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Capítulo 2 Hazme olvidar
Liam fue el afortunado escogido por ella.

A Eden no le importó que otra mujer, parecida a Barbie, vestida con el vestido de látex más ajustado, más corto y más negro que jamas había visto, estuviera tratando de llamar la atención de él.

"Él está conmigo", dijo ella balbuceando mientras se apoyaba entre los dos.

Barbie parecía lista para asesinarla con su mirada fría, mientras la evaluaba, con sus labios llenos de colágeno curvandose en desagrado.

"Sí", se rio Liam, con las mejillas y las orejas a juego con su cabello de fuego. "¡Estoy con ella!".

"Te lo pierdes", dijo Barbie sacudiendo sus largas extensiones rubias por encima del hombro y se alejó, desapareciendo entre la manada de zombis de ojos vacíos que se balanceaban al ritmo de la música.

"Gracias", dijo Liam con una sonrisa. "Me salvaste la vida”.

"Supongo que ahora estamos a mano", dijo Eden en voz baja. "Gracias por dejarnos entrar”.

Ella no planeaba agradecerle. Pero, él la había salvado del frío.

"¿Supongo que ser indecente ayuda a veces?". Él se rio, y a ella le agradó un poco.

Una canción lenta empezó a sonar y, por el rabillo del ojo ella vio que Simon y Olive se dirigían sigilosamente hacia la pista de baile. Ella entró en pánico y se lanzó a los brazos de Liam.

"Haz como si fueras mi novio, ¿de acuerdo?". Ella le sonrió, sus ojos brillando por las lágrimas que luchaba por contener. "Finge que estás locamente enamorado de mí”.

"¡Lo que quieras, Princesa!". Liam la acercó, rodeando su cintura con sus brazos de manera posesiva. Eden, muy consciente de cada uno de sus movimientos mientras se movían al ritmo de la música, trató de ignorar el cosquilleo que recorría su cuerpo con su toque. ‘Trató’ es la palabra clave.

Ella había leído en alguna parte que se podía saber mucho de una persona por su forma de bailar. Y era cierto. Lo que antes ella había asumido como arrogancia, era simplemente confianza por parte de Liam.

"¿Soy un buen novio?". Él bajó la cabeza y sus frentes se tocaron ligeramente. El cerebro de ella le gritó que no se emocionara cuando su barba leve rozó su mejilla, haciéndola temblar a pesar de la calor del lugar.

"Si tu trabajo diario no te funciona, puedes inscribirte en Alquila-Un-Novio", le aseguró Eden mientras colgaba sus brazos alrededor de su cuello, acogiéndolo.

Con su grueso cabello rojo ondulado, Liam le recordaba a Will Halstead de Chicago Med, uno de sus programas de televisión favoritos. Él era demasiado atractivo. Y si seguía aferrándose a él, era solo cuestión de tiempo que ella saltara directamente de la sartén al fuego.

"¿Existe tal cosa?". Las cejas de él se alzaron y su rostro se iluminó de curiosidad.

"No lo sé", se rio ella, echando la cabeza hacia atrás. "Nunca antes había necesitado sus servicios".

Hasta ese momento, pensó con tristeza. Hasta ese día.

Ellos bailaron en silencio durante un minuto, quizá tres. Eden estaba feliz de estar en sus brazos, incluso cuando la canción terminó y sonó otra melodía, ella siguió moviéndose y Liam no parecía tener prisa por dejarla ir.

"Aparte de bailar con extraños al azar, ¿por qué estás aquí esta noche?", preguntó ella, repentinamente sintiendo curiosidad por él.

Flechazo era una buena discoteca nocturna para simples mortales como ella. Pero pensaba que los dioses muy ricos como él tenían fiestas privadas, donde solo te permitían acceder si tenías tarjetas negras y saldos bancarios de ocho cifras.

Liam parecía un tipo de persona con saldo bancario de ocho cifras. Desde su fragancia amaderada, teñida con el tenue olor a whiskey americano caro, hasta los pantalones de mezclilla oscuros de corte ajustado que combinaba con una camisa de mezclilla abotonada y zapatillas deportivas hechas a medida. Tenían que serlo porque nunca antes los había visto en nadie.

"Celebrando mi última noche de libertad", murmuró él.

Por supuesto, pensó Eden. Eso explicaba su séquito de chicas Calvin Klein. Era su despedida de soltero. Al instante se sintió terrible por haber sido tan grosera con él antes. Si estuviera celebrando su última noche como mujer soltera, no querría perder la mitad esperando en la fila.

"¿Estás feliz?", preguntó ella en su pecho. "¿Debería felicitarte?".

Liam se rio en su cabello. "La verdad es que no. Pero así es la vida. ¿Y tú?".

"Estoy aquí para olvidar", miró hacia arriba y el corazón se le subió a la garganta cuando vio la intensa mirada de él. Si él seguía mirándola así, como si fuera la única mujer en el lugar, podría olvidar su desamor y tristeza.

"¿Olvidar, qué?", preguntó él, escudriñando su rostro como si el significado detrás de sus palabras estuviera escrito allí.

"Todo”, sonrió Eden con lágrimas en los ojos. "Hazme olvidar, ¿por favor?".

Ella no sabía lo que estaba pidiendo hasta que Liam le levantó suavemente la barbilla y su boca descendió sobre la de ella en un beso ardiente. Durante unos minutos sin aliento, lo único que ella notaba en ese momento, eran los brazos de él alrededor de su cintura, apretándola contra él mientras la llevaba al borde de la locura con su lengua y sus labios.

Ella se inclinó hacia él, deseando más, deseando todo el calor de su cuerpo. Él tenía un cuerpo de nadador. Firme y tenso en todos los lugares adecuados. Y a ella le gustaba.

Ella podía verse a sí misma con él.

Él haría buen chico de consuelo.

"¿Ya te olvidaste?", preguntó Liam, su voz ronca, sus ojos oceánicos llenos de anhelo cuando salieron a tomar aire.

"Casi", respondió Eden sin aliento. Él la excitaba y la asustaba a la vez porque sabía que estaba a punto de cometer lo que sin duda sería su mayor error hasta el momento. Pero después de haber pasado los primeros veinticuatro años de su vida coloreando dentro de las líneas sin nada que mostrar excepto un compromiso roto, por una vez quería ser un poco imprudente.

Liam la cogió de la mano y la sacó de Flechazo. Ella rápidamente le envió un mensaje de texto a sus amigas mientras esperaban que el aparcacoches trajera el Lamborghini de él.

Él le abrió la puerta del pasajero y la ayudó a abrocharse el cinturón de seguridad. Asustada y extrañamente emocionada, su cuerpo zumbaba con anticipación por lo que le esperaba. Ella vagamente distinguía las calles que le resultaban familiares mientras pasaban a toda velocidad por el Castillo de Piedra y se dirigían a una propiedad privada, escondida de manera segura lejos de plebeyos como ella, detrás de puertas de seguridad y un ejército de guardias posicionados en la caseta de seguridad.

Condujeron a través de un camino largo y sinuoso, y se detuvieron frente a un enorme portón negro de acero que se abrió cuando Liam pulsó un botón en un pequeño control remoto conectado a un juego de llaves.

Eden miró boquiabierta la casa contemporánea situada en la colina, iluminada por las luces del suelo que bordeaban el camino de la entrada. La estructura era completamente blanca, con líneas clásicas y acentos minimalistas, parecía sacada de una revista de arquitectura.

Un mayordomo y una fila de empleados vestidos con sus impecables uniformes en blanco y negro salieron a recibirlos.

"Señor Anderson, ¿preparamos la cena, Señor?".

Liam le hizo un gesto para que se fuera. "Puedes tomarte el resto de la noche libre, Dave. Gracias".

Apenas se había cerrado la puerta principal cuando Liam se acercó a ella.

Sus besos eran desenfrenados, sin reservas y más urgentes esta vez. Él la levantó, y las piernas de ella se envolvieron alrededor de su cintura mientras él la llevaba por la escalera de cristal, a través de un pasillo largo y finalmente la colocó en una cama enorme de plataforma con sábanas tan blancas como la nieve y tan suaves como la seda.

"¿Aún quieres olvidar?", preguntó Liam mientras dejaba suaves besos en su cuello y la desnudaba lentamente.

"Sí", gimió Eden febrilmente mientras le quitaba la ropa con torpeza. Ella quería olvidar las últimas seis semanas y derretir el hielo que rodeaba su corazón.

Durante horas, Liam hizo precisamente eso. Él la hizo olvidar con sus manos, gritar con su lengua, y temblar y estremecerse con su cuerpo.

Si él no fuera un desconocido que conoció en una discoteca, si él no fuera su consuelo y ella no fuera su última noche de libertad, su apasionado encuentro habría sido perfecto como su primera vez.

"¿Ya olvidaste?", preguntó Liam mucho más tarde mientras yacían jadeando en los brazos del otro, sus cuerpos empapados de sudor.

"Sí", murmuró ella, sus lágrimas cayendo sobre el pecho de él. Ella deseaba que existiera algo llamado Alquila-Un-Novio. Ella preguntaría por Liam todo el tiempo.

Él se inclinó sobre ella y la besó tan suavemente mientras la tomaba, esta vez más lánguidamente. Sus empujones atrevidos y sus caricias abrasadoras hicieron que su mundo se derrumbara a su alrededor.

"Dios, eres hermosa, Princesa," gruñó Liam y se estremeció dentro de ella.

Eden se aferró desesperadamente a él cuando otra tremenda ola de placer la golpeó como un huracán, sin dejar nada más que una devastación total.

"¿Estás bien?", preguntó él mientras le besaba la frente y la volvía a acomodar en sus brazos.

A ella le tomó un tiempo dejar de temblar. Liam la abrazó y la dejó llorar, y cuando estuvo segura de que no le quedaban más lágrimas, por fin lo miró.

"Lo estoy ahora", mintió.

Ella nunca estaría bien después de eso.

No cuando Liam se iba a casar pronto. No cuando él había ejercido tanto poder sobre su cuerpo.

Y ahora sobre su frágil corazón.
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