En la puerta del aula, una docena de guardaespaldas rodeaban a Nicolás. Miguel estaba al pie de las escaleras con una presencia intimidante, mirando a Nicolás como un dios que observa a una hormiga bajo sus pies.—Patricia, ven aquí, ¡vamos a casa con papá!El tono de Miguel era autoritario. Cuando Patricia se dirigió hacia Nicolás, él ya había perdido la paciencia con su hija.Patricia negó con la cabeza hacia Miguel. —Quiero ir a casa con mi tío.Miguel soltó una risa fría. —¿A dónde puede llevarte él? ¿Acaso tiene casa? Patricia, si te vas con él, ¡terminarás durmiendo en la calle!—¡Patricia! —resonó la voz de Sofía.Patricia vio a Sofía y le saludó alegremente con la mano.Ella y Nicolás estaban rodeados por los guardaespaldas que Miguel había llamado, así que no podía acercarse a Sofía por el momento.—¡Mami!Sofía se sentía angustiada y culpable. —Mami se retrasó por algo importante. Patricia, lo siento, te prometo que nunca más te dejaré esperando en el jardín de infantes.Patr
—¡Raúl!! —exclamó Sofía alarmada.Patricia, protegida en los brazos de Raúl, aún no comprendía lo que había sucedido.Raúl preguntó con preocupación: —¿Patricia está herida?Patricia, con sus ojos brillantes, negó con la cabeza.Se levantó del suelo y fue entonces cuando vio la flecha metálica en la espalda de Raúl.Los ojos de Patricia se agitaron mientras contenía la respiración.Alzó la mirada y vio a Daniel, quien instintivamente escondía la ballesta detrás de su cuerpo.¡Reconoció la flecha, era la que Clara le había dado a Daniel!Miguel tampoco esperaba que Daniel hiciera algo así; su rostro se congeló.Más que la agresión de su hijo, lo que realmente le importaba era el acto desinteresado de Raúl.Miguel apretó los puños.—Daniel, ¡ven aquí ahora mismo!Daniel tembló, asustado. —Solo quería ayudar a papá, ¡Patricia no estaba obedeciendo!Patricia miró a Daniel y sus hombros temblaron. El Daniel de ahora le resultaba completamente extraño.Miguel le arrebató la ballesta a Daniel
—Si esperamos a que llegue la ambulancia, me voy a desangrar —se lamentó Raúl—. ¿Acaso el señor Herrera quiere verme muerto?La situación de Raúl era urgente y Sofía no quería seguir discutiendo con Clara.—¡Bájate! ¡Deja de perder tiempo y de parlotear!—Si ocurre un accidente...Clara no pudo terminar su frase cuando sintió una presión invisible que la envolvía por completo. Al encontrarse con la mirada de Sofía, sintió que todos los vellos de su cuerpo se erizaban, y casi pierde el equilibrio sobre la motocicleta.Nunca había percibido un aura tan intimidante emanando de Sofía.Se le puso la piel de gallina.—Sofía, te aconsejo que no te hagas la valiente.—Tantas dudas no son propias de ti, ¡Clara!Clara hizo un mohín. Si Sofía quería suicidarse, ella no la detendría. ¡Mejor si se caía de cara y se rompía la nariz y todos los dientes!Clara se bajó de la motocicleta.Sofía extendió la mano hacia ella. —Dame las llaves.Clara lanzó las llaves al aire y Sofía las atrapó con firmeza.
Daniel, aterrorizado por la intimidante presencia de Miguel, tenía los ojos llenos de lágrimas.Clara se apresuró a consolarlo: —Daniel, Patricia y tú son hermanos, ¡seguro te perdonará!Clara miró a Miguel y comentó con tono despreocupado: —Siempre pensé que Raúl parecía una persona amable, pero su carácter es incluso más frío que el tuyo. Que haya arriesgado su vida para salvar a alguien, ¡es realmente extraordinario!Clara alargó la última sílaba y continuó: —Acabo de ver que Sofía bajaba del auto de Raúl, ¿desde cuándo se llevan tan bien?—¡Oye! ¡Miguel, espérame!Clara vio que Miguel se daba la vuelta y se iba, ignorando completamente lo que ella decía.Rápidamente corrió tras él.*En el hospital, Raúl fue llevado al quirófano.Acostado boca abajo en la mesa de operaciones, le dijo al cirujano: —Agrégale dos ceros a los costos de la cirugía, ¡le pasaré la factura al cabrón de Miguel!El cirujano, que lo conocía bien, bromeó mientras cortaba su ropa con el bisturí: —¡El cabrón cre
Patricia se quedó paralizada, su pequeño corazón sufriendo un gran impacto.¿Había hecho algo malo?Si hubiera obedecido y regresado a los Herrera con su padre, el tío Raúl no habría resultado herido.Pero quien le había disparado la flecha era Daniel, su propia sangre.Antes habían sido tan cercanos.Gradualmente, debido a la diferencia física, la actitud de Daniel hacia ella había empeorado.Y se dio cuenta de que en los Herrera, excepto por su madre que los trataba a ambos por igual, incluso su padre valoraba más a Daniel.—¡Daniel! ¡Aunque te disculpes, no te perdonaré! —gritó Patricia.Le preguntó a Miguel: —Papá, ¿puedo dejar de ser tu hija? ¿Qué tengo que hacer para no volver nunca a los Herrera?Quería liberarse de esas ataduras, pero no sabía cómo hacerlo.El rostro de Miguel parecía congelado por un hielo de tres metros de grosor.—¡Patricia! ¡Eres una Herrera! ¡Siempre serás mi hija! ¡Eres parte de los Herrera!—Entonces... ¿puedo dejar de apellidarme Herrera? —preguntó Patr
—¡Raúl, tú...! —Clara, que también estaba presente, exclamó incrédula.Con una mirada perspicaz, sonrió y preguntó: —¿Te interesa mi hermana por ella misma o porque es la esposa de Miguel?Sofía y Miguel todavía están en proceso de divorcio. ¿No crees que en este momento puedes disfrutar de la emoción de lo prohibido sin preocuparte demasiado por las críticas?Clara tenía una expresión de quien lo había descifrado todo.En ese momento, toda la habitación parecía una cámara frigorífica. La presión que emanaba de Miguel era tan intensa que hasta Daniel sentía temblar sus piernas.Los ojos de Raúl se cubrieron con un tono frío.—Hablas demasiado.Clara: —Yo...—Vaya, alguien ha expresado sus verdaderos pensamientos.El rostro de Clara se sonrojó de vergüenza mientras se defendía débilmente: —¡Estás hablando de ti mismo!—Tú sabes mejor que nadie... —Raúl miró sonriente a Miguel—. No me sorprende que Sofía quiera divorciarse de ti si andas con este tipo de personas.Raúl añadió: —Ustedes n
«Nunca imaginé que al señor Jiménez le gustaran las sobras».Para Miguel, ella era como el arroz blanco ya terminado en la mesa: sin sabor al comerlo, una lástima al tirarlo.Ella le dijo francamente a Raúl: —Creo que la mejor manera de vengarse de un hombre no es casándose con otro.Para demostrar mi atractivo sexual y decirle al mundo que a los 27 años todavía hay hombres interesados en mí.Mi valor no debería medirse por si tengo o no un hombre a mi lado.Sofía sonrió: —La mejor venganza contra cualquiera que te haya lastimado, sea hombre o mujer, ¡es hacer que te mire desde lejos!Ya no se conformaría con un rincón apartado, encogida en una mansión, siendo la mujer invisible detrás de un hombre.Quería alcanzar una posición de igualdad con Miguel.No, quería llegar más alto.¡Ir a lugares que ni Miguel podría alcanzar!Sofía volvió a la realidad y vio que el hombre la miraba intensamente.Un destello de inquietud cruzó por sus ojos.Raúl apartó la mirada: —Has vuelto a ser como era
Al día siguiente, la motocicleta negra de gran cilindrada llegó rugiendo por el camino, atrayendo la atención de los transeúntes.Clara frenó la motocicleta.Delante de ella iba sentada una pequeña figura con gabardina negra estilo vaquero y casco negro.Clara levantó la visera del casco, revelando una sonrisa maliciosa.—¿Sofía, necesitas ayuda?Había traído a Daniel al gimnasio que dirigía Nicolás, y justo vieron a Sofía bajando las escaleras con dos grandes bolsas de basura.Sofía vestía una sudadera beige sencilla con las mangas arremangadas hasta los codos. Tenía el cabello recogido descuidadamente con una banda elástica, con algunos mechones cayendo sobre sus mejillas de porcelana.La pequeña figura sentada frente a Clara exclamó:—¡¿Por qué le hablas?!Era Daniel, que al ver a Sofía así, solo sentía vergüenza.Los ojos de Clara brillaban con una risa fría y burlona; había traído a Daniel para burlarse de Sofía nuevamente.Vio a Patricia bajando las escaleras con una caja de agua