Cole dijo: “Es fácil hacer que tu padre regrese, siempre que tu madrastra desaparezca de este mundo”.

Angeline no sabía si reír o llorar. “Realmente quisiera abrirte el cráneo y ver que hay dentro. Aparte de querer frecuentemente que los otros desaparezcan de este mundo, ¿tienes otra solución?”.

Cole se frotó la nariz por la vergüenza y sonrió sin decir nada.

La persona parada enfrente de ella era la ley que controlaba la vida y la muerte de los otros, ¡pero ella no lo creía!

Shirley miró a Cole y a Angeline con una sonrisa un poco reservada.

Sabiendo que Shirley había mal entendido su relación con Cole, Angeline señaló a la puerta con su quijada. “Ya te puedes ir”.

Cole frunció sus delgados labios, una mirada herida apareció en su cara. “Quemas el puente después de haber cruzado el río. Cada vez que terminas de usar a los demás, te vuelves hostil y rehusas reconocerlos”.

Angeline se sintió un poco culpable. “Entonces, puedes irte después del almuerzo”.

Cole tampoco se contuvó.