Al oír eso, Ernesto frunció el ceño.—Puede que no sea capaz de resolverlo todo ahora, ¡pero deberías tener en cuenta el hecho de que aún no estoy muerto!“¿Cómo puede estar tan seguro de que Mariano no será capaz de arreglar el desaguisado de nuestra familia conmigo vigilándole? ¡Qué arrogancia!”, Ernesto echaba humo para sus adentros.—Ya que no me crees, esperemos a ver —Julio se levantó. No tenía intención de hacerle nada a Ernesto en ese momento; sólo quería desahogarse.Al llegar a la puerta, Julio se detuvo en seco y se volvió. —Ya eres mayor. Hay muchas cosas que no puedes hacer.El rostro de Ernesto se volvió ceniciento al instante y miró con frialdad en la dirección en que se había marchado Julio.Julio desapareció rápidamente de la mansión César. Parecía haber venido sólo para decir aquellas palabras a propósito, y Ernesto estaba desconcertado acerca de sus intenciones.—Ve a averiguar qué pasó.Ernesto había vivido y experimentado muchas cosas y era consciente de que el co
A Julio le hizo gracia sus palabras y la miró con un deje de burla.—¿Crees que estamos tan cerca?—Julio, sé que estás enfadado por lo de Sofía, pero no tienes por qué desquitarte conmigo —Lucía estaba disgustada.Fuera como fuese, seguía siendo hija de una familia acomodada. Aunque no tenía mucha presencia en la familia, nadie se atrevía a hablarle de una forma tan grosera.Por desgracia para ella, a Julio nunca le importaron su condición ni su educación. Él la miró impasible, y Lucía sintió que un escalofrío le recorría la espalda.—Sé de la situación de Sofía, pero te juro que no tiene nada que ver con los Flores. No querían meterse con los López.Incluso hasta ahora, los César seguían vigilando a los Flores. Si los Flores se atrevían a ofender a los López en ese momento, se buscarían la muerte.—¿Qué quieres de mí? —Julio no estaba de humor para charlar con ella y sólo quería echarla.—Sólo vine a verte. Debes estar sintiéndote mal porque Sofía ha decidido hacerse cargo de Diego
Lucía se quedó muda al escuchar las palabras de Julio. No esperaba que Sofía decidiera cuidar de Diego el resto de su vida. Si ese era el caso, ella no podía hacer nada al respecto.“No puedo pedirle a Sofía que abandone esa idea, ¿verdad?”, Lucía empezó a devanarse los sesos buscando una solución.Mientras ella se lamentaba internamente de la imposibilidad de todo aquello, Julio habló de repente.—Si quieres que te ayude a hacerte cargo de la familia Flores, dilo. No es del todo imposible.Al oír eso, a Lucía se le iluminaron los ojos.—¿Estás de acuerdo en ayudarme? —preguntó.—Puedo ayudarte a controlar a los Flores con la condición de que yo consiga controlar a los César. Así que tienes que encontrar la manera de que los Flores causen problemas, ¿me entiendes?Lucía se quedó atónita por un momento, pero enseguida comprendió lo que Julio le estaba insinuando.Los César ya tenían problemas, y darles más problemas en este momento duplicaría la presión sobre Mariano y le haría incapaz
Pronto el pelo de Sofía estuvo seco. Julio preguntó entonces: —¿Has cenado?—Todavía no.Acababa de llegar del hospital y lo único que quería era una ducha y dormir. No había descansado bien estos días.—Te prepararé algo.Julio se levantó, con ganas de ir a la cocina.Sofía lo agarró rápidamente.—No hace falta. Aquí no hay muchos ingredientes. Pidamos comida para llevar.Podía oler el alcohol en Julio. Acababa de llegar a casa y tenía que estar agotado. No podía soportar que cocinara para ella.—Eso también está bien. —Julio no insistió en cocinar. En realidad, se sentía mareado, pero eso no le impediría cocinar para ella si era necesario.Volvieron al salón y Julio cerró la puerta, diciendo: —Deberías tener más cuidado en el futuro. ¿Y si entrara alguien más aparte de mí? Eso sería peligroso.—De acuerdo — Sofía asintió.Antes no era tan descuidada. Probablemente estaba demasiado agotada para darse cuenta. Se debatía consigo misma si decírselo a Julio.Su estado de ánimo se vería
Quizá había reprimido sus sentimientos durante demasiado tiempo.Sofía no sabía lo que se le pasaba por la cabeza.Cuando Julio se dispuso a marcharse, ella tiró de él y le besó en los labios. Sintió que se había vuelto loca.Pero entonces Julio la apartó y la miró fijamente a los ojos.—¿Sabes lo que estás haciendo?—No lo sé. No sé nada en absoluto.Ella tampoco quería saber, ni pensar. Sólo seguía a su corazón.—Tendrás que recordar que tú lo buscaste.Antes de que Sofía pudiera responder, Julio se inclinó hacia ella y la besó apasionadamente.Cuando se despertó a la mañana siguiente, le dolía todo el cuerpo, como si un tanque le hubiera pasado por encima durante la noche. Volvió en sí y contempló el dormitorio vacío, con la ropa esparcida por el suelo. Fue entonces cuando comprendió lo que había ocurrido la noche anterior.Ella y Julio...Se sujetó la cabeza, sintiendo que le venía un dolor de cabeza.Nunca había pasado nada entre ellos, ni cuando fue su esposa ni luego siendo su
—No hace falta. Iré yo por mi cuenta —se negó rápidamente Sofía.La situación era increíblemente incómoda.Por desgracia, Diego no quería marcharse.—Ya estoy abajo. ¿No me vas a dejar subir? Además, tienes que mover todas tus cosas. ¿Vas a poder con ellas?Solo Dios sabía lo feliz que se puso Diego cuando Sofía aceptó irse a vivir con él. Había llegado temprano para traerla personalmente.Sofía quiso decirle que sí, pero él ya estaba abajo. No se iría dijera lo que dijera.—Bajaré a buscarte.—Está bien. Tengo un asistente. Sólo dime en qué piso estás. —Diego no quería molestar a Sofía: estaba en silla de ruedas, pero eso no significaba que hubiera perdido completamente la movilidad.Sofía no tuvo más remedio que decirle su número de planta. Colgó y miró a Julio con ansiedad.—Diego se acerca. ¿Por qué no...? —Sofía abrió la boca para hablar, pero no sabía cómo expresar lo que quería. Julio había preparado este desayuno. ¿Cómo iba a echarle? Julio sabía lo que ella quería decirle,
Lo dijo con sinceridad y los ojos de Sofía se enrojecieron mientras le escuchaba.Julio, por su parte, quería reírse. Las palabras de Diego sonaban dulces, pero no habría dicho algo así si no quisiera que Sofía se quedara con él.Lo decía sólo porque estaba seguro de que ella estaría de acuerdo.—No tienes que decir nada más, Diego. Te estoy cuidando voluntariamente —contestó Sofía.No era fría ni despiadada. Diego había sacrificado su vida por ella. ¿No podía ocuparse ella de él? Aunque Julio dijo que Diego estaba siendo egoísta, Sofía sentía que, si rechazaba a Diego, sería ella la egoísta.La respuesta de Sofía fue lo que Julio esperaba.Miró fríamente a Diego. ¿Por qué no se había dado cuenta antes de lo astuto que era? Julio no dijo nada. Sabía que no podía cambiar la situación.—Ven a desayunar, Sofía —dijo Julio, ignorando por completo a Diego.Sofía murmuró en respuesta y miró a Diego.—¿Has comido, Diego?—Sí, lo he hecho. Puedes desayunar. —Diego le sonrió.No le importaba
Al oírlo, Sofía abrió la boca para responder, pero al final prefirió guardar silencio.Poco después, llegaron a la villa de Diego.Mario la ayudó a meter sus cosas dentro.—Sofía, ve a elegir una habitación que te guste.Había muchas habitaciones en la villa. Aparte del dormitorio principal, donde dormía Diego, todas las demás habitaciones estaban vacías.—Me quedaré en la habitación de al lado —dijo Sofía—. Será más fácil para mí cuidarte.—De acuerdo. —Diego asintió y miró a Mario—. Pon las cosas de Sofía en la habitación.—De acuerdo.Mario subió sus maletas.Sofía se quedó mirando a Mario mientras este se alejaba. Fue entonces cuando Diego se lo presentó.—Era mi ayudante cuando estaba en el extranjero. Cuando se enteró del incidente, voló a verme. Puedes darle órdenes en el futuro.—Él... no es sólo un asistente, ¿verdad? —Sofía sonrió secamente.Sabía lo que hacía Diego. ¿Cómo podía tener un ayudante en esta situación?Diego estaba estupefacto. Había olvidado que ya le había hab