Mientras caminaban, no se percataron de que un coche les seguía a cierta distancia. Aunque Julio parecía no haberle dado importancia a esa cena, en realidad estaba consumido por los celos. Por eso no se alejó del restaurante después de dejar a Sofía.Acabó llegando a la sala de conciertos detrás de ellos, y sólo se detuvo cuando entraron y desaparecieron de su vista.“¿Qué coño te pasa, tío? Sofía nunca toleraría que la acosaras así”, pensó para sí mismo, frotándose la cara con cansancio.Después de pensárselo mejor, decidió marcharse, dejándolos solos. Había asuntos mucho más importantes que atender en ese momento.***Bruno nunca imaginó que Paloma volvería a cruzarse en su camino. Había creído que con el dinero que le entregó, sería lo bastante lista como para esconderse el resto de su vida.De verdad creía que no le haría nada, ¿eh?—¿Qué haces aquí? —Bruno gruñó fríamente. Ya no tenía sentido fingir amabilidad.Paloma no se enfadó por su actitud. Al fin y al cabo, estaba allí para
Bruno sabía que razonar con ella era inútil y le hizo un gesto para que se fuera. —El tribunal decidirá su condena. No tengo poder sobre ellos y, aunque lo tuviera, no lo usaría.—¿De verdad no le vas a dar una oportunidad? —suplicó Paloma. Se había preparado para la crueldad de Bruno, pero aún le dolía el corazón al experimentarla. Después de todo, una vez había amado a ese hombre.—Acompáñala a la salida. A partir de hoy, no volveré a ver a la señora Cruz. No la quiero en mi casa. —Bruno ya no quería hablar con ella ni volver a verla. Algunos de los criados de la casa se habían acostumbrado a la presencia de Paloma a lo largo de los años y seguían tratándola como a la matriarca cada vez que se acercaba. Sin embargo, ya no cometerían el mismo error otra vez.Paloma le fulminó con la mirada. Sus ojos estaban enrojecidos por las lágrimas no derramadas. —¡Recordaré esto, Bruno López!Había decidido dejar atrás el pasado tras su divorcio y dedicarse a hacer lo que le gustaba con el din
Cuando Sofía entró en el salón, Bruno aún estaba furioso por su conversación con Paloma. No había previsto lo atrevida que era, hasta el punto de haberle rogado por la vida de Leo.Sofía se dio cuenta de lo enfadado que estaba su padre y le preguntó amablemente: —¿Qué pasa, papá?Sólo entonces Bruno volvió en sí:—No mucho, sólo Paloma. Me pidió que perdonara a Leo. No entiendo de dónde sacó tanta confianza.—No tiene sentido rumiarlo. Nunca entenderemos la mente de la gente. Los Cruz eran importantes para Paloma. Aquella mujer estaba dispuesta incluso a destruir a la familia con la que se había casado, así que Sofía no se lo pensaría dos veces.Bruno suspiró, abandonando el tema. —Es tarde. ¿Hiciste horas extras?—No. Diego me invitó a cenar y luego fuimos a un concierto. —Sofía se sirvió un vaso de agua mientras hablaba y se sentó frente a Bruno,El hombre pareció complacido por ello. —¿Cómo ha ido? ¿Fue divertido?—Estuvo bien.No muy divertido. Sólo... normal.—Has oído hablar
Bruno sabía que su hija no estaba siendo sarcástica. —Sólo me preocupo por ti, ya lo sabes.—Lo sé, pero no es necesario. He sobrevivido por mi cuenta todos estos años, ¿no?Ya era adulta, por el amor de Dios.Pero el hombre se sintió más culpable al oír aquello. —Es porque tuviste que sobrevivir sola sin mi ayuda por lo que me siento culpable, Sofía. Lo único que espero es que por fin encuentres un buen joven para que pueda protegerte cuando yo no esté.—Entonces te has equivocado, papá. Hoy en día no tiene sentido confiar en los demás. —Nunca se había planteado encontrar a alguien que la protegiera. Incluso si lo hacía, quería que esa persona le gustara de verdad.Bruno negó con la cabeza, suspirando de nuevo. —No tengo ni idea de dónde has sacado tu firmeza.Sofía sonrió, pero no respondió.—Sigues sintiendo algo por Julio César, ¿verdad? —le preguntó su padre, todavía preocupado.Sofía se puso rígida al instante. No estaba preparada para aquella pregunta. —¿Por qué lo dices? Ha
Los días siguientes transcurrieron con tranquilidad. Sofía se acostumbró a ir a trabajar al hospital todos los días mientras recibía informes de los progresos de sus empresas. Tenía su espacio personal la mayor parte del tiempo, por lo que la vida ahora era mucho más agradable de lo que ella había imaginado.En el momento en el que Sofía se enteró de la muerte de Leo, Julio estaba llamando a su puerta. Sofía era ahora menos reacia a echarlo, probablemente porque él la había salvado de una muerte segura hace un tiempo.Colgó la llamada y se mordió el labio, pensativa. Al cabo de un rato, le preguntó a Julio: —¿Tú has hecho esto?—¿El qué? —Julio parpadeó, sin entender su pregunta.—Leo Cruz está muerto. Lo encontraron sin vida en su celda antes de la fecha de su juicio, lo que, para Sofía era sospechoso. La única persona a la que podía imaginar dando la orden de matar era Julio.El hombre comprendió al instante lo que ella le preguntaba. Sacudió la cabeza. —No fui yo.Sofía frunció e
Diego salió del edificio de López Inc. y subió a su carro. La agradable sonrisa de su rostro desapareció al instante.—Ya está hecho, jefe —le informó alguien.Diego asintió. —¿No habéis dejado ningún rastro?—Ninguno. Puede confiar en nuestra habilidad, jefe.Diego volvió a asentir, satisfecho. El hombre continuó: —Pero jefe, ¿qué le ha hecho ese chico Cruz para que nos haya mandado a por él?Era la primera vez desde que habían vuelto al país que el jefe les enviaba a un trabajo, así que estaban bastante interesados en el motivo que había detrás.—Casi mata a alguien que me importa mucho. —Fue la respuesta—. Por eso.Si los jueces le hubieran condenado a la pena capital, Diego no lo habría hecho. Sin embargo, no podía tolerar que Leo siguiera vivo después de haber estado a punto de arrebatarle a Sofía.Los hombres no sabían quién era esa persona tan importante para Diego, pero no quisieron indagar. Mientras su jefe les encargara un trabajo, lo harían sin hacer preguntas.—¿Alguna no
—¿Y los César? —preguntó Sofía con curiosidad.Julio sonrió. —Serán mi dote. Así, los López serán los número uno de las Diez Élites del DF. ¿Qué te parece?—Parece un sueño. —Tenía la sensación de que Julio ni siquiera iba de farol.Pero... ¿Realmente quería eso? No había una respuesta clara en su corazón.Su silencio animó a Julio a continuar: —¿Y bien? ¿Qué te parece? Ganarías mucho casándote conmigo.Mucho más que casarse con Diego, como mínimo.—Uf. Sofía volvió a poner los ojos en blanco y abandonó el tema. Una boda entre Julio y los López parecía increíblemente improbable y ella no quería que ocurriera. La familia ya tenía suficiente con Diego; no necesitaban que Julio se interpusiera.Julio sonrió, pero decidió no responder. Desde luego, lo ideal sería que Sofía se casara con alguien de su familia. Aun así, no le importaba lo contrario, siempre que Sofía lo permitiera.Mientras ellos dos almorzaban, Diego pasó por el restaurante. Había investigado el paradero de Sofía, ya que
Sofía se estaba hartando de ellos. —Si estáis buscando discutir, entonces me voy.No podía detenerlos, ni soportar un segundo más de su contienda llena de testosterona. Irse era la mejor opción.Al oír eso, los dos hombres se callaron inmediatamenteSólo entonces Sofía suspiró, contenta de ver que no habían perdido la cabeza.Llegó la comida que Diego había pedido y Sofía tuvo que esperar una hora más o menos hasta que por fin pudieron llevarla de vuelta al hospital.Incluso antes de que pudiera volver al trabajo, los dos hombres se enzarzaron en otra discusión sobre quién debía acompañarla de vuelta. Pasaron diez minutos antes de que alguno de los dos se diera cuenta... Sofía se había ido, hacía rato que había cogido un taxi.Julio se rio para sus adentros, imaginando lo impaciente que debía de estar Sofía.Diego ahora no entendía al hombre. —¿No ves que Sofía no tiene ningún interés en ti? Yo que tú dejaría de molestarla.—¿En serio? No lo creo. —Julio se encogió de hombros. En re