Scott estaba organizando todo para empezar a recibir la maquinaria para la expansión de la refinería y también tenía que revisar algunos contratos. Boris le enseñaba todo lo que necesitaba y él aprendía rápido, pero era un trabajo de toda una vida y él solo llevaba meses. Miró su a ventanal y se dio cuenta que ya era de madrugada. Tuvo que mudarse a Washington por Alice, quería estar cerca de ella, con los dos nombres que la seguían las veinticuatro horas desde hacía ya dos semanas, para él no era suficiente. Escuchó su teléfono sonar y se acercó para mirar la pantalla. –¿Qué pasa Danny? –Contestó con una voz ronca porque ya se caía de sueño. –¡¡TEMPESTAD SUBIENDO!! –Gritó Danny del otro lado de la línea y Scott se despejó al instante. –¿De qué hablas Danny, no puedes ser más claro? —Scott preguntó con impaciencia, odiaba cuando hablaban con códigos. –Alice está ahora mismo esperando el ascensor para subir en tu edificio. –¿Se puede saber qué hace aquí? –Scott preguntó enojado. –
Alice despertó escuchando las gotas de lluvia contra los enormes ventanales de la habitación de Scott. Estiró la mano para buscarlo en la cama, pero se dio la vuelta al darse cuenta de que estaba sola. Se sentó en la cama sujetando la sabana contra su pecho y miró alrededor. Era una habitación lujosa, pero a la vez muy fría. toda la decoración se resumía a los acabados en madera y el color negro mate. Alice salió de la cama y agarró una camiseta blanca que había sobre un sillón, con varias prendas de ropa encima. Sonrió al recordar la habitación de Scott en el granero, había una silla que cumplía la misma función. Llevó la camiseta hasta su nariz e inhaló aquel olor a tierra mojada, ese olor a motero de pueblo que no se le había quitado ni con el perfume más caro y Alice amaba ese olor. Salió de la habitación y observó que los grandes ventanales formaban una enorme pared de cristal compartida entre en salón y la habitación, se podía ver toda la ciudad, eran unas vistas hermosas. Sco
Todo el dolor, la desolación y el desespero que Alice luchó durante seis años para superar, Scott lo estaba probando en aquel momento. No sabía si se sentía culpable o si estaba a punto de maldecir a Dios por no permitir que tuviera un solo momento de paz en su vida. Acababa de abandonar un infierno y ya estaba entrando en otro. Era insoportable imaginar cómo sus vidas hubieran sido diferentes. Darse cuenta de que Isaiah tenía razón era abrumador. Alice y él habían pagado por los pecados de otros y habían pagado con el bien más preciado habían tenido, la vida de su bebé. –¿Cuándo paso? –Scott preguntó con la voz quebrada. Alice había ocultado su rostro entre las manos, y Scott podía sentir la aflicción de su llanto. Intentó consolarla, pero ella se alejaba. –¿Me... merecía esto…verdad? Estoy…pagando…no tenía derecho a…–Alice balbuceaba y verla así le provocaba a Scott un fuerte sentimiento de congoja. –¡No digas eso mi niña! Por favor no hagas caso a mis palabras, solo estaba enoj
Habían pasado horas desde que Scott y Alice habían decidido sacar sus verdades a la luz. Alice se había quedado dormida en sus brazos y Scott había decidido que estaría más cómoda en la cama, así que la llevó hasta la habitación. Los dos necesitaban descansar, no había sido un día fácil y los siguientes tampoco lo serían. Scott había intentado dormir, pero era imposible pegar ojo, entonces solo se había sentado en un sillón delante de su cama para observar a Alice durante horas. Alice abrió los ojos y parpadeó un par de veces intentando adaptar su visión, en la oscuridad de la habitación. Su mirada se encontró con la de Scott. Se miraron durante unos minutos, como si fuera la primera vez. Alice se levantó de la cama y caminó hasta Scott y se puso delante de él. Los ojos de Scott se quedaron a la altura de su vientre. Scott puso sus manos sobre sus caderas por dentro de la camiseta que Alice llevaba puesta. Ella no tardó en quitársela y terminar de desnudarse para él. Scott dejó un
Cuando Scott pasó por la secretaria de Thomas, la mujer no se había atrevido a dirigirle la palabra y no había movido un músculo para apartarse de su mesa y avisar a su jefe. El hombre parecía cargar la furia de un dios y era mejor no atravesar su camino. Sus músculos estaban tan tensos que ni el traje de Brioni podía ocultar la fuerza de aquellos brazos. Empujó la puerta del despacho de su hermano y lo vio apartarse con brusquedad de una chica que estaba tumbada sobre su mesa. Se notaba que era muy joven, seguramente no llegaba a los dieciocho años. Scott no pudo evitar sentirse asqueado, hasta en eso se parecía a su padre. Thomas se asustó al ver como su hermano con otros tres hombres invadía su despacho como si fuera el dueño del lugar. Uno había agarrado a la chica del brazo y la sacó fuera del despacho y después se había parado delante de la puerta para vigilar que nadie pudiera entrar y el otro hacía lo mismo dentro para que nadie pudiera salir, es decir para que Thomas no tuvi
Scott estaba apoyado en uno de los tres cuadriláteros que había en el enorme gimnasio que había montado Mike. –Has hecho un gran trabajo aquí Mike. –Declaró Scott mirando alrededor y lo vio sonreír con orgullo. –¡Es gracias a ti! Este lugar no existiría sin tu exagerada ayuda económica. ¿Sigues entrenando? –Preguntó con curiosidad. –Hace mucho que no subo a un ring, pero tranquilo que no tardaré en desafiarte. –Scott bromeó palmeando su hombro y se quedó inmóvil cuando vio la figura que estaban esperando entrar por la puerta del gimnasio. –¡Hoffman¡ –¡Sheriff! –Scott inclinó la cabeza y luego miró el hombre a los ojos. –Mike me ha comentado sobre los rumores que circulan sobre el incendio del club… –No son rumores, eso te lo puedo asegurar. –Afirmó el sheriff extendiendo una carpeta a Scott y saludando a Mike. Scott abrió la carpeta y empezó a revisar lo que había dentro. Sacaba una hoja tras otra, se llevaba la mano a la cabeza y luego se quedaba pensativo, mientras los dos hom
Pitt observaba desde la entrada principal de la enorme mansión de Víktor Torosyan, como un Lamborghini Sián atravesaba la verja que era custodiada por diez hombres armados. Scott se bajó del coche acompañado de Danny, ambos saludaron al mexicano con un abrazo, no había empleado o jefe en ese momento, solo tres hombres dispuestos a lo que sea para ayudar a un amigo. –¿Cómo está Víktor? –Scott preguntó con un tono preocupado. –Lleva tres días encerrado en su despacho con varias botellas de alcohol. –Pitt informó con la voz ronca, estaba claro que en estos tres días no había pegado ojo. –Intenté entrar, pero se niega a hablar con alguien, hasta tiró su teléfono por la ventana. –Pitt miró un enorme ventanal que había en el centro de la mansión y los otros dos siguieron la dirección de su mirada. –Encima amenaza con disparar a cualquiera que se atreva a incomodarlo y sabemos que es muy capaz de hacerlo. –Pues no va a esconderse por más tiempo. Es hora de sacarlo de ahí. –Scott caminó co
–¿Por ella estabas en Hays?– Preguntó Scott intentando entender. –Ingresé en prisión por mis malas decisiones. Por perder la cabeza. –Víktor afirmó y Scott intentó entender. –Me enamoré de una niñita malcriada y caprichosa, pero dulce como ella sola, me volví loco por ella. Marina tenía los dieciocho años recién cumplidos. Era la hija de un narcotraficante español, que cómo podrás imaginar no era mi mejor amigo. Estaba obsesionado por ella y ella estaba loca por mí, así que me importó muy poco empezar una guerra contra su padre. Él puso un precio muy alto a mi cabeza, Marina se asustó tanto que fue a buscarlo. La hizo elegir entre su familia y yo, así fue cómo tomó la peor decisión de su vida. –Víktor hablaba con la voz rota, era visible que le dolía más de lo que era capaz de admitir. –Se vino aquí a vivir conmigo, éramos felices. Seguramente habrá sido la luna de miel más intensa de la historia. –Víktor sonrió con tristeza. – pero después nuestra relación se volvió un caos. Una niña