Capítulo 117

La cara de Octavio se había transformado, heridas, en sangre y heridas, gino lo había magullado a golpes una y otra vez, sin piedad hasta que la sangre la escupía en el piso.

Se había manchado la camisa y sus manos estaba sucias y ya le dolía los nudillos.

Caminó en busca de una inyección que sostenía uno de sus hombres en una bandeja con un contenido un poco espeso de color transparente y volvió a Octavio el cual sólo podía abrir un poco su ojo izquierdo

—creo que es tiempo de dejarte descansar en paz—

—ahhhh! Tardaste mucho— espetó en voz baja

—necesitaba descargar mi ira y siento que ya te perdone, pero lo de descansar en paz es solo una broma, jamás podrás hacer algo así, yo que tú empezaría a rezar—

—¿rezar? Jajajaja como si yo creyera en esas cosas, volveré a reencarnar así que hazlo rápido y no pierdas tiempo— sin importarle clava en su pierna la aguja de forma brusca y le inyecta todo el líquido

—nos vemos en el infierno, porque te aseguro que a reencarnar no vas—

—allá t
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