“Bueno, de todos modos, los que son como tú no merecen vivir entre nosotros. Deberías haber muerto hace mucho, Valerie Scott”, se burla el hombre. “Le hiciste algo a uno de nuestros amigos cuando te visitó, ¿no?”. Uno de los hombres se burla mientras da un paso adelante.

Mi ira burbujea dentro de mí, preguntándome si algunos de estos hombres eran los que habían entrado en mi apartamento. “¿Te refieres al hombre que me drogó y trató de violarme?”, pregunto, mi voz tiembla pero no por miedo, como algunos de ellos lo están confundiendo.

“Eso fue para darte una lección. Ninguno de nosotros querría coger a una perra por placer. ¿Lo entiendes, perra? ¡Solo quería mostrarte tu lugar, perra!”. El hombre echa la cabeza hacia atrás riéndose y mis ojos brillan.

“¡La perra es perfecta para ella! Sí, porque es una-”.

Un gruñido amenazador rasga el cielo, uno que ni siquiera yo reconozco. Mis ojos brillan y me toma un segundo darme cuenta de que es mío.

“Somos personas como tú, pero si nos mata