Knut se siente acorralado por la situación. Sabe que ha cometido un grave error y que solo hay una forma de remediarlo: debe localizar a Marit, su amada, y pedirle perdón de rodillas. Tal vez así pueda recuperar su confianza y su amor. Está convencido de que Marit lo dejó por lo que ocurrió entre él y Astrid, su esposa malvada y bruja. Por eso, le debe una explicación sincera y detallada a Marit, la única mujer que ha llenado su corazón.En cuanto a Astrid... Knut piensa que aunque no puede divorciarse de ella por ahora, puede mantenerse alejado de sus encantos venenosos. No quiere caer en la trampa de su esposa, su rival. Solo le debe un favor: proporcionarle su miembro viril cuando ella lo reclame, como un simple juguete sexual. Así podrán saciar sus deseos carnales sin involucrar sentimientos innecesarios.¡Qué hombre tan generoso es! ¿Qué otro hombre sería tan considerado como él? ¿Quién se sacrificaría por satisfacer a su esposa aunque sea su enemiga? ¡Solo él, por supuesto!El h
De forma automática, decidió ignorar la apariencia ligeramente desordenada del cuello de su jefe y el despeinado cabello de la esposa del presidente, sin mencionar el traje que ella llevaba puesto, el cual, en un giro irónico del destino, pertenecía al propio CEO. Era un recordatorio evidente de la intrincada relación que los unía como esposos, a pesar de sus roles y responsabilidades en el mundo empresarial. Después de casi cinco años de matrimonio, ciertas situaciones inesperadas se habían vuelto parte de su realidad cotidiana.A pesar de su entrenamiento para mantener la compostura y actuar con total profesionalismo, el asistente no pudo evitar que un fugaz pensamiento cruzara su mente. Se preguntó cómo habrían llegado a esa situación, compartiendo trajes y secretos en un ambiente tan competitivo y desafiante como el mundo de los negocios. Sin embargo, no tenía tiempo para ahondar en el tema, pues sabía que su función era simplemente facilitar el flujo de trabajo y asegurarse de qu
Knut se sintió satisfecho en su interior por haber resistido la humillación durante casi cinco largos años. Aunque consideraba a su asistente un poco torpe, reconocía su habilidad y eficiencia en este momento. Pronto, la comida que el joven CEO acababa de solicitar fue llevada rápidamente a la mesa, gracias a la diligencia y prontitud del asistente, quien demostró estar a la altura de las circunstancias.Observando los platos hechos recién y por ende refrescantes, el hombre de cabellos rubios percibió que Astrid parecía haber desarrollado un mayor apetito en comparación con unos momentos antes. Sin saber si era por el ambiente o simplemente su humor, ella instintivamente tomó los cubiertos del escritorio y comenzó a disfrutar de la comida de manera tranquila.Knut, aprovechando la oportunidad, decidió jugar un poco con su esposa. Con una sonrisa traviesa en su rostro, arrancó un trozo de piel crujiente del pollo que aún tenía su apetitosa capa y lo depositó en el plato de Astrid. En
La tensión en el ambiente alcanzó su punto máximo cuando Knut y su hermosa esposa ingresaron al abarrotado ascensor, repleto de empleados en plena hora punta. Un incómodo silencio llenó el espacio, mientras todos contuvieron la respiración al ver su entrada.Knut frunció el ceño al percatarse de la multitud que los rodeaba.—Mantente a mi espalda y quieta —ordenó con firmeza, transmitiendo con sus palabras el nerviosismo que lo abrumaba debido a la presión acumulada durante toda la tarde y la incomodidad de la situación en el ascensor. Su tono dejaba claro que no toleraría ninguna discrepancia.La mujer de cabello negro estaba furiosa y se resistió al agarre, girando su cuerpo para liberarse de él.—¡No me digas qué hacer! —exclamó Astrid, con voz cargada de frustración y enojo.De repente, el CEO apretó con fuerza uno de sus dedos con el dedo meñique y habló con voz grave:—¡Ast, préstame atención! —su voz resonó en el reducido espacio del ascensor, dejando en claro que su autoridad
El corazón de Astrid se desbordaba de dulzura y una oleada de emociones la invadió mientras saboreaba la tarta dulce. Un torrente de alegría y gratitud la recorría, mezclado con una pizca de nostalgia y un destello de melancolía. Cada bocado era un regalo para su paladar y, al mismo tiempo, un bálsamo reconfortante para su alma.—Sabe delicioso —afirmó con una sonrisa, disfrutando cada bocado de la tarta dulce.Cuando el CEO notó que Astrid estaba dispuesta a hablar con él, su rostro se iluminó con alegría y encendió el auto de buen humor.La pelinegra miró la tarta salada con salsa verde que estaba colocada y olvidada a un lado, y no pudo evitar sentir curiosidad.—¿Vas a dejar eso ahí? —inquirió con curiosidad en su tono, apuntando al plato.Knut miró de soslayo su deliciosa tarta, pero con las manos ocupadas en el manejo del auto, no podía comer nada.—La disfrutaré cuando lleguemos a casa.—Si esperas a llegar a casa, la tarta habrá perdido su sabor—murmuró Astrid en voz baja, se
El silencio se hizo pesado entre ellos durante el trayecto, y Knut se sintió cada vez más incómodo. ¿Qué le pasaba a Astrid? ¿Acaso no podía soportar que él mencionara a Marit, su verdadero amor? Después de todo, ella solo era una rival a la que había tenido que casarse por circunstancias adversas.¿No era absurdo que le diera la espalda ahora?Al llegar a la mansión, Knut tuvo un impulso de buena voluntad y quiso reconciliarse con su esposa, ofreciéndole abrirle la puerta como un perfecto caballero. Pero cuando bajó del coche, ella ya estaba camino de la entrada.—Astrid, por favor, detente un momento, tenemos que hablar…—Hablar es lo que haré yo con los agentes cuando vengan a interrogarme sobre el hallazgo de tu cadáver.Knut se quedó boquiabierto, sintiendo un frío helador en la espalda.—Vamos, no seas así, ¿no crees que eso es un poco…?—Knut, si vuelves a abrir la boca, te arrancaré las entrañas antes de que exhales tu último suspiro.Knut se petrificó. Por alguna razón, esa f
Knut sintió una punzada de rabia al oír las palabras de su hijo y levantó la vista hacia su esposa, que estaba tumbada en el sofá, como si nada hubiera pasado.¿Cómo podía estar tan tranquila cuando su hijo de seis años acababa de anunciar que se iba de casa? ¿No le importaba lo que estaba pasando? ¿No se daba cuenta de que su matrimonio estaba en crisis?Frunció el ceño y trató de llamar la atención de Astrid, pero ella no apartó la mirada de su libro ni un segundo.Suspiró con frustración. Astrid seguía enfadada con él, eso era evidente. No le dirigía la palabra desde que la cagó en el auto.Volvió a mirar a su hijo, que lo observaba con reproche. Se enderezó con lentitud.—No digas tonterías, campeón. Tu madre y yo nos queremos mucho. ¿No has visto cómo hemos venido juntos del trabajo?El niño negó con la cabeza con firmeza. Knut se quedó sin palabras.—Estás mintiendo.El CEO se quedó boquiabierto.—No estoy mintiendo, pequeñín. Tu mamá y yo…—Mami dice que mentir es malo.Astrid
Knut corrió al jardín y le pidió a una de las empleadas que fuera tras su hijo, que acababa de escapar de la casa. Sin perder tiempo, el CEO regresó al salón y se enfrentó a su esposa, que seguía en el sofá comiendo fruta con indiferencia.—¿Estás loca o qué? —le espetó, a lo que Astrid lo miró con lentitud—. ¡Nuestro hijo se ha ido! ¿Te das cuenta? ¡Es tu hijo también, no solo mío! Pero no te importa, ¿verdad?Astrid rodó los ojos. Su marido era un idiota que no sabía lo que decía.Knut alzó la voz al ver que su esposa no le hacía caso en una situación tan grave.—Ya veo cómo es —Astrid lo miró completamente irritada. ¿Qué tontería iba a soltar ahora su marido amnésico?—. Solo usaste a Klas para atraparme en este matrimonio infeliz, ¡no lo quieres en absoluto! ¡Ni a mí tampoco!Astrid contuvo una risa amarga. ¿De qué estaba hablando su marido? ¿Cómo podía decir que no quería a su hijo? ¡No había amor más puro y verdadero que el de una madre por su hijo! ¿Y cómo podía decir que no lo