En realidad, Yolanda no aguantaba el alcohol, salvo la cerveza, pero este era vino blanco. Ahora mismo, estaba recostada en el regazo de Dante, con la mano acariciándole su suave rostro.—Ten cuidado con esos ojos que tienes, picaron. Si no, te devoro aquí mismo—arrulló el corazón de Dante, pero no lo demostró. —¿En serio? ¿Cómo piensas hacerlo?—Quizás...— Yolanda sonrió y apretó suavemente sus labios contra los de Dante. Llevaba mucho tiempo deseando hacer esto, pero nunca había tenido la oportunidad de hacerlo estando sobria. Solo cuando su mente estaba desinhibida podía dar rienda suelta a sus deseos.En el momento en que sus labios se tocaron, la sien de Dante palpitó. Realmente estaba conteniendo todo lo que podía.—Estás jugando con fuego, Yolanda—gimió. No se había imaginado que alguien tan correcta como Yolanda fuera tan encantadora después de beber.Yolanda le ignoró y se arqueó en su regazo, respondiendo: —Tú eres el que se está quemando.Al segundo siguiente, Dante la hab
Sofía se masajeó las sienes doloridas y fue al baño. Casi dio un respingo al ver su reflejo: —Me veo como si me hubiese pasado un camión por encima—murmuró, riendo un poco.Sus sueños se esfumaron, solo recordaba que habían sido pesadillas.Después de lavarse la cara, se maquilló para ocultar su cansancio y bajó las escaleras. Bruno ya estaba desayunando con Paloma y Juliana.Se volvieron para mirarla cuando llegó al primer rellano.—Veo que ya te has levantado. Ven a desayunar con nosotros—le ofreció Bruno. Sofía asintió y se acercó. Su hambre se había triplicado debido al agotamiento y las pesadillas de la noche anterior, así que empezó a comer como si no hubiese un mañana.La visión hizo que Juliana se sintiera incómoda en su interior.—Oye, Sofía, ¿por qué elegiste ir al departamento de ventas? Tienen un objetivo mínimo que alcanzar cada mes, ¿no? ¿No te preocupa no hacer ninguna venta? — Antes de que Sofía pudiera responder, Juliana fingió un grito ahogado: —No esperarás que
Sofía se sintió un poco decepcionada cuando Juliana fue detenida. Después de todo, quería mostrarle a Bruno lo manipuladora que era Juliana. Pero desafortunadamente, su madre era una mujer muy astuta. Aun así, lo que ocurrió fue suficiente para que Bruno se tornase enojado—Papá, yo...— Juliana intentó explicarse, pero una mirada severa de su padre la silenció. En lugar de eso, se miró las rodillas y se quedó callada.—¡Controla a tu mocosa! — le gruño enfurecido Bruno a Paloma, y luego se levantó de la mesa y salió, seguramente en dirección al trabajo.Cuando Bruno se fue, Juliana miró a Sofía con los ojos enrojecidos y llorosos. Sofía la ignoró, ya que nunca hacía más que enviar puyas con la mirada o simplemente malhumorarse. Después del desayuno, se marchó directamente al despacho, dejando a madre e hija en el comedor.Juliana se quejó a su madre: —Papá es demasiado injusto.Paloma se aferró a su hija, disgustada y decepcionada: —Sí, me temo que ahora solo quiere a la hija de
Para sorpresa de Sofía, el anciano no respondió de inmediato a su llamada. Pasó un rato antes de que alguien atendiera, lo que la puso ansiosa.—Abuelo...—Señorita Sofía—contestó Manuel, el mayordomo de la familia.Sofía se sorprendió por su respuesta. —¿Dónde está mi abuelo? Necesito hablar con él de algo importante.—Se fue a hacer unos asuntos. ¿Puedo tomar tu mensaje? — respondió Manuel con una voz apacible, ajeno a la seriedad del asunto.Sofía decidió ser franca: —Se trata de Julio. No contesta mis llamadas y tampoco está en su despacho. Quería saber si está en la vieja mansión.—El señor Julio salió con el señor César. Creo que olvidó llevarse su teléfono, por eso no contesta—dijo Manuel sin titubear.Sofía confiaba en el mayordomo, así que sus palabras la tranquilizaron un poco.—Eso es todo lo que necesitaba saber. Gracias. Saluda al abuelo de mi parte.Luego colgó y se dirigió a trabajar en la oficina.En la casa, Manuel colgó el teléfono y miró al viejo señor Cé
Sofía se preparaba para reunirse con sus clientes después de haberse familiarizado con los documentos de ayer, no iba a permitir que Juliana se burlara de ella.Avisó a la secretaria de su cliente y se marchó a su despacho. La llevaron a la sala de espera. Pronto entró el cliente de Sofía y a su lado estaba Óscar Luna.—Señorita López—saludó Lucas Valverde, el cliente de Sofía, que aún tenía que mantener cierto respeto; al fin y al cabo, Sofía era una López.Sofía asintió, ignorando por completo a Óscar: —Buenos días, señor Valverde.—Siéntate, siéntate—Lucas señaló el sofá detrás de ella, sentándose al mismo tiempo.Sofía se sentó, se aclaró la garganta y se dispuso a presentar su propuesta. Oscar intervino entonces: —La señorita López nos honra hoy con su presencia por el proyecto de Ciudad Sur, ¿me equivoco?—Está usted muy bien informado, señor Luna—asintió Sofía. Estaba aquí por ese proyecto y solo por él. A la empresa de Lucas le habían adjudicado el proyecto y buscaba un socio
A Oscar se le iluminó el rostro de concupiscencia por su proximidad con Sofía, la impresión engreída de Sofía iba desapareciendo poco a poco en su mente. Le rodeó los hombros con un brazo: —¿Qué te parece si hacemos? —Deslizó suavemente un dedo por su brazo mientras hablaba, con una sonrisa que se volvió lasciva.Al segundo siguiente, Sofía le retorció el brazo y le apretó contra el sofá.—¡Pero que carajos! — Oscar aulló—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Luna? —gruñó Sofía.—No pongas a prueba mi paciencia, Sofía López—resopló Óscar, avergonzado por la facilidad con la que se le había maltratado.Sofía se rio y le soltó, sentándose en el asiento de enfrente: —Creía que te gustaba Juliana.—Eso no tiene nada que ver con que quiera también hacer el amor contigo.Juliana sólo sería más feliz si lo hiciera.—Puedo ayudarte a casarte con ella, ¿sabes? —Sofía no perdió el tiempo alargando más las cosas.Oscar se quedó boquiabierto. No se lo esperaba. —¿Puedes...? ¿Ayudar a casarme
Lucas miró a Oscar y a Sofía. Es una mujer excepcional... qué pena—pensó.—Siempre puedes acudir a mí para cualquier proyecto empresarial, señorita López. Seguro que puedo darte tanto o más de lo que te ha dado el señor Luna—le dijo.No habría permitido que Óscar se acostara con Sofía si no hubiera firmado ya el acuerdo con él.Sofía se dio cuenta enseguida de lo que quería decir y le miró fríamente—Me temo que no es lo que usted piensa, señor Valverde. Me gustaría aclarar que no pasó nada de eso entre nosotros.—El Sr. Luna y yo—Antes de abandonar el salón, llegó a advertir: —Espero que no se corra la voz de semejante calumnia, señor Valverde. No dudaré en acallar cualquier acusación sobre mí.A Sofía no le molestaban esos rumores, pero tenía la responsabilidad de acallarlos ahora que era reconocida como hija de los López.Cuando se marchó, Lucas maldijo: —¿Por qué carajo sigue comportándose tan prepotente? Ella es la que se abre de piernas solo para conseguir lo que quiere— Oscar le
Cuando Sofía regreso a la empresa. Mucha gente la miraba expectante por saber si había conseguido la anhelada colaboración.Justo cuando se sentó en su asiento, Alejandra Morales, que estaba sentada cerca, se acercó. —No te enfades, Sofía. Las cosas no suelen salir bien a la primera. Cuando empecé, ni siquiera llegué a conocer al cliente.Aunque Alejandra sabía que Sofía contaba con el apoyo de los López y que la colaboración no sería un problema, nadie sabía realmente qué estaba planeando el Sr. López. ¿Y si se corría la voz y ya nadie respaldaba a Sofía?De ser así, no tendría muchas posibilidades de conseguir la colaboración.—Gracias—dijo Sofía. Sabía que Alejandra la estaba consolando —Pero el contrato ya está firmado.Ahora le tocaba a Alejandra sorprenderse: —¿A la primera? ¡Eso sí que es bien chido! No se había quedado callada con sus palabras, y la gente la miraba. —¿Lo habrá conseguido Sofía? —se preguntaban.Algunos estaban celosos, pero pensaban que era de esperar. Sofía