Capítulo 87
—Está bien, está bien, todo es culpa mía. Pero no te pongas tan nerviosa.

¿Cómo no iba a estar nerviosa?

Lorena estaba a punto de llegar a su casa. ¿Cómo iba a explicarle que no regresó en toda la noche y que además durmió con un hombre?

Se vistió rápidamente y salió corriendo. Ricardo manejaba a máxima velocidad.

Al llegar a la calle del edificio donde vivía Marina, ella ni siquiera tuvo tiempo de despedirse. Abrió la puerta y corrió hacia la entrada.

Ricardo la vio alejarse hasta que su figura desapareció. Luego, dio marcha atrás y se preparó para salir del lugar.

Al irse, Ricardo vio el coche de César.

César también lo vio. Bajó la ventanilla y los dos se saludaron.

Marina llegó al edificio, se detuvo para tomar aire y fingió ir al supermercado a comprar algo antes de subir.

Lorena llevaba un rato esperando en la puerta cuando la vio salir del ascensor.

—Pensé que estabas en casa, estuve tocando el timbre un buen rato.

Marina, algo nerviosa, levantó la bolsa que llevaba en la mano.

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