Capítulo 37
Los ojos de Daniel brillaron: —¡Genial! ¡Te espero, tía Clara!

Daniel colgó alegremente el teléfono.

Clara miró a Miguel con satisfacción: —¿Qué tal? ¡Soy increíble! Tu hijo ahora me hace caso a mí.

Miguel le advirtió: —No lo lleves a hacer cosas peligrosas.

—¡Ya lo sé! ¡Sé lo que hago! Con Daniel a mi lado, ¡se convertirá en un verdadero hombre!

*

Sofía regresó al ring de boxeo. El entrenador ya llevaba más de media hora practicando con Patricia.

Patricia usaba guantes de boxeo rosados y llevaba dos adorables coletas.

Golpeaba el saco con ritmo constante, mientras el entrenador, que sujetaba el saco, soportaba los impactos de la fuerza de Patricia una y otra vez.

El entrenador estaba empapado en sudor, como si lo hubieran sacado del agua.

Jadeando, preguntó: —¿Estás bien? ¿Quieres descansar?

La piel de Patricia era blanca como la porcelana y no mostraba ni una gota de sudor: —¡Puedo dar cien golpes más! ¡Uno, dos, tres!

Los gritos de Patricia estaban llenos de energía.

Una hora despué
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