EnzoLa noche caía sobre el cielo de Sicilia, y las sombras se extendían como un manto siniestro, más pesadas que el aire denso de mis pensamientos. Me encontraba en un rincón oscuro de mi estudio en el ala que compartía con mi mujer dentro de la fortaleza, el mismo lugar donde compartimos risas y sueños. Hoy, sin embargo, todo era diferente. La risa se había extinguido, reemplazada por una angustiante preocupación que me mantenía en un estado constante de alerta.Olivia había tomado la decisión más difícil de su vida: entregarse a los hombres de la mafia rusa. Lo había hecho por nosotros, por nuestro futuro. Sabía que había un plan, pero cada minuto que pasaba sin tener noticias de ella era como un reloj de arena, cada grano al caer se convertía en un peso más sobre mi pecho. La idea de que ella estuviera en manos de aquellos hombres me llenaba de un temor profundo, una mezcla de rabia y desesperación que amenazaba con consumir todo lo que había construi
Olivia El sol se filtraba a través de las rendijas de las persianas de la pequeña habitación en la que me mantenían. Aunque aún estaba encadenada a la dura realidad de mi situación, en mi mente, la imagen de Enzo y la pequeña vida que crecía en mi interior me proporcionaba un refugio, un lugar cálido al que escapar. Pero la llegada de Daemon lo cambiaría todo.No había pasado mucho tiempo desde que los hombres de Daemon me habían arrebatado de mi vida cotidiana, y cada segundo que pasaba sin saber de Enzo era una tortura. ¿Estaría bien? ¿Había recibido mi ubicación en tiempo real gracias a mis aretes? La conexión que teníamos se extendía más allá de los cuerpos, hasta el alma, y sentía que cada pulso de mi corazón estaba conectado al suyo.Era la mañana siguiente cuando escuché el sonido de pasos firmes y calculados que se acercaban a la habitación donde me dejó Dimitri. Sabía que era él —Daemon— el hombre que resultaría ser la manifestación de todos mis miedos. La puerta se abrió y,
OliviaLa luz del día se filtraba a través de las cortinas, pero la oscuridad que había crecido en mi interior era más profunda que cualquier sombra. Daemon había vuelto esa mañana, como un espectro errante que persiste en la memoria, y una parte de mí sabía que su llegada significaba más que un simple regreso. Era una confrontación; una confrontación que había estado esperando, con el corazón palpitante y la mente agitada.Cuando entró, su presencia era innegable. Aquella mezcla de arrogancia y peligro emanaba de él como un perfume que lo había envuelto desde antes. Tenía esa forma de sonreír que lo hacía parecer encantador, pero en su mirada había un fuego que amenazaba con consumir lo que quedaba de mí. —Olivia, —comenzó con una voz suave, casi seductora. —Lo que te ofrezco es poder. Juntos, podríamos dominar el mundo.Lo miré, sintiendo el ardor de la ira subir por mi garganta. Era como si intentara envolverme en sus mentiras, seducirme con promesas de grandeza y control. —No me i
Enzo La noche caía sobre la fortaleza, y las sombras en mi despacho parecían alargarse, como si el mismo silencio estuviese esperando algo. Desde que se llevaron a Olivia, cada segundo se había convertido en una eternidad; los recuerdos de su risa, de sus abrazos, me atormentaban mientras las paredes se cerraban a mi alrededor. Me encontraba atrapado en un mundo donde el tiempo se desdibujaba, y la única constante era la presión que sentía en el pecho. No podía dormir, no tenía deseos de dejar mi mente en calma por más de tres horas al día. No era solo por ella; era el peso de la culpa y la impotencia que me mantenía despierto. Con cada minuto que pasaba, sabía que el tiempo corría en mi contra porque no sabía nada de ella. La angustia se convirtió en un eco constante, y cuando las horas se hacían interminables, mi mente encontraba un sinfín de escenarios horribles sobre su situación. El otro lado de mi vida se mani
EnzoEl vuelo desde Sicilia hasta Moscú me pareció una eternidad. Cada segundo transcurría con una lentitud agobiante, como si el tiempo se burlara de mi impaciencia. Desde la pequeña ventanilla del avión, pude ver cómo el paisaje cambiaba dramáticamente: de las costas bañadas por el sol de mi hogar a las vastas extensiones nevadas que anunciaban mi inminente llegada a Rusia.Intenté dormir un poco, aunque el torbellino de pensamientos en mi mente no me dejaba descansar. Olivia. Su nombre era un susurro constante entre cada segundo que pasaba, una letanía que acompañaba el ritmo de mi corazón. Hacía tantos días que no la veía, que no escuchaba su risa, que no sentía la calidez de su mirada. Me hice a la idea de que, una vez que aterrizara, mi vida podría cambiar para siempre.Llevábamos semanas planeando este momento, cada detalle calculado con precisión milimétrica. Sabía que no sería fácil penetrar la seguridad de la mansión de la mafia rusa, una fortale
Olivia La determinación se había asentado en mí como una armadura invisible. No había espacio para el miedo, solo para la precisión de un plan ya trazado en mi mente. La llegada de Enzo era inminente, pero yo no podía esperar a que él llegara para enfrentarme a Daemon. Tenía que actuar ahora. Tenía que hacerlo yo.Con la frialdad de quien juega una partida de ajedrez con la muerte, pedí a la mucama que me llevara con Daemon. Mi voz, serena y controlada, no traicionaba la tormenta que rugía en mi interior.La sirvienta, acostumbrada a mis caprichos, aunque sorprendida por mi inusual solicitud, obedeció sin rechistar. Mientras caminábamos por los corredores de la mansión, la imagen de Daemon, su rostro cruel y despiadado, se proyectaba en mi mente. Pero en lugar de miedo, sentía una extraña calma, una sensación de control que me hacía sentir empoderada.No iba a revelar mi verdadera intención. La manipulación sería mi arma, mi escudo. Una fachada de sumisión, una máscara cuida
DimitriLa fría brisa de la mañana me golpeó en el rostro mientras permanecía alerta, aferrado a mi posición de guardia frente a la entrada de la mansión. La única luz que iluminaba el oscuro escondite donde tenía vista panorámica de toda la mansión y sus extensiones, la poca iluminación hacía sombra a mis pensamientos turbulentos.Había estado a la espera, contemplando mis decisiones pasadas y la intrincada red en la que me había metido. Pero de repente, el sonido del teléfono me sacó de mis cavilaciones.Era Daemon, mi jefe, pero cuando respondí, la voz que emergió del otro lado hizo que el mundo a mi alrededor se desvaneciera.—Ayudame, por favor... —susurró una voz temblorosa. No era Daemon; era Olivia, la mujer a la que había ayudado a escapar, ahora atrapada de nuevo en un laberinto de terror.Su tono, entrecortado y lleno de pánico, golpeó mi pecho como un martillo. Ella estaba en peligro, y el hecho de que hablara a trav
EnzoEl frío de la mañana me calaba los huesos, una punzada helada que se colaba por mi chaqueta y me hacía sentir cada parte de mi ser despierta, alerta.El aire estaba cargado de anticipación y tensión. A medida que las camionetas blindadas avanzaban por el camino de nieve que conducía a la mansión de Daemon, un torrente de emociones íntimas luchaba por salir a la superficie. La adrenalina corría por mis venas, un recordatorio constante de por qué estaba allí y de lo que temía perder: Olivia.Ella era la única razón por la que estaba dispuesto a enfrentar a Daemon y a sus hombres. Sabía lo que podían hacerle. Ya me había encontrado con sus métodos, brutales y despiadados.Cada reversa de la camioneta, cada giro del volante y el rugido del motor, resonaba en mi pecho como un tambor de guerra. Tan pronto como llegáramos, sabía que esto sería una carnicería. No iba a mostrar piedad ante aquellos que se cruzaran en mi camino.Los hombres al