I
A Magdalena le prometí amor eterno en su cumpleaños número treinta y uno. Yo estaba cerca de estos cuarenta que hoy me tienen con el abdomen abultado y el cabello nevado. Ella lucía hermosa en vestido blanco y tenis con percha juvenil. Yo usé un traje de color negro y una camisa blanca. En mi cuello colgaba un moño plateado y llevaba los zapatos más pulcros que nunca. Porque nunca usaba zapatos. Porque nunca me había casado.
‘’Acepto’’, le dije al sacerdote y después besé a Magdalena en una de esas conexiones que casi siempre acababan con mi mano en su cintura y mis deseos flotando por cualquier lado, mas entonces no era la ocasión. Hube de controlarme, que la emoción de a poco me levantaba el pantalón a la altura de la entrepierna.
No pude no acordarme de aquella noche afuera de la capilla, cuando me le a
IEn el fondo siempre supe que algún extraño éxito me salvaría de la miseria. Muy justo no sería que aquél niño al cual su padre no quiso conocer y cuyas madres educaron bien pero no le enseñaron lo suficiente para que se defendiera en la primaria como Dios manda, fuera por la vida dando lástima y más nada. Debía irme bien, aunque fuera de una rara manera.En cierto momento intenté convertirme en luchador. Jamás tuve cuerpo de, tampoco me encantaban los golpes. Pero a la flaca Mendoza sí, y a mí me gustaba ella.Entonces tenía como diecisiete años. Cursaba el último grado del bachillerato y estaba convencido de muy pocas cosas en la vida. Como que no precisaría de grandes razones para vender un riñón, por ejemplo, porque alguna vez leí que pagaban bastante bien por uno
IComo si lo contado hasta ahora no pareciera ya salido de una tragicomedia, agrego que el veintiséis de agosto los del partido rojo propusieron a Cristo como candidato a la gubernatura de Cerro, y no solo ganó, sino que un año después, tras la inesperada renuncia del general Aldama, lo llamaron de la Casa Grande para ofrecerle el cargo como presidente interino mientras se preparaban las nuevas elecciones.Uno no puede negarse a tal castigo o privilegio (según queramos verlo), por eso Cristo pasó de Bufón a gobernador, y de gobernador a presidente de la república sin importar que alguna vez juró frente al espejo no volver más a la política.Y mientras tanto Magdalena…—¿Qué se siente ser la primera dam
—Cristo y Magdalena se amaron en tiempos en los que no se querían ni a sí mismos. Ese fue el problema —declara la mujer de nevada cabellera.Cuando algún brillo conecta con sus canas, despierta en ellas una tonalidad morada que medio rinde tributo a su desbaratada vida en un barrio desconocido del Uruguay. También influye el pantalón deslavado que alguna vez fue negro y su blusa blanca de los Ramones.—¿Cómo fue que sucedió todo esto? —pregunta el presentador. Luce consternado—. Y no me refiero al romance. Me queda claro que hablas de dos personas solitarias que intentaron curarse a sí mismos jugándole a los enamorados. Hablo de Neize. Por Dios… hoy nos volvemos locos porque el presidente no se ha leído un libro en su vida y con dificultad domina el castellano, pero hace un par de décadas tuvimos a un payaso como gobernado
IConocí a Magdalena en el peor día de su vida. El divorcio de sus padres la motivó a luchar por sus sueños. Tenía su toque de revancha. Algo al estilo: sí a ustedes no les importó romperme la familia, a mí no me interesará que la sociedad se entere que la hija del conferencista más popular del país y de la abogada del pueblo baila por las noches colgada de un tubo. Porque ese fue siempre su sueño: dejar sin dinero a los infieles de Neize y de alguna manera vivir de la música.¿Quién diría que su padre sería uno de los tantos hombres a los que pretendía castigar?No nos adelantemos. Les digo que conocí a Magdalena en el peor día de su vida, porque el encuentro se dio a las afueras de la
IEstar con Cristo es como estar con mil personas a la vez, y cada una de sus personalidades tiene su asunto conmigo. Por ejemplo, en el funeral de mis padres…Una no espera conocer a nadie en esa clase de días, porque en sí esos días no se esperan. Solo suceden y… en fin. El caso es que esa noche me quise hacer la interesante. ¿Tan difícil era adivinarlo?Entonces yo era una mocosa de veintiún años que, como tantas, se largó a Malquerida en busca de una oportunidad como actriz. El telón jamás se me abrió y el hambre era brava. Pronto tuve que trabajar de cualquier cosa, y por cualquier cosa, en tierras dónde si no eres artista o futbolista no importas, entendamos bailar en un tubo para esos petroleros que malgastaban su dinero
ISería fácil presumir que nuestros problemas de pareja tuvieron que ver siempre con la falta de dinero, porque las cosas cambiaron apenas y Cristo comenzó a triunfar en la comedia. Nada más alejado de la realidad.Tampoco fue como que dejáramos de pelear. Magdalena seguía creyendo que no se merecía un amor bonito; yo opinaba lo contrario. Aquellas disputas terminaban conmigo durmiendo en el sofá y ella alcanzándome a media noche para hacer el amor de toda forma posible. Fuera de ahí, no teníamos otras diferencias.¿Qué habrá pasado entre él y Milena? Lo único que sé es que no la ha vuelto a ver, y eventualmente nuestros problemas sexuales desaparecieron.¿Hago mal al ver a Milena a escondidas? Lo cierto es que no le faltamos a nadie. Vaya… bebemos hasta que sale el sol