Capítulo treinta y tres: Mi verdadero anhelo "Narra Sabrina Spencer"Fabio y yo habíamos tenido unos doce días, sin embargo, ahora estábamos de vuelta en la realidad, enfrentándonos a un futuro incierto, a la posibilidad de un dolor que yo no sabría si podría soportar, ni mucho menos superar.No era justo. Por fin había encontrado valor para dejar a Fabio y justo entonces me quedaba embarazada. Y luego, después de esforzarme por establecer una conexión con él, por arreglar mi matrimonio, podría perder a mi hijo. ¿Para qué servía nada de lo que hacía? Me aparté de mi marido y me metí en la cama, dándole la espalda. —¿Te encuentras bien? —No —respondí—. No estoy bien. Esto es un error, todo es un error. —Lo sé. —No como lo sé yo —repliqué, mostrándome petulante e injusta. Porque era mi traicionero cuerpo el que estaba soportando la incertidumbre y el dolor. Porque era a mí a quien le importaba tanto que había tenido que marcharme, porque era yo quien amaba a un hombre que no me
Capítulo treinta y cuatro: No voy a quedarme esperando "Narra Fabio Caruso"Sabrina ya había caído en el sueño hacía horas, sin embargo, yo no podía dormir, de modo que fui a mi despacho a trabajar un rato y cuando me di cuenta de que ya había amanecido me dirigí a la cocina para desayunar. Me quedé sorprendido al ver a Sabrina sentada a la mesa, con una taza de té en la mano. Tenía un aspecto impecable, en su estilo habitual, con un vestido blanco, un collar de perlas de una sola vuelta y el cabello rubio recogido en un moño. La única indicación de que no había dormido eran las bolsas bajo los ojos. —¿Te encuentras bien? —le pregunté, sentándome a su lado. —Sigo embarazada, si eso es lo que quieres saber. —Sí, eso es lo que quería saber —respondí. Pero no era cierto. Quería saber cómo se sentía de verdad, qué podía hacer para ayudarla, quería preguntar si le había hecho daño, pero no podía hacerlo. —Ahora que hemos dejado eso claro, hay algo que debemos discutir. —Me gustaría to
Capítulo treinta y cinco: Vacío por dentro "Narra Fabio Caruso"Durante tres noches, mis sueños estuvieron plagados de pesadillas y eso era cuando conseguía conciliarlo. Veía imágenes de una mujer que se alejaba de mí mientras mis pies estaban clavados en el suelo. Odiaba aquella sensación de impotencia, pero durante el día hacía lo que se esperaba de mí .Seguía esperando experimentar una sensación de alivio. El aire helado me golpeó la piel y no hice nada para protegerme del frío. Al contrario, apoyé las manos en la balaustrada de piedra para mirar la tierra de la que era responsable. Aquella era mi herencia, la que le dejaría a mi hijo… si de verdad tenía un hijo. Por lo general experimentaba una sensación de orgullo cuando miraba Londres, pero esa noche el paisaje helado parecía tan vacío como lo estaba yo. No parecía lleno de promesas ni de un futuro que me importase. Debería enfurecerme que Sabrina hubiese demostrado ser tan falsa como el resto de las mujeres de mi vida por f
Capítulo treinta y seis: Fiesta de lobos y serpientes "Narra Fabio Caruso*Apenas llegamos al salón de fiestas, pude ver a los socios con los que había quedado allí. Ninguna máscara podía ocultar el poder que ciertos hombres parecían exudar por sus poros. La fiesta tenía lugar en la planta baja de un antiguo palacio, con altas columnas y deslumbrantes lámparas de araña. Había una orquesta en el estrado elevado de un extremo, y suficiente oro por doquier como para hacer refulgir al mundo entero. Pero yo no estaba listo. No estaba preparado para entregar a Sabrina a aquella manada de lobos. Y no porque los temiera, sino porque yo era el peor de todos y aún no había acabado con ella. Ojalá aquellas semanas pasadas en la isla, felizmente aislados de todo aquello, hubieran durado mucho más. Llevé, sin embargo, a mi esposa a la pista de baile. La tomé en mis brazos, contemplé aquellos perfectos labios suyos que podía saborear cada vez que quisiera, y me dije a mí mismo que si estaba leve
Capítulo treinta y siete: Te está manipulando“Narra Sabrina Spencer”Me encerré en un cubículo de los elegantes baños de la casa, sentándome en la tapa del váter de porcelana sin intención alguna de usarlo. Y me quedé allí, donde nadie podía verme. Ni mirarme. Ni hacer desdeñosos comentarios sobre mi pelo. O sobre mi vestido. O sobre cualquier falta que me encontraran. ‘No es que te falte algo’, evoqué el ronco susurro de la voz de Fabio una noche en la que estábamos abrazados en la cama. ‘Es que tienes la mala suerte de tener un marido como el que tienes’. Aquello sonaba a verdad desagradable. Y una parte de mí quiso quedarse en aquel baño durante el resto de la velada, y al diablo con el feroz orgullo que me caracterizaba, porque estaba harta de suposiciones y señpalamientos. Sobre todo cuando yo siempre salía perdiendo. Quería seguir escondida allí, pero sabía que eso era imposible. Tenía que rehacerme, sonreír con dulzura, serenamente, mientras la gente me veía pasear acompa
Capítulo treinta y ocho: Te quiero“Narra Sabrina Spencer”Por un instante, no oí nada más. Era consciente de que las amigas de Nicole estaban cuchicheando entre ellas. El agua corría en algún lugar. Alguien abrió la puerta y volvió a sonar la música de la fiesta. Pero de lo único que yo era consciente era del desdén con que Nicole había pronunciado aquella última frase. «eres el animalito a sacrificar». Sonrió entonces, pero esa vez pude distinguir cierto brillo de compasión en su mirada. Y, peor aún: también un brillo triunfal. —Estoy segura de que todo esto te parece cruel —añadió con gran empaque—. Pero con el tiempo, cuando te hayas resignado a la realidad de tu posición, creo que te darás cuenta de que, en este momento, solo estoy intentando ser amable contigo. Sabía, más allá de toda duda, que estaba mintiendo. Actuando. Pero no me importó. Se giró en redondo, recogiéndose las faldas del vestido y llevándose a sus amigas, para dejarme sola. Por alguna razón, no me derrumbé
Capítulo treinta y nueve: Estás tan equivocado “Narra Fabio Carusso”La seguí. No tenía otro remedio. Sabrina había montado una escena al soltar aquella pequeña bomba, y, si yo la hubiera dejado marcharse sola, aquella gente habría pensado que había perdido el control sobre mi reciente matrimonio. Pero, si era sincero conmigo mismo, tenía que reconocer que me importaba muy poco lo que pudieran decir. Mucho más me importaba la bomba que había dejado caer ella, y que seguía explotando en mi corazón. Una y otra vez. No me permitía pensar en mi mano sobre su brazo. Ignoraba la automática respuesta de mi cuerpo a su aroma. O su firme y tersa piel bajo mi palma, que me hacía anhelar acariciarla por todas partes. No sentía. No podía sentir. Al margen de que ya había sentido demasiadas cosas ese día, cuando Sabrina me había dejado claro que ella, también, se sentía tan avergonzada de mí como yo mismo. 'Tú no quieres sentir', me susurró ásperamente mi voz interior. Era la verdad. Y yo habí
Capítulo cuarenta: No hace falta que finjas“Narra Sabrina Spencer”Una ruleta rusa, eso era él y me había puesto delante para que cada vuelta soltara una bala que impactara en mi. Había sido todo lo contrario a aquello que me había contenido para no ser: intempestiva, emocional y espiritual. Me dejé llevar por la pasión del momento, por la vehemencia de la maldit@ noche y aquella sensación de poder del principio, de sentirme envidiada y avistada con orgullo por todos, no fue más que una falsa ilusión, una mala construcción de mi mente que hizo que todo jugara en mi contra y aquella rueda de la mala fortuna giró, jugando en mi contra. Su silencio me humilló. Su huida me devastó y la certeza de mi error me acobardó. Me quedé sin saber que hacer. Se mermó mi fuerza, mi voz tan viva, mi manera de llevar las riendas de mi propia vida marital tan esquemáticamente estudiada y se agotaron las riquezas del arca de mi autoestima. Lo perdí todo en esa sola frase. Increíble como el valor