Capítulo 2
Laura miró al hombre que hablaba, Luis Uribe, el amigo de infancia de Miguel. Los Uribe eran una familia pudiente en Santa Clara. Luis siempre la había menospreciado por sus orígenes humildes, pero irónicamente, este arrogante hijo de familia rica no era más que un estúpido títere en manos de Jenny, quien lo usaba de manera constante contra Laura.

Pensando en esto, Laura esbozó una sonrisa sutil y con voz suave dijo:

—Esa Jenny de la que hablas es la esposa del hermano de Miguel. Si alguien más te escuchara hablar así, podrían malinterpretar que hay algo indebido entre ustedes.

Si Luis quería provocarla con comentarios desagradables, ella no tenía por qué guardarse nada en lo absoluto.

Aunque amaba profundamente a Miguel, no se había rebajado tanto como para aguantar insultos de sus amigos.

Jenny, que hasta ese momento estaba de buen humor, apretó los puños con rabia al escuchar el comentario de Laura, mientras una expresión de furia atravesaba su rostro.

"¡Maldita Laura!", pensó.

A pesar del odio que sentía, Jenny mantuvo una sonrisa dulce e hipócrita y dijo:

—Miguel y yo crecimos juntos, es natural que lo cuide y nadie pensaría mal de eso. En cambio, tú que no lo atiendes como deberías... El mes pasado los exámenes médicos indicaron que tiene problemas estomacales.

Su tono mezclaba reproche con fingida preocupación.

Laura, sin perder la calma y con una sonrisa aún más deslumbrante, respondió:

—Si vamos a hablar así, ¿no deberíamos entonces culparte por la muerte de su hermano? ¿No dicen que traes mala suerte a los hombres?

Laura había dedicado tres años a cuidar la salud estomacal de Miguel, era imposible que tuviera problemas.

Si Jenny quería inventar mentiras, no podía quejarse de que le devolvieran el golpe donde más le dolía.

Al escuchar la insinuación sobre traer mala suerte, Jenny perdió por completo el control y levantó la mano para abofetear a Laura.

Su suegra la había acusado de lo mismo.

No esperaba que Laura también la atacara con eso.

¡La muerte prematura de su esposo no había sido su culpa!

Laura le sujetó la muñeca con firmeza y con mirada penetrante le dijo:

—¿Así que cuando te quedas sin argumentos recurres a los golpes? ¿Quién te malcrió tanto?

Ella no era alguien a quien pudieran pisotear tan fácilmente.

—¡Me lastimas, suéltame! —gimió Jenny con una expresión fingida de dolor en su rostro.

Luis, furioso, intentó golpear a Laura, pero Alonso lo detuvo:

—¡Luis, cálmate!

Al no poder soltarse, Luis le gritó a Laura:

—¡Laura, suéltala de una vez!

Al escuchar semejante alboroto, Miguel volvió en sí.

Jenny, al ver que Miguel despertaba, mostró un destello calculador en sus ojos. Empujó con suavidad las manos de Laura contra su propio pecho y retrocedió, dejándose caer al suelo. Cubriéndose el vientre con las manos, exclamó con fingido dolor:

—¡Luis, me duele mucho el vientre!

Alonso quedó perplejo.

Luis aprovechó la distracción para soltarse y corrió directo hacia Jenny.

Sin embargo, Miguel fue más rápido y llegó primero junto a Jenny. La levantó en brazos y mirando a Laura con furia, le recriminó:

—Si algo le pasa a Jenny, te las verás conmigo.

Laura sintió como si le hubieran clavado una aguja en el corazón.

—Miguel, me caí por accidente, Laura no tiene la culpa —dijo Jenny frunciendo el ceño y tirando suavemente de la ropa de Miguel—. No deberías culpar a Laura sin saber qué pasó.

—¡Vi cuando te empujó! —respondió Miguel con una mirada sombría.

—¡Te equivocas! ¡De verdad me caí sola! —insistió Jenny con desesperación, aunque su explicación sonaba más a una mentira mal disimulada.

Ella sabía perfectamente que, desde el ángulo de Miguel, parecería que Laura la había empujado.

Observando la grandiosa actuación de Jenny, Laura entrecerró sus hermosos ojos y con una risa seca dijo:

—Ella misma admite que se cayó sola, que no la empujé. ¿Lo escuchaste bien, Miguel?

Si Jenny quería hacerse la víctima y culparla, estaba muy equivocada.

La expresión de Jenny se tensó.

—Miguel, me duele el vientre —se quejó.

Como no podía ganarle a Laura en una discusión, decidió desviar en ese instante la atención de Miguel.

—Aguanta un poco, te llevaré al hospital —dijo Miguel con ternura, y se marchó llevándola en brazos sin dirigirle ni una mirada a Laura.

Bajo la luz tenue, mientras la silueta del hombre se alejaba, Laura sintió una opresión en el pecho que le dificultaba respirar.

¡Qué frío se había vuelto con ella!

Sus nueve años de amor profundo ahora parecían patéticos y dignos de lástima.

—Laura, ¿estás bien? ¿Quieres que te lleve a casa? —se acercó atento Alonso, mirándola preocupado y sintiendo remordimiento.

No debería haberla llamado.

—No es necesario, gracias —respondió Laura, dejando sus pensamientos de lado y mirándolo con una sonrisa—. ¿Es cierto que tu hermano regresó?

Solo quería confirmar si era verdad.

—Sí, llegó ayer.

—Bien, gracias por decirme. Ya es tarde, mejor me voy a casa —Laura se despidió con un suave gesto y se dirigió a la salida.

Mientras conducía por la autopista elevada, notó que la seguía un auto sin placas. Alarmada, marcó de inmediato su contacto de emergencia.

La llamada fue contestada rápidamente, pero del otro lado se escuchó la voz llorosa de una mujer:

—Miguel, me duele mucho, ¡ya no aguanto!

—No llores, pronto pasará —se oyó la voz dulce del hombre consolándola.

Laura sintió que su corazón se desgarraba. Con un dolor insoportable, reunió todas sus fuerzas necesarias y gritó:

—¡Miguel, quieren matarme, ayúdame!

—¡Miguel, ve a ayudar a Laura! ¡Yo estaré bien, no te preocupes por mí! —exclamó Jenny con urgencia, tosiendo por hablar tan rápido.

—Si hasta te ahogas al hablar, ¿cómo vas a estar bien? Ya duérmete, y no te preocupes por gente que no importa —la voz de Miguel sonaba devastadora, cada palabra era como una puñalada.

El corazón de Laura se hizo trizas, el dolor casi la ahogaba, pero aun así insistió con voz ronca:

—Miguel, estoy en la autopista elevada de Las Huellas, hay un auto persiguiéndome, ¡quieren matarme! ¡Ven rápido, por favor!

Miguel era su única esperanza, se aferraba a él desesperadamente.

—Has mentido tantas veces que ya nadie te cree, ni tú misma. Laura, todo tiene un límite.

—¡Miguel, es verdad! ¡De verdad me están persiguiendo! ¡Por favor, ayúdame!

—Entonces cuando mueras, me encargaré de recoger tu cadáver y te daré un funeral digno de la señora Soto. Laura, no vuelvas a llamar.

El hombre colgó con frialdad.

Escuchando el tono de línea cortada, Laura perdió toda esperanza.

De repente, se escuchó un fuerte golpe.

El ruido devolvió a Laura a la realidad, descubriendo que su auto se dirigía hacia la barrera de contención. Giró el volante con brusquedad para enderezar el vehículo, pero el auto que la perseguía la embistió de nuevo.

El auto se sacudió violentamente.

En medio del pánico, Laura marcó un número sin darse cuenta.

Un segundo después, escuchó la voz angustiada de su mejor amiga Patricia:

—¡Laura, ¿dónde te has metido?! ¡Contesta carajo!

Laura llorando se mordía temerosa el labio para mantener la consciencia:

—En.… en el puente la Unidad.

Después de decir esas palabras con sus últimas fuerzas, todo se volvió negro y perdió el conocimiento.

Tuvo un largo sueño.

Soñó con el momento en que conoció a Miguel, cuando tenía catorce años.

Una mirada que duró toda una eternidad.

Desde entonces, cayó en un abismo sin retorno.

Cuando despertó, se encontró en una cama de hospital con Patricia sentada a su lado, visiblemente preocupada.

—¡Laura, despertaste! —exclamó Patricia Arce con alegría—. ¡Y hay más! ¡Laura, estás embarazada! ¡Voy a tener un ahijado!

Laura se acarició con ternura el vientre, hizo una pausa y dijo suavemente:

—Patri, he decidido divorciarme de Miguel, pero este bebé... lo voy a conservar.

Desde el primer momento en que supo del embarazo, nunca consideró no tener al bebé.

Patricia se quedó pasmada:

—¿Dices que... quieres divorciarte de Miguel?

En todo el mundo, solo ella sabía cuánto amaba Laura a Miguel.

Y ahora decía que quería divorciarse.

No podía creer lo que escuchaba.

Laura forzó una sonrisa que parecía más una mueca de dolor:

—Jenny también está embarazada, y Miguel quiere que tenga ese bebé.

El hermano de Miguel había muerto en un accidente automovilístico hace un año, ¡así que era imposible que el bebé de Jenny fuera de él!

Al escuchar esto, Patricia se puso roja de ira y comenzó a temblar:

—¡Ese desgraciado del Miguel siempre andaba en secreto con esa zorra estúpida, y ahora hasta van a tener un bastardo! ¡Deberían los dos irse a la mierda!

Laura sintió una punzada de dolor en el pecho y tomando la mano de su amiga, la consoló en voz baja:

—Mejor piensa que estoy embarazada, y después del divorcio podré casarme con otro hombre. ¿Te imaginas la cara de Miguel cuando su hijo llame "papá" a otro? ¿Esto sería una dulce venganza?

En este mundo, solo Patricia estaba siempre de su lado, sin importar qué.

Patricia no pudo evitar reír entre lágrimas ante ese comentario.

En ese preciso momento, sonó el teléfono. Laura vio que era Miguel y colgó al instante.

Sin embargo, el teléfono volvió a sonar casi al momento.

Laura frunció el ceño y contestó:

—¿Qué es lo que quieres?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo