capitulo 26

La forma en que recorría su mirada por mi cuerpo me hacía sentir sucia, como si me derramara un barril de aceite encima y nunca me lo fuera a quitar. Me picaba la piel, me punzaba, y las ganas de rascarme, de desgarrarme, eran demasiado fuertes para ignorarlas. Y justo antes de perderse de vista, me guiñó un ojo como si fuera una promesa de lo que estaba por venir.

—Creo que quiero irme ya —dije en voz baja en cuanto volvimos a estar solos.

Lugoi no dijo nada mientras pagaba la cuenta y me ayudaba a ponerme el abrigo antes de llevarme fuera. Su gran palma era cálida y firme contra la parte baja de mi espalda. Una vez sentada en el asiento del copiloto, se puso en cuclillas, sorprendiéndome. Su mano en mi muslo era caliente y pesada, y me dio la sensación de estar a salvo. Porque sabía que esas manos mataron a muchos.

—¿Te ganas la vida matando gente? —susurré las palabras, sin saber por qué le preguntaba eso aquí y ahora. Pero salieron de mí como una herida que se abre y se desangra.

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