Astrid dejó de lado el pequeño rastrillo de jardinería con el que cuidaba sus plantas preciosas como también sus flores y se puso a mirar los mensajes que le llegaban a borbotones. Sus hermanos le escribían con picardía y curiosidad.Aila: Le aposté a George que irías en el coche de Knut, ¿gané?Astrid: Sí, ganaste. ¿Qué se jugaban?Aila: Si él ganaba, yo le compraba su nuevo coche, si yo ganaba, él se ponía un traje de látex con su látigo de cuero.Astrid no quiso contestar, pues prefería no saber más sobre la vida íntima de su hermana y su cuñado. Cerró el chat con Aila y abrió los mensajes de sus otros hermanos.Annika: Este paparazzi no tiene ni idea de hacer fotos, la próxima vez que Knut quiera salir en los titulares, le conseguiré que alguien le haga unas fotos profesionales, seguro que quedan mejor que esta.Kaj: Ya que Knut no es de fiar, ¿por qué no te buscas a alguien más joven como yo? Así podrías follar sin problemas y sin tener que tener hijos ni comprometerte con nadie.
Astrid se acercó a su esposo sin pronunciar una palabra, alzando el rostro para recibir el “castigo” que él le había prometido. Aunque aparentaba ser segura y firme, por dentro se sentía como una gelatina temblorosa.Él siempre la besaba cuando ella se portaba mal. Y esta vez no iba a ser diferente.Knut humedeció su labio inferior con la lengua, anticipando el sabor de su esposa. El aroma de cítricos y lavanda de su champú favorito le llegó desde tan cerca. Una esposa audaz, mentirosa y traviesa…Ñom ñom. Ya la imaginaba en su boca, saboreando su dulce piel y llevándola al cielo…Astrid no pudo esperar más y se lanzó hacia delante, para que su esposo la besara de una vez por todas y terminar lo más rápido posible, ya que ella no disfrutaría de ninguna manera algo así. Claro que no.Lo hizo porque él estaba absorto en sus pensamientos. Knut sintió una corriente eléctrica que le recorrió todo el cuerpo, llenándolo de vida, fuerza y adrenalina.Besó su mejilla izquierda, luego ascendió
Resopló con desgano, aún con la mueca en su rostro.—No importa lo que estés haciendo, déjalo ya. Necesitamos conseguirte ropa ancha, anteojos y quizás una vincha o una gorra que…Knut se zafó.—¿La gorra llevará cuernos?Astrid frunció el ceño. ¿Qué clase de gorra con cuernos quería él? ¿Sería algo así como las gorras que tienen orejas de gato o de perro, pero adaptadas a su gusto peculiar? Tal vez le gustaran más las gorras con cuernos de toro, pensó ella. Alzó la mirada al cielo. Claro, porque el toro era un animal que representaba la virilidad y el poder. Astrid entendía perfectamente por qué su esposo deseaba una gorra con cuernos de toro.Movió la mano con indiferencia.—Está bien, está bien. No me importa si quieres cuernos o orejas. Lo que importa es que te mantengas alejado de la prensa y los paparazzis que te van a perseguir por todas partes ahora que eres famoso y el centro de atención…—¿De verdad, Astrid? ¿Cuernos?Astrid se calló y se imaginó a su atractivo esposo con un
Astrid no tenía un momento de paz desde el escándalo de Knut y su falsa aventura amorosa. Se esforzaba por mantener a su torpe esposo alejado de los problemas, pero era una misión imposible.Cuanto más se escondía ella de los medios, más se exhibía él con sus tonterías.Astrid estaba al borde del colapso. No le extrañó que su madre la llamara para convocar una “reunión familiar” entre los Bueckert y los Meyers. Antes de que pudiera inventar alguna excusa para no ir, oyó la voz autoritaria y grave de su padre, que había tomado el teléfono. Como siempre, él no pedía favores, él ordenaba. Era el estilo de alguien que había sido soldado de la nación, Astrid suponía.No podía olvidar su entrenamiento militar de un día para otro.Pero el chisme era más fuerte que él. Aunque su padre hubiera servido a la nación, no podía resistirse a cotillear. ¡Toda su familia era así!Seguro que sus padres solo querían interrogar a Knut o a ella sobre lo ocurrido. Querrían saber todos los detalles del mal
Después de la “breve” siesta, se dieron cuenta de que se les había hecho tarde para la cena familiar y salieron disparados hacia el centro comercial. Astrid tiraba de Knut con impaciencia.Necesitaban ropa ancha, sombreros y mascarillas. Cualquier cosa que les ayudara a pasar desapercibidos ante los paparazzis cuando fueran a comer con los padres de Astrid.Al llegar al centro comercial, Knut oyó a Astrid decir que le iba a comprar ropa de tallas grandes y unos sombreros a juego. Knut puso una mueca de disgusto al instante.Astrid empezó por escoger la ropa de Knut, combinando prendas elegantes y casuales. Luego se dedicó a las gorras, seleccionando una gran variedad de colores: negro, marrón, verde oscuro, azul marino y más. Knut se sintió aliviado de que ninguna tuviera cuernos, pues no quería parecer un cornudo.Su rostro se iluminó con una sonrisa radiante cuando se puso una gorra de béisbol negra junto a su conjunto de ropa holgada y casual. Le recordó su juventud, cuando vestía
Knut mira el regalo con una mezcla de gratitud y nostalgia. Es un detalle precioso, sin duda. Pero lo que él realmente desea en este momento es sentir el abrazo de su mujer, acariciar su mano suave y cálida, contar con su apoyo incondicional.Con cuidado, vuelve a doblar la prenda de cuero, la parte inferior del conjunto, y la introduce en el envoltorio rasgado. No tiene prisa por terminar.Astrid sigue sin aparecer. Knut sabe que no puede posponer lo inevitable por mucho más tiempo solo porque su esposa no está a su lado. Pero tampoco puede evitar preguntarse: ¿O puede que si…?Un grito familiar le llega desde la cocina. Es Moa, la madre de Astrid, que lo confunde con su hija. —¿Astrid? ¿Eres tú?Knut traga saliva. Su garganta está seca por los nervios. Intenta responder con naturalidad, pero su voz le sale ronca y extraña. —¡No, soy yo! ¡Knut!Otra voz se suma a la conversación. Es Kaj, el hermano de Astrid, que lo invita a acercarse. —¡Oh, cuñado! ¡Ven para acá, hace bastante que n
—Um… por la organización del territorio, las placas tectónicas o cosas así…—Estoy investigando sobre ese tema, mira lo que he anotado— Karl le muestra por unos segundos un papel que ha sacado de quién sabe dónde para luego volver a guardarlo en su chaqueta—. Cómo se determinan las fronteras y las regiones de un país. Cómo el movimiento de las olas afecta a la erosión y la sedimentación de las costas. ¿Te imaginas que la mitad de las playas de arena del mundo desaparecieran? ¿No sería una tragedia ecológica y cultural? ¿Estamos condenados a repetir los errores de nuestros antepasados?—Hablando de antepasados, ¿has estudiado algo sobre el comportamiento humano? ¿Conoces la teoría de Frederick Herzberg?— Annika cambia de tema con curiosidad—. No me refiero al libro, sino a su tesis original.Knut se siente extremadamente atacado y no lleva ni diez minutos dentro de la mansión de los Bueckert. Nadie le ha ofrecido ni un vaso de agua. Con disimulo, se escabulle a la cocina y se sirve una
El hombre siente un nudo en la garganta, el calor le sube a las mejillas. No sabe cómo actuar. Está acostumbrado a lidiar con políticos corruptos, empresarios ambiciosos, avariciosos. Se ha enfrentado a los más duros rivales en el mundo de los negocios, pero no puede con la familia Bueckert. Knut anhela que alguien cambie de tema, que hable de las vacaciones, de la pascua, de lo que sea menos de lo que están hablando ahora.Quiere gritar, tiene una esposa maravillosa, Astrid, y un hijo precioso. Pero apenas lleva cinco minutos aquí y ya está al borde del colapso. ¿Cómo va a soportar las navidades cada año si nunca recupera la memoria?Un aroma amargo invade el ambiente, y es él quien se percata de que la salsa blanca se está quemando. Moa y Jensen están enfrascados en una conversación animada, moviendo las manos con vehemencia, pero sin mostrar enfado, solo mucha atención a lo que se dicen; y ninguno de los Bueckert se ha dado cuenta de la salsa.El CEO, con delicadeza, tomó una cucha