brutal y la marcaba.

—Está res
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