El silencio envolvió el carro durante un momento antes de que Sofía dijera: —Gracias. Ya puede dejarme.—¿No te diriges a la comisaría? Yo te llevo —respondió Julio, sin aminorar la marcha.Sofía negó con la cabeza.—Puedo llamar a un taxi.No quería involucrarse con Matías, ni quería crear expectativas enJulio sólo porque decidiera irse con él.Julio seguía sin bajar el ritmo.—Sé que no sientes lo mismo que yo ahora mismo. De hecho, puede que incluso me odies. Pero no tienes que preocuparte de que te haga nada. Todo lo que estoy haciendo es llevarte a la comisaría.—Me malinterpretas. No quiero molestarte, eso es todo.Sofía no odiaba a Julio; simplemente no creía que hacer esto por ella fuera apropiado para su relación actual.—No me importa.Ahora Sofía no sabía qué decir. Frunció los labios y lo dejó en: —De acuerdo entonces.Si Julio insistía, no tenía sentido negarse. Sería una tontería discutir por algo tan trivial.De repente sonó su teléfono.—Hola, Diego —saludó.—¿Dónde
—Aquí estamos, gracias por traerme —dijo Sofía, ignorando la pregunta de Julio.No iba a contestar a algo tan infantil.Julio sólo pudo sacudir la cabeza.—Adelante entonces.Sofía se bajó del carro y entró apresuradamente en la comisaría, como si le preocupara que Julio pudiera retenerla.Ese gesto hizo que Julio frunciera el ceño. ¿Tan aterrador era? Sofía salió de la comisaría media hora más tarde y se disponía a coger un taxi para ir a cenar con Diego cuando se dio cuenta de que Julio seguía en la calle.—¿Qué haces aquí todavía?¿Planeaba cenar con ellos? Eso... sólo traería problemas.—¿No tienes planes para cenar con Diego Paredes? Yo te llevo.El gesto inexpresivo de Julio no ayudaba a Sofía a adivinar lo que estaba pensando. Se quedó mirándole un rato para asegurarse de que no iba de farol antes de reírse. —¿Me llevarías en carro de buena gana?—Sí —Julio asintió—. No te preocupes. No seré una molestia. Me iré cuando te deje.—¿Por qué?¿No despreciaba Julio a Diego? ¿Por q
Diego vio a Sofía en cuanto ella entró en el restaurante. Le hizo señas para que se acercara.—Aquí, siéntate. La comida está casi lista.—Siento haberte hecho esperar.Sofía fue a sentarse frente a Diego, al otro lado de la mesa.Diego la saludó con la mano, pero no le preguntó cómo había llegado hasta allí. Desde la ventana había visto a Julio dejarla.Diego respetaba a Julio por ser tan generoso como para llevar a Sofía a cenar, sabiendo que lo hacía con su rival sentimental. Era algo que él mismo no habría hecho.Pronto sirvieron la comida. Casi toda era la favorita de Sofía.—Come mientras esté caliente.—No te preocupes.Sofía llevaba hambrienta desde la tarde, así que se sirvió rápidamente la cena.—Esto está muy bueno, Diego. ¿Dónde encontraste este lugar?—Pasé por aquí un par de veces y vi que tenían muchos clientes, así que pensé que debían de estar haciendo algo bien. Quería que lo probaras, así que aquí estamos —contestó alegremente Diego, pasándole unos boniatos machacado
Mientras caminaban, no se percataron de que un coche les seguía a cierta distancia. Aunque Julio parecía no haberle dado importancia a esa cena, en realidad estaba consumido por los celos. Por eso no se alejó del restaurante después de dejar a Sofía.Acabó llegando a la sala de conciertos detrás de ellos, y sólo se detuvo cuando entraron y desaparecieron de su vista.“¿Qué coño te pasa, tío? Sofía nunca toleraría que la acosaras así”, pensó para sí mismo, frotándose la cara con cansancio.Después de pensárselo mejor, decidió marcharse, dejándolos solos. Había asuntos mucho más importantes que atender en ese momento.***Bruno nunca imaginó que Paloma volvería a cruzarse en su camino. Había creído que con el dinero que le entregó, sería lo bastante lista como para esconderse el resto de su vida.De verdad creía que no le haría nada, ¿eh?—¿Qué haces aquí? —Bruno gruñó fríamente. Ya no tenía sentido fingir amabilidad.Paloma no se enfadó por su actitud. Al fin y al cabo, estaba allí para
Bruno sabía que razonar con ella era inútil y le hizo un gesto para que se fuera. —El tribunal decidirá su condena. No tengo poder sobre ellos y, aunque lo tuviera, no lo usaría.—¿De verdad no le vas a dar una oportunidad? —suplicó Paloma. Se había preparado para la crueldad de Bruno, pero aún le dolía el corazón al experimentarla. Después de todo, una vez había amado a ese hombre.—Acompáñala a la salida. A partir de hoy, no volveré a ver a la señora Cruz. No la quiero en mi casa. —Bruno ya no quería hablar con ella ni volver a verla. Algunos de los criados de la casa se habían acostumbrado a la presencia de Paloma a lo largo de los años y seguían tratándola como a la matriarca cada vez que se acercaba. Sin embargo, ya no cometerían el mismo error otra vez.Paloma le fulminó con la mirada. Sus ojos estaban enrojecidos por las lágrimas no derramadas. —¡Recordaré esto, Bruno López!Había decidido dejar atrás el pasado tras su divorcio y dedicarse a hacer lo que le gustaba con el din
Cuando Sofía entró en el salón, Bruno aún estaba furioso por su conversación con Paloma. No había previsto lo atrevida que era, hasta el punto de haberle rogado por la vida de Leo.Sofía se dio cuenta de lo enfadado que estaba su padre y le preguntó amablemente: —¿Qué pasa, papá?Sólo entonces Bruno volvió en sí:—No mucho, sólo Paloma. Me pidió que perdonara a Leo. No entiendo de dónde sacó tanta confianza.—No tiene sentido rumiarlo. Nunca entenderemos la mente de la gente. Los Cruz eran importantes para Paloma. Aquella mujer estaba dispuesta incluso a destruir a la familia con la que se había casado, así que Sofía no se lo pensaría dos veces.Bruno suspiró, abandonando el tema. —Es tarde. ¿Hiciste horas extras?—No. Diego me invitó a cenar y luego fuimos a un concierto. —Sofía se sirvió un vaso de agua mientras hablaba y se sentó frente a Bruno,El hombre pareció complacido por ello. —¿Cómo ha ido? ¿Fue divertido?—Estuvo bien.No muy divertido. Sólo... normal.—Has oído hablar
Bruno sabía que su hija no estaba siendo sarcástica. —Sólo me preocupo por ti, ya lo sabes.—Lo sé, pero no es necesario. He sobrevivido por mi cuenta todos estos años, ¿no?Ya era adulta, por el amor de Dios.Pero el hombre se sintió más culpable al oír aquello. —Es porque tuviste que sobrevivir sola sin mi ayuda por lo que me siento culpable, Sofía. Lo único que espero es que por fin encuentres un buen joven para que pueda protegerte cuando yo no esté.—Entonces te has equivocado, papá. Hoy en día no tiene sentido confiar en los demás. —Nunca se había planteado encontrar a alguien que la protegiera. Incluso si lo hacía, quería que esa persona le gustara de verdad.Bruno negó con la cabeza, suspirando de nuevo. —No tengo ni idea de dónde has sacado tu firmeza.Sofía sonrió, pero no respondió.—Sigues sintiendo algo por Julio César, ¿verdad? —le preguntó su padre, todavía preocupado.Sofía se puso rígida al instante. No estaba preparada para aquella pregunta. —¿Por qué lo dices? Ha
Los días siguientes transcurrieron con tranquilidad. Sofía se acostumbró a ir a trabajar al hospital todos los días mientras recibía informes de los progresos de sus empresas. Tenía su espacio personal la mayor parte del tiempo, por lo que la vida ahora era mucho más agradable de lo que ella había imaginado.En el momento en el que Sofía se enteró de la muerte de Leo, Julio estaba llamando a su puerta. Sofía era ahora menos reacia a echarlo, probablemente porque él la había salvado de una muerte segura hace un tiempo.Colgó la llamada y se mordió el labio, pensativa. Al cabo de un rato, le preguntó a Julio: —¿Tú has hecho esto?—¿El qué? —Julio parpadeó, sin entender su pregunta.—Leo Cruz está muerto. Lo encontraron sin vida en su celda antes de la fecha de su juicio, lo que, para Sofía era sospechoso. La única persona a la que podía imaginar dando la orden de matar era Julio.El hombre comprendió al instante lo que ella le preguntaba. Sacudió la cabeza. —No fui yo.Sofía frunció e