No te asustes, Giorgiana. Yo voy a estar a tu lado para defenderte ante ellos si es necesario. –le dijo el Rey a la Marquesa para tranquilizarla. Yo también estaré contigo cariño, no me separaré de tu lado, te doy mi palabra. No te preocupes. –le dijo Adler a Gigi, besándole el dorso de la mano con ternura.Se los agradezco tanto a ambos, porque les confieso que la audiencia con el Parlamento me llena de mucho temor. –dijo la Marquesa de Pembroke. Yo soy parte principal del Parlamento, por lo que no debes tener miedo. Tanto el Rey como yo estamos a tu lado y te respaldaremos por completo. –le respondió Adler. El Duque de Wellington tiene razón. Por lo tanto, Milady, usted debe estar tranquila, ¿Trato hecho? –le dijo el Rey a la Marquesa.Trato hecho. Ya me siento mucho más tranquila. Gracias a todos por apoyarme tanto. –les dijo la Marquesa a los presentes. Nosotros te queremos mucho, por lo que siempre contarás con nuestra ayuda y nuestro apoyo. –le dijo la Archiduquesa a la Marq
¿De verdad eso piensas, Kiandra? Pues, espero que lo que voy a hacer, te demuestre todo lo contrario. –y diciéndole eso a Kiandra, el Duque de Wellington se dirigió a la Marquesa de Pembroke y con suavidad le dijo: “¿Me acompañarías un momento?”La Marquesa, un poco desconcertada asintió, y tomó la mano que Adler le ofreció, a lo cual él la llevó al centro del salón. Acto seguido, el Duque de Wellington se arrodilló ante ella, dejando estupefactos a todos los presentes, incluyendo a la propia Marquesa. El Duque de Wellington tomó las manos de la Marquesa; y mirándola fijamente, le dijo: En medio de este salón, donde hace dos años te obligué a pedirme perdón de rodillas por algo que no hiciste, yo, hoy, te pido perdón de la misma manera, por haberte acusado injustamente de haberme sido infiel y de haber traicionado a la Corona, cuando eras y eres completamente inocente de esos delitos. Perdóname por no haberte querido escuchar y por haberme comportado como un verdadero patán, siendo
¿Qué? ¿Aún la amas? Pero, ella… ella te engañó Adler. No puedes creer que sea inocente, por favor. Date cuenta de que su supuesta inocencia es una gran mentira. No puedes seguir amándola, estando yo aquí dispuesta a estar contigo, para amarte y ser tu Duquesa. Yo si te amo y nunca te traicionaría, como lo hizo esta Marquesita. –le dijo Kiandra al Duque de Wellington. Yo nunca traicioné al Duque mientras estuve casada con él. De hecho, mi inocencia ya está más que comprobada. Por lo tanto, no le permito a usted que me hable de esa forma tan irrespetuosa. Porque aunque no le agrade, yo ya soy parte de la aristocracia inglesa, a diferencia de usted. –enfrentó la Marquesa de Pembroke a Kiandra. A ti yo no te reconozco como parte de la Nobleza inglesa, estúpida plebeya. Quién sabe que tuviste que hacer para conseguir el título de Marquesa, o a cuantos Nobles tuviste que meter a tu cama para alcanzar… –dijo Kiandra con altanería, pero fue silenciada por una fuerte bofetada propinada por
Por supuesto que te disculparas en este momento, o de lo contrario, yo mismo te azotaré en público. Pídeles perdón, o te entregaré a la voluntad del Rey y del Duque de Wellington. –Lord Callaghan amenazó a su hija, después de abofetearla con tal ímpetu, que la hizo temblar. Les pido perdón a todos, sobre todo, a la Princesa Alana. –dijo Kiandra entre dientes, en forma de susurro. No la escuchamos, señorita. Por lo que queremos que repita de nuevo sus disculpas, con las Princesas aquí presente y con la Marquesa de Pembroke. Acto seguido, deberá retirarse de la Corte, ya que usted no es ni será bienvenida de nuevo. –sentenció el Duque de Wellington con firmeza. Tú no eres el Rey para prohibirme la entrada a la Corte, no tienes esa autoridad. –le respondió Kiandra con desafío.-Es cierto que Adler no es el Rey, pero a partir de hoy, él será nombrado Gobernador de Londres. Por lo tanto, si él dice algo, eso se cumple. –dijo el Rey sorprendiendo a todos, sobre todo, al mismo Duque. ¿Se
Al escuchar a Kiandra decir que ella y Adler eran amantes, el corazón de la Marquesa de Pembroke sintió un dolor muy grande, pues aunque no le convencían las palabras de esa venenosa mujer, Gigi comprendió lo mucho que amaba al Duque de Wellington. No estaba dispuesta a renunciar a él, ya que por primera vez, ella lucharía por su propia felicidad.Entonces, ¿El Gobernador y usted son amantes? –le preguntó la Marquesa a Kiandra. Lo somos. De hecho, ayer tuvimos un encuentro muy apasionado. Y, déjame decirte, que el Duque de Wellington es insaciable, aunque eso tú ya lo sabes, ¿No es así? –le dijo Kiandra con superioridad y burla. ¡Eso es mentira y ahora mismo te haré tragar tus palabras! –le gritó el Gobernador lleno de furia. No se enoje, Alteza. Por favor, tranquilízate. –le dijo la Marquesa al Gobernador. Pero, eso es una vil calumnia en mi contra, no puedes creerle, Gigi. –fue la respuesta del Duque de Wellington. Yo no he dicho que le crea. Pero, como Gobernador que es, usted
Al ver a la Marquesa caer al suelo sangrando a raudales, el nuevo Gobernador lanzó un grito estremecedor, mientras decía: ¡Giorgiana, mi amor, quédate conmigo por favor! No me dejes solo.No… llores… amor… ¿Sabes? Le doy gracias a la vida… por haberme permitido… verte una vez más… y decirte… lo mucho… que yo… –le dijo Giorgiana de forma entrecortada a Adler, mientras perdía mucha sangre, pero el Duque la interrumpió:“Mi vida, por favor no hables, no te esfuerces. Te prometo que aunque yo tenga que dar mi vida, tú volverás a ser feliz. Pero, no te des por vencida, te lo suplico.” –y al decir esto, el nuevo Gobernador prorrumpió en un llanto desgarrador.¡Hija mía! Perdóname por haber insistido que regresáramos a Inglaterra. Pero, te prometo que en cuanto te recuperes, nos regresaremos a Escocía, pero tienes que estar bien, ¿Me oyes? Te prohíbo que nos dejes solos a tus hermanas, a tu madre y a mi, así que abre tus hermosos ojos, mi mariposita. –le dijo el Marqués de Yorkshire a su
Adler Remington, permaneció llorando un rato más, mientras sujetaba la mano de la Marquesa. Sus ojos azules se perdieron en medio de un angustiantellanto, el cual era una clara demostración de la profunda oscuridad en la que se estaban sumergiendo sus emociones, ya que su corazón sentía un inmenso dolor. Esas horas fueron muy complicadas, pues tal como lo informó el médico, Giorgiana sufrió de fiebres tan altas que la hicieron delirar con frecuencia y la dejaban completamente agotada, haciendo que todos los que estaban en el aposento no pudieran dormir ni un momento, incluyendo al nuevo Gobernador, quien se negó rotundamente a abandonar a la Marquesa de Pembroke. Por lo tanto, él se convirtió en uno de sus cuidadores durante toda la noche. Al dia siguiente a las 11 am, el Duque de Wellington se había quedado profundamente dormido al lado de la Marquesa de Pembroke, debido a la agitada noche que habían pasado, mientras que Giorgianarecuperaba poco a poco la consciencia.“¡Dio
Al finalizar ese significativo beso para ambos, el Gobernador llamó tanto al médico como a la familia de la Marquesa, para notificarles que Giorgiana había despertado y pedirle al médico que la examinase. Doctor, ¿Podría yo permanecer al lado de la Marquesa, mientras usted la examina? –le preguntó el Gobernador al médico. Alteza, por mí no hay problema, pero no sé si a Mílady le importará. –le dijo el médico. Si, no hay problema, me gustaría que su Alteza se quedara conmigo, por favor. –dijo la Marquesa de Pembroke, mirando al Duque de Wellington. Así será, Madame. –le respondió el médico. Aquí estoy y siempre estaré a tu lado. –le dijo su Alteza con devoción y amor.De ese modo, el médico Lasalle empezó a examinar muy minuciosamente a Giorgiana, un examen que duró más de media hora. Una vez finalizada la revisión, el doctor se dirigió a la Marquesa y a todos los presentes: “Marquesa de Pembroke, ante todo nos complace que haya despertado, pues es una clara muestra de mejoría. S