Una elegante mujer con el pelo corto y una rosa negra tatuada en el pecho se acercó, con el rostro frío.

“¡Cómo te atreves a causar tal desorden en nuestra base!”.

“¡¿Tienes ganas de morir?!”.

Aiden se rio entre dientes tras escuchar esas palabras. Entonces, sacó una granada.

Harvey se congeló; no esperaba que Aiden llevara algo así consigo.

‘¿Acaso tenía un pequeño arsenal con él?’.

Harvey dio un paso adelante para impedir que Aiden sacara el seguro de la granada.

Entonces, le dijo a la mujer: “¡Dile a Kayden que salga de aquí!”.

“Le daré un minuto”.

“Si no lo vemos después de eso...”.

“Haré que cada uno de ustedes se arrodille en el centro de la ciudad para arrepentirse de sus pecados”.

Las palabras de Harvey eran tranquilas; ni un rastro de ira se podía escuchar de él.

Sin embargo, esas palabras fueron suficientes para enfurecer a la Pandilla del Hacha por completo.

“¡B*stardo!”.

“¡¿Quién demonios eres tú?!”.

“¡Cómo te atreves a actuar tan autoritario delante de noso