Sofía bajó la cabeza y tardó un rato antes de decir: —Lo siento.—¿Perdón?Julio hizo una mueca de desprecio y se limpió el rabillo del ojo mientras decía fríamente: —No hace falta. Tú y yo no tenemos ninguna relación. Puedes ocuparte de quien quieras. No tengo derecho a entrometerme.—Me salvó...—¡Sí! ¡Él te salvó! ¡Maldita sea, ojalá fuera yo quien te hubiera salvado en ese momento!Aunque tuviera que pasar el resto de su vida en una silla de ruedas, Julio deseaba ser él quien la salvara. Rara vez se enfadaba, y menos delante de Sofía, pero aquel día no pudo contenerse.Sofía había prometido cuidar de Diego, lo que básicamente significaba que no podría estar con él. Él ya se estaba preparando para confesarle sus sentimientos, pero no preveía que las cosas fueran a salir así.Después de un largo rato, Sofía recuperó la compostura y levantó la cabeza.—Tienes que calmarte. Puede que no se quede así para siempre.Ya habían contactado con los mejores médicos. Tal vez, hubiera otra man
Jaime intentó desesperadamente que Julio dejara de beber.Al abrir la puerta de la habitación privada, Alejandro se quedó un poco estupefacto al ver la escena que tenía delante.—Señor César, ¿estás bien? —preguntó Alejandro.Ambos se volvieron para mirarle.—¿Por qué me preguntas? —respondió Julio.—La señorita López me llamó y me dijo que habías tenido un desencuentro con ella. Estaba preocupada por ti —dijo Alejandro.Julio se mofó de sus palabras y finalmente dejó de intentar arrebatarle la copa de vino a Jaime.—¿Preocupada por mí? ¿Cree que voy a morir por su culpa o algo así?Alejandro se sintió incómodo mientras pensaba: “¿No es eso lo que estás haciendo ahora?”Jaime intuyó que algo no iba bien y preguntó a Alejandro: —¿Qué pasa?Alejandro puso cara de desconcierto y negó con la cabeza.—Yo tampoco lo sé. La señorita López me llamó de repente.Jaime reflexionó sobre lo que estaba pasando y siguió preguntando: —¿Ha pasado algo?Jaime le preguntó a Alejandro acerca de lo que ha
Cuando Julio regresó al hospital, se encontró con que Sofía ya había terminado sus trámites para el alta; su cuarto estaba vacío. Entonces se dirigió directamente a la sala donde estaba Diego, y tal y como esperaba, se encontró a Sofía allí.Además de Sofía y Diego, también estaba Antonio.Probablemente había venido de visita porque se había enterado de la situación de Diego.Julio no entró y se sentó en un banco frente a la puerta. No sabía qué podía hacer en ese momento, pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados. Todo esto le hacía sentirse un poco frustrado.Dentro de la sala, Antonio miró a Diego con expresión complicada y le dijo: —No te desanimes, debe haber otra solución.—Sí —respondió Diego con poca emoción.—Pase lo que pase, has salvado a Sofía. Si realmente tienes que pasar el resto de tu vida en una silla de ruedas, asumiremos la responsabilidad —dijo Antonio.Diego frunció el ceño y miró a Antonio antes de decir: —Vale, lo entiendo.No necesitaba que Antonio se res
—Sí. ¿Me estás culpando ahora? —Julio quería reírse, pero no podía. Todo era demasiado reciente aún.¿Estaba Sofía protegiendo a Diego sólo porque estaba herido? Sofía abrió la boca, pero al final no dijo nada.En lugar de eso, miró a Antonio y le dijo: —Diego acaba de despertarse. ¿Por qué le has hablado así? Y si le pasa algo…—¿Cree que puede hacer una demanda irrazonable solo porque te ha salvado?Antonio estaba arrepentido de haber traído a Diego, pero también pensaba que, si él no hubiera estado allí, Sofía habría sido la que habría acabado herida ayer.Ese tampoco era el resultado que él quería ver.Sofía suspiró: —Antonio, Diego no me pidió nada. Yo me ofrecí.—Eso no es verdad. Yo escuché cómo te lo pedía —Julio habló desde un lado.En cuanto terminó de hablar, Sofía lo fulminó con la mirada. —¿No puedes tener la boca cerrada?Julio frunció los labios y no dijo nada más. Siguió allí sentado y no se fue.—Sofía, sé que le estás agradecida y quieres devolvérselo, pero podemo
Después de que Julio estuviera a cierta distancia, Antonio finalmente habló y le preguntó a Sofía:—¿Sabes lo que significa para ti y para Diego que elijas cuidarlo por el resto de tu vida, no?—Lo sé.Sofía asintió y apartó la mirada de la espalda de Julio.—Quizá no estemos hechos el uno para el otro —añadió.De hecho, Sofía había estado dispuesta a aceptar la confesión de Julio y convertirse en su novia. No esperaba este giro de los acontecimientos.Antonio suspiró. Antes no le gustaba la idea de que Sofía se juntara con Julio. Sin embargo, ahora se sentía un poco triste. Quizá porque no era lo que Sofía había elegido voluntariamente.—Sigo esperando que lo pienses detenidamente. Hay muchas formas de devolverle el favor. No es necesario recurrir a un arreglo tan extremo —aconsejó Antonio.Para él, este tipo de compromiso de por vida era demasiado.Sofía comprendió lo que quería decir y asintió con la cabeza.—Lo sé. Antonio, deberías volver al trabajo ahora. No te preocupes por mí.
Al oír eso, Ernesto frunció el ceño.—Puede que no sea capaz de resolverlo todo ahora, ¡pero deberías tener en cuenta el hecho de que aún no estoy muerto!“¿Cómo puede estar tan seguro de que Mariano no será capaz de arreglar el desaguisado de nuestra familia conmigo vigilándole? ¡Qué arrogancia!”, Ernesto echaba humo para sus adentros.—Ya que no me crees, esperemos a ver —Julio se levantó. No tenía intención de hacerle nada a Ernesto en ese momento; sólo quería desahogarse.Al llegar a la puerta, Julio se detuvo en seco y se volvió. —Ya eres mayor. Hay muchas cosas que no puedes hacer.El rostro de Ernesto se volvió ceniciento al instante y miró con frialdad en la dirección en que se había marchado Julio.Julio desapareció rápidamente de la mansión César. Parecía haber venido sólo para decir aquellas palabras a propósito, y Ernesto estaba desconcertado acerca de sus intenciones.—Ve a averiguar qué pasó.Ernesto había vivido y experimentado muchas cosas y era consciente de que el co
A Julio le hizo gracia sus palabras y la miró con un deje de burla.—¿Crees que estamos tan cerca?—Julio, sé que estás enfadado por lo de Sofía, pero no tienes por qué desquitarte conmigo —Lucía estaba disgustada.Fuera como fuese, seguía siendo hija de una familia acomodada. Aunque no tenía mucha presencia en la familia, nadie se atrevía a hablarle de una forma tan grosera.Por desgracia para ella, a Julio nunca le importaron su condición ni su educación. Él la miró impasible, y Lucía sintió que un escalofrío le recorría la espalda.—Sé de la situación de Sofía, pero te juro que no tiene nada que ver con los Flores. No querían meterse con los López.Incluso hasta ahora, los César seguían vigilando a los Flores. Si los Flores se atrevían a ofender a los López en ese momento, se buscarían la muerte.—¿Qué quieres de mí? —Julio no estaba de humor para charlar con ella y sólo quería echarla.—Sólo vine a verte. Debes estar sintiéndote mal porque Sofía ha decidido hacerse cargo de Diego
Lucía se quedó muda al escuchar las palabras de Julio. No esperaba que Sofía decidiera cuidar de Diego el resto de su vida. Si ese era el caso, ella no podía hacer nada al respecto.“No puedo pedirle a Sofía que abandone esa idea, ¿verdad?”, Lucía empezó a devanarse los sesos buscando una solución.Mientras ella se lamentaba internamente de la imposibilidad de todo aquello, Julio habló de repente.—Si quieres que te ayude a hacerte cargo de la familia Flores, dilo. No es del todo imposible.Al oír eso, a Lucía se le iluminaron los ojos.—¿Estás de acuerdo en ayudarme? —preguntó.—Puedo ayudarte a controlar a los Flores con la condición de que yo consiga controlar a los César. Así que tienes que encontrar la manera de que los Flores causen problemas, ¿me entiendes?Lucía se quedó atónita por un momento, pero enseguida comprendió lo que Julio le estaba insinuando.Los César ya tenían problemas, y darles más problemas en este momento duplicaría la presión sobre Mariano y le haría incapaz