El señor Alex

          Cuando me retiré a mi cuarto eras las 5:30 estaba realmente agotada y acalorada, entre Raquel, Mira, Samuel y yo preparamos el comedor. Sobre la mesa de 10 puestos y caoba pulida colocamos un mantel blanco con dorado, mullido que hacía juego con las sillas de madera y espaldar color mostaza, siempre me pregunté ¿para qué era esa mesa tan grande? Casi nunca se usaba, cuando los señores se sentaban, la señora Lucy se empeñaba en permanecer en la cabecera y no aceptaba que el señor se sentara a su lado, tenía posición de reina, cada uno en su extremo. Una vez escuché que ella pasó más tiempo con su madre, luego con Mira y con Nilvia, he ahí la personalidad porque este misterioso ser que  recibirían hoy come con su servidumbre, le gustan las rosas y los mariscos. Mis arreglos florales quedaron hermosos en el centro, cerca de cada extremos, uno blanco con una rosa color rosado en el centro y el otro bouquet de rosas rosadas con una blanca muy abierta en el centro, por los lados coloqué brisas que le dieran un toque elegante y para el ceibo, que acompañaba la mesa y sobre el cual reposaba una elegante lámpara alta de color blanco, coloqué hortensias rosadas muy tupidas, en un bol de vidrio que encontré en la cocina. Dormí un buen rato, mis parpados pedían reposo, sin embargo, la conversación con el señor Aníbal me mantenía inquieta, ¿qué de mi le molestaba? ¿Acaso me veía como una adolescente alocada que coqueteaba con el utilitis de la casa? ¿Por eso su ceño fruncido y su repentina seriedad? No entendía, yo no era eso y si era impresión le di hablándole de Gary no fue mi intensión, además no era su problema, a mi me faltaban poco meses para ir a casa, aquella no era mi casa, era el resultado de un favor y Gary era mi amigo ¿los amigos se besan en los labios? ¿Le gustaba yo a Gary? Si, respondía mi mente y a mí me gustaba gustarle, era muy buena compañía y casi todas las chicas me preguntaban quien era él cuando iba a esperarme, era atractivo y fuerte y yo me sentía segura. Podía recordar el olor de su aliento y sus labios sobre los míos, esperaba que regresara para repetirlo.

            Tocaron levemente a la puerta y mi sueño medio despierto, se sobresaltó, la puerta se abrió casi al mismo tiempo, aún estaba claro afuera, quizás comenzaba a ponerse el sol.

            -María Victoria.-Fue un susurro pero de inmediato adiviné la voz de Nilvia, me senté en la casa y pude verla con claridad.

            -¡Nilvia! –Corrí a sus brazos, estaba muy alta.-No sabía que venias.-Me separé y la observé, ella sonreía feliz como yo. Estaba inmaculadamente vestida con pantalón ajustado de lino color negro  y una camisa de seda gris, la tomé por las manos y me alejé para verla bien.- ¡Estas preciosa!

            -Oh vaya no adules –Fuimos y buscó  la cama para tomar asiento.-Alex me ha llamado personalmente, hace tiempo no nos vemos.

            Ah, el Alex también surte un efecto en ella.

            -Ese señor Alex es todo un personaje, revolucionó la cocina, el jardín, la casa, a los señores, a ti.

            -Pues si.-Su maquillaje era tenue pero elegante, se preparó para darme una charla.-El hermano de Mira y Samuel, era un alcohólico irresponsable, o es porque sigue vivo, se quedó con Gary luego que su madre los abandonara, fue Alex quien luchó legalmente y logró que el muchacho se criara con sus tíos, yo tenía poco tiempo de novia de Eliecer cuando llegó a la casa, de ahí que Mira tenga un gran interés o por complacerlo.-Gary nunca me habló de sus padres, yo nunca pregunté, para mi bastaba que Mira y Samuel fueran sus queridos tíos.-Alex le obsequió esta casa a su hija y fue a él a quien llamé hace cinco años cuando tu madre me pidió que te sacara de San José, si estás aquí es gracias a él, como debes haberlo notado, Lucy no es la mata de cordialidad.-Así que ese señor Alex si era en verdad el personaje.

            -Tiene mucho dinero.-Fue lo único que alcancé a decir.

            -Si, mucho.-ella rió.-Pero no es eso lo más grande de él.

            -¿A no? –Reímos las dos, la casa, el poder, el colegio, Europa, abogado.

            -Tiene un gran corazón, es un romántico, alguien muy especial. Te habrán dicho que mientras él esté aquí deberás comer en el comedor.

            -Si, eso martilla mi cabeza.

            -Imagino, pero has de dar buena impresión, por eso estoy aquí, quiero arreglarte yo misma.

            -¿Arreglarme? ¿Cómo?

            -Hoy y mañana y pasado y si él está aquí un mes o un año, tu eres el único favor que le he pedido y has de brillar. Antonio ha traído ropa y zapatos nuevos para ti, ve a ducharte que los busco, no queda mucho tiempo.

            Ducharme, si, lo haría lo más rápido que pudiera, el cabello no estaba incluido, estaba limpio y brillante, no había tomado los olores de la cocina porque además de recogerlo lo cubrí con una pañuelera.

            Esta mujer había venido al rescate una vez más y siempre bien dispuesta, era tan elegante y bonita, tenía ese aire de los extranjeros que hacían suyo este país, tono de voz susurrante, gestos delicados y mirada firme, ¿cómo hacía papá para permanecer inmune a ella? Bonitas caderas, bonitas piernas, labios sinuosos, por más tiempo que la miramos no se podía encontrar en ella nada feo. Y después de todo aquello ¿Qué de papá? ¿No sentía? ¿Era de piedra ante esta diosa que en repetidas oportunidades comía en casa? ¿Y ella? ¿No gozaba de estrategias de seducción? Mamá era una mujer diminuta con estrategias de seducción, muchas veces la observé hacerlo, papá caía rendido a sus pies, pensaba que pasado ya bastante tiempo, era hora que él cayera a los pies de esta despampanante rubia.

            Cuando regresé del baño eran las 6:40, sobre mi casa habían tres faldas, dos de algodón una blanca y la otra negra y una de seda gris, cinco camisas, tres azules con volados y estampados con botones decorativos, una blanca de tela bordada un poco escotada y una crema con hilos dorados, esa me gustó mucho, también dos pantalones de fina tela uno verde y el otro igualmente blanco, no lo podía creer, tenía algo de tiempo sin comprar ropa, de hecho, mucho tiempo, no me preocupaba mucho por ese tema a pesar que ya algunas piezas me quedaban algo ajustadas o cortas, no quería decir que no a nada todo aquello me encantaba.

            -Espero te gusten, no tienes porque preocuparte ya lo pagará tu padre después, yo solo me adelante, al señora Leticia me acompañó hace unos días y mira.-Sacó de una inmensa bolsa con diseños muy finos, tres cajas de zapatos, dos sandalias sin tacón negras y blancas y la última unas zapatillas de ensueño plateadas con algo de tacón, no era mi estilo pero ya quería usarlas.-Dime que te gustan maría Victoria.

            -¿Gustarme? –Echó para atrás la cabeza preocupada.- ¡Me encantan! –Salté sobre ella emocionada.-Ni queriendo podía decir que no, todo me gusta mucho, gracias.

            -No hay porque darlas.-Se pudo muy seria.-Hoy vestirás la falda blanca con la camisa beige de volados y las sandalias blancas ¿te parece? Te he imaginado miles de veces luego que las compré.

            -Si, si, si, si.-Me ayudó con una destreza maravillosa, busqué mi mejor ropa interior y sin vergüenza alguna la dejé que pusiera en su sitio mis senos, ya muy bien formados, que objetara si la falda me la traté de meter por la cabeza y al final que no combinara con la elegancia que  ameritaban aquellas lindas sandalias blancas con pedrería en las correítas que se abotonaban, el cabello lo cepillé yo misma, me llegaba a los hombros para aquel entonces, había ido con Mira a su peluquería preferida y me vi tentada a cortarlo un poco, el resultado fue bueno, con un poco de cabello menos parecí realmente de 16 años.

            -Déjame darte esto también.-Sacó de su cartera un bolsito y de ahí extrajo un polvo compacto que difuminó en mi rostro rápidamente, rímel negro y varios brillos desde rojos hasta naranja, apenas para dar brillo no pintaban para manchar.-ahora si échate una mirada.

            Lo hice, el espejo de mi cuarto no ayudaba mucho, era de una peinadora vieja, pero aún así, la chica que este reflejaba era una desconocida para mí, no podía cerrar la boca, era una chica esbelta, bien arreglada, sin greñas sueltas, el cabello castaño muy claro con hilos amarillos le caía sobre los hombros y más abajo los senos que se alzaban para después admirar las bronceadas y torneadas piernas que desde un poco más arriba de la rodilla quedaban expuestas ¿Quién era? Yo, María Victoria Ríos y esta chica era muy, muy bonita.

            -Te has quedado muda.-La miré, sus ojos eran cristales verdes llenos de lágrimas.Eeres muy bonita María Victoria, estoy orgullosa y feliz de haber acertado tu talla, estas muy alta.

            Reímos.

            -Voy afuera, no te tardes, mírate un rato más, tenemos que ayudar a Mira.-Yo asentí aún sin poder hablar.-Ah, te quería preguntar algo sobre esa ventana.-Señaló arriba, la ventana alta por la que acostumbraba espiar al señor.

            -Ah, sólo es para que entre aire, por eso está sucia, no puedo alcanzarla.

            -Bien.-Meneó la cabeza.-me retocaré, sal pronto.

        Salí de mi habitación faltando 15 minutos para las ocho, estaba inquieta por mi aspecto si para mí era extraño verme y casi no me reconocía, el resto me consideraría una aparición.

         La cocina estaba revolucionada cuando entre todas las miradas fueron hacía mi, Antonio se metía en la boca un calamar rebosado y quedó boquiabierto, todos paralizados, Samuel, Mira y Raquel, Nilvia sonreía  disfrutando el momento.

          -¡Criatura, que belleza de visión! –Mira se acercó a mí, también estaba muy bien arreglada, vestía de negro, algo ligero pero con chispas de brillo en la tela, zapatos negros cómodos de piel fina y su cabello corto muy bien arreglado, también llevaba joyas, aretes de oro largo y pulseras delgadas también de oro rosado, que influencia tenía este tal señor Alex.

           -Tú también estas hermosa Mira.-Le sonreí y acepté tomar sus manos, Samuel me lanzó un beso con los dedos.

             -Bueno vamos ya a moverse, que tengo hambre.-Ahitó Antonio moviendo las manos, Raquel sostenía un par de botellas de vino blanco y él se las quitó sin mucho esfuerzo, ella también estaba sorprendida de esta nueva María, mi otro yo le sacaba la lengua.-vamos lindura, tu y yo nos ocuparemos de la bebida.-Me dijo y me ofreció su brazo, yo lo tomé, él como Samuel vestían con guayaberas blancas, el pantalón de Samuel gabardina gris y el de Antonio lino negro.

             Con él del brazo salí, un poco nerviosa, y vuelvo, por mi aspecto, me parecía desafiar mi estadía en aquella casa, yo siempre había permanecido bajo perfil y ahora, debido a la ocasión, Nilvia había realizado este cambio en mi.

               El salón comedor estaba plenamente iluminado por las largas lámparas de cristal, la mesa estaba elegantemente armada, con los bouquet de rosas en su lugar, jarras de cristal con agua helada, vasos largos, cubiertos en su lugar con servilletas muy bien dobladas y la comida conservada caliente en grandes bandejas de acero inoxidable, vaya todo estaba muy bien pensado para que nadie se levantara de la mesa a buscar nada, hasta había una jarra muy alta con jugo de naranja para los que no bebían, como yo, imaginé que Mira lo tendría en cuenta, en el fondo escuchaba una suave música de bolero que provenía del tocadiscos que adquiriera el señor a disgusto de la señora.

            Antonio caminaba con mucha soltura, él los conocía ya, estaba cómodo, por otro lado y  cosa que reafirme cuando llegué al comedor era que durante la estadía de este señor Alex, Lucy no gobernaba en la mansión. Ahí estaba ella, de pié, junto al arreglo de hortensias, bella, como siempre, sus ojos azules fueron desde mis pies hasta mi cabello y no pude negar la satisfacción escondida detrás del miedo.

             -¡El vino! –Exclamó Antonio y los tres hombres que permanecían de pie junto a una ventana se volvieron a vernos, yo no llevaba nada en las manos, pero en cuanto Antonio soltó las botellas sobre la mesa yo tomé una e intenté abrirla, hasta hace unos segundos los detallé como ellos a mí, a una distancia prudente, ¿cómo tan rápido llegó el señor Aníbal a mi lado y me quitó la botella?

               -Déjalo María, yo lo hago.-Lo miré de soslayo, seguramente mis mejillas se encendieron porque sentí un inesperado calor en todo el cuerpo, ¿qué me  sucedía? Debía calmarme, este príncipe ya tenía reina, le sonreí como él me sonrió, no como siempre, aún estaba muy serio. Sentía directamente la mirada de la señora Lucy sobre, estoy segura que estaba asombrada como yo lo estuve una vez me vi al espejo.

Cuando levanté la mirada, Antonio bailaba con la otra botella pegada al pecho, parecía diferente, actuaba diferente, divertido, otra de las cosas que producía la presencia del señor Alex. Casi de inmediato se acercaron los otros dos caballeros, a uno ya lo conocía, Eliecer, el ex esposo de Nilvia, guapo como siempre, bien arreglado, vestido con camisa manga corta color  guayaba intensa y pantalón del mismo color, pero más claro en lino, a su lado estaba…

          -Ah…papá…-Lucy se mezcló entre nosotros y tomó por el brazo a su padre.-…ella es Victoria, la niña que hemos tenido en casa mientras termina su bachillerato.

         Me pregunté en ese momento ¿si ella sabía lo que era el bachillerato? Si había estudiado alguna vez o si se había graduado de algo

         -Si, lo sé.-El señor Alex terminó de invadir la distancia entre nosotros y con una naturalidad que sólo podía darle la seguridad de carácter se inclinó y tomándome suavemente por los codos beso mi mejilla, ambas mejillas, yo correspondí sonriéndole, luego tomó mis manos entre la suyas.-María Victoria ¿no? –Yo asentí embelesada en sus dientes blancos y sus labios carnosos con sonrisa amplia.-Así te dice Nilvia.-Diciendo esto entró ella con una bandeja, caminaba elegantemente y su presencia invadía el entorno, la mirada de Eliecer era muy significativa y ella también la captó, ¡ehy papá despierta!-¿Cómo te gusta que te llamen?-Volví mis ojos a él de nuevo, Raquel pasó por detrás con una botella de champaña.

              -María está bien, señor.-Le  respondí sin apresurarme a soltar mis manos.

               -Pues María, eres una chica ya y muy bonita.-Soltó una de mis manos y con la suya golpeó la derecha mía que aún sostenía.-No sabía que fuera así.-Era cálida su mirada, no había insinuación en su voz.- ¡Vamos a brindar! –Abrió los brazos y sorprendió a Lucy que aún lo sostenía del brazo y no dejaba de mirarme raro. Mira llegó danzarina ¿qué extraña magia ejercía este hombre sobre todos? Y tenía que aceptar sobre mí también, nunca la casa estuvo tan viva, boleros iban y venía. Lucy parecía una perfecta extraña en compañía de aquellas personas, en ella evidentemente el señor Alex no tenía el mismo efecto favorable ¿por qué? Era su padre y muy agradable.

            Mira se colocó junto a mí y me pasó una copa, mi  vista iba a todos los del salón, el señor Aníbal parecía contagiado del humor de su esposa, no sé si por las mismas razones, me pareció verlo reírse con el grupo cuando llegué con Antonio, el mismo, había soltado el vino que me quitara y tenía ahora la botella de champaña preparada para el sonido que todos celebraron, yo no, estaba algo estremecida por la situación, nerviosa y al mismo tiempo agradada, Mira celebraba haciendo movimientos extraños con su cuerpo y su hermano Samuel comenzó a pasar las copas del champaña burbujeantes que llenaba el señor, Eliecer tomó  un par y las movió hasta Nilvia que no estaba nada odiosa y la otra para mí.

           -Un poco no lo hará daño Nilvia.-Ella apretó los labios y él me guiñó el ojo yo la tomé entre mis manos.

           -No la tomes toda María victoria.

            -Está bien.

                Tampoco estaba muy llena la copa, una vez la aceptara subí mi mirada al resto y el señor Aníbal me miraba, sin haber tomado el calor regresó a mi cuerpo, ¿qué le pasaba a sus ojos esta noche o desde ayer? Luego dejó de mirarme y pasó otra copa, esta vez a Raquel, quien vestía un vestido largo celeste con zapatillas doradas, se pronunciaban un poco sus senos pero no lucía nada mal.

           -Hagamos un brindis.-El señor Alex levantó su copa y el resto lo invitó.-Por la felicidad, la buena comida, la buena bebida, las flores hermosas y la buena compañía.-Al decir esto último me miró y sonrió, yo le sonreí, no había tomado y ya estaba ebria.

            -¡Salud! –Dijeron todos y bebieron, yo también bebí un poco, con mi copa en los labios traté de ser prudente pero frente a mí, Eliecer me hacía un gesto que lo tomara todo y lo hice.

          Ahí, exquisito sabor, estaba muy fría y era muy poca, no creo que me hiciera daño, Nilvia le hizo un gesto de desaprobación y él rió sin líquido en su copa, la botella se había terminado.

        -¿Comemos? –El señor Aníbal dijo e hizo un gesto hacia la mesa, era la primera vez que lo veía en esa actitud de jefe de casa, lo hacía muy bien, todos asintieron, yo ayudé a retirar las copas al centro d la mesa y luego retrocedí uniendo mis manos en mi regazo, nunca había comido en esa mesa, nunca había comido con los dueños de la casa ni un pan uno frente al otro ¿qué lugar ocuparía?

-Siéntate Victoria.-Me dijo Mira cariñosa- Raquel y yo nos ocuparemos

-¿Dónde me siento Mira? –Le pregunté muy bajito.

-¡Aquí! –El señor Alex tomó mi mano y me haló, me tomó por sorpresa, mi cuerpo estaba flojo y casi caigo.-Aquí junto a mí y tú junto a ella Nilvia, quiero estar rodeado de mujeres hermosas.

Rió, todos rieron, yo reí, menos los esposos dueños de la casa, pero entre ellos no se miraban, es decir, cada uno estaba incomodo por razones diferentes pero las razones tenían que ver conmigo.

      El sitio donde me colocó era el medio de la mesa, me puse cómoda con  las manos en el regazo, Nilvia a mi lado, feliz como nunca y él de pie a mi lado ayudando con las bandejas. En la cabecera al lado del señor Alex estaba su hija, sentada como estatua, con una mirada pérdida  ¿qué le pasaba la siempre segura señora Lucy? Tragué grueso, el segundo plato que sirvieron fue el mío, una crema humeante de espárragos que fue directo de mi olfato a mi estómago, el mismo señor Alex lo colocó, como el de Nilvia, parecía un padre consentidor, sus ojos eran tan azules como los de su hija, oscuros, profundos pero cálidos, tenía una tez bonita, con signos de vellos gruesos cerca de los labios y la barba y el cabello eran castaños llenos de gomina, no se movía.

        -Empiecen a comer, no esperen por el resto.-Nos dijo y continuó hablando con Mira de lo bien que olía la comida, aún así Nilvia y yo esperamos a que cada quien tuviera su plato lleno de crema. Frente a mi estaba Eliecer y Samuel y pronto tomaron asiento a su lado Mira y Raquel, Antonio acabó llevando los platos de él y el señor Aníbal y tomó asiento frente a Nilvia, yo temía mirar a mi alrededor, me hubiese gustado tener más cerca a Mira, pero desde allá ella me hizo un gesto con la cucharilla paraqué comiera y lo hice.

        ¡Ummm deliciosa crema!

         -¡Mira esta deliciosa! –La alagó Nilvia de inmediato.

          -Gracias.-Mira sonrió tímida pero orgullosa.-Me alegro que les guste.

          Samuel había traído los espárragos en último momento, costó mucho encontrarlos pero cuando le di la idea a Mira ya pasadas las tres de la tarde un hubo nadie que la sacara de su antojo.

             Yo llevaba una cuchara tras de otra a la boca, recordando los modales que mamá me enseñara y que pensé podían haberse olvidado y saboreaba la textura que acariciaba mi paladar.

      Pasó un buen rato de silencio entre nosotros, yo temía que mi codo chocara con el del señor Alex así que lo inmovilicé en mi regazo, él comía en silencio y cuando terminó se limpió los labios con una servilleta de papel que había frente a él y golpeó levemente la mesa.

-¡Divino! –Exclamó.-Que buena cocinera tienes hija.-se volvió a Lucy y tomándole la mano le besó los mudillos, ella le sonrió coqueta, por un momento volvió a ser ella.

Cuando Mira intentó levantarse, el señor Aníbal la detuvo por la mano.

-Yo voy Mira.-Le dijo, ella dudó un momento pero luego asintió.- ¿Me ayudas María?

-Si.-Sentí un frío más frío que todos los fríos recorrer mi cuerpo mientras me incorporaba, debía mantener su mirada verde cristal, seria, muy seria. El señor Alex se levantó un poco mientras yo salía de la silla y luego habló algo con Nilvia, Antonio con Raquel, Mira con Samuel, Eliecer con Lucy y él y yo sin hablamos retiramos todos los platos hondos y los colocó en el ceibo de al lado y luego acertó destapando los camarones con su salsa rosada al lado y yo abrí la bandeja con calamares rebosados y también la de la ensalada con el pescado que también humeaba, estaba nerviosa  pero mis manos no me delataban, estaba cerca de Eliecer y Lucy y lo encontraba a él siempre que  colocábamos tapas sobre el ceibo, todo llevaba un ritmo pero él estaba muy diferente, tal vez sorprendido por mi apariencia, era como disfraz de señorita ¿o no? Ya tenía 16 años creo que con este disfraz estaría algún tiempo.

Bajo la bandejas habían copitas con los camarones bien arreglados, cada quien tomó uno e hizo lo que quiso con la salsa, Antonio tomó tres y colocó en mi lugar y en el del señor otro.

-Tomen asiento cada quien se sirva, Antonio ¿qué tal si nos das vino?

Miré al señor y este asintió entonces fui a mi lugar y encontré una copa con jugo de naranja, Samuel me sonreía y comí, comí camarones, unos pocos, el señor Alex sirvió ensaladas para Nilvia y para mí y luego para su hija, de último sirvió para él, luego escogimos  los pescados, todo estaba crujiente, divino, se deshacía en  la boca, al término de la cena la música cesó, como si se hubiese puesto de acuerdo con el sonido de los cubiertos y de las voces en diferentes conversaciones.

-Yo voy.-dijo Eliecer y caminó al tocadiscos, segundos después una guaracha se escuchó.- ¿Les gusta?-La mayoría asintió.-Hay que refrescar el ambiente.-Dijo y miró a su ex esposa quien le sonrió, sin complicidad, educación.

En las bandejas no quedó nada, como pensábamos Mira y yo, había sido un éxito, ¿Cuántos días estaría aquí este señor? ¿Cuántos platos había que cocinar? ¿Cuánta vajilla habríamos de lavar?

-Todo ha estado excelente Mira, has hecho algunos cambios en tu sazón.-El señor Alex se limpió los labios con otra servilleta.

-Ha sido gracias a Victoria,.-Oh no Mira, no o digas, lo dijo y todas las miradas fueron hacia mí. -ella es muy buena cocinera, le encanta la cocina, voy el postre para que lo compruebe, acompáñame Raquel.

Raquel se limpiaba la boca roja con una servilleta cual dama de sociedad e hizo un mal gesto tras la invitación de Mira, Ah si Mira enciende la mecha y luego vete, déjame aquí envuelta en fuego.

-¿Te gusta entonces la cocina María?

-Si señor Alex.-Respondí  tímida mientras me hacía a un lado para que Samuel quitara mi plato.

-A mi también.-Se acomodó de lado para mirarme.-Me ha dicho Nilvia que deseas especializarte en artes culinarias.-Yo asentí sin dejar de mirarlo ¿qué edad tenía? ¿45? ¿43? Parecía de 30. -No te veo en una cocina, estas mas para ser aeromoza.-Entonces conto como en sus viajes abundaban las chicas como yo en los aviones.

-Debe ser fascinante.-Solté sin pensar.

-¿Ah? –Se detuvo sorprendido de algo en mi rostro, sonrió.-Si, me imagino que sí. Bien si te decides por la cocina, yo podía ayudarte a ir a una buena escuela.

-Gracias.-Mira apareció con Raquel y el postre ya servido, mis muses de parchita, estaba perfecto, él lo probó de inmediato, yo no levantaba mi mirada, sólo el dulce y yo.

       -Oh, muy rico. Si especialízate en esto, quizás yo pueda tener raciones extras.-Me golpeó con su codo y al tomarme por sorpresa sonreí de oreja a oreja, miré a los del frente, también sonreían y comentaban algo, menos el señor Aníbal que me observaba con algo de reproche en sus ojos, tensando su sonrisa y supe porque. Yo no podía ser una maleducada con este señor y decirle que no me ayudara con la escuela culinaria porque el doctor Caster me ayudaría, él no conocía al doctor Caster, hablar de él sería explicarle todo, hasta la muerte de mamá, de la que seguramente sabía todo por Nilvia. No pude mantener su fea mirada de la que solamente yo me di cuenta, gracias a Dios.

      -Te ha quedado divino este dulce María Victoria.-Me dijo Nilvia bajito.-Antes de irme quiero que me prepares un bol para mi sola.

         -¿Cuándo será eso?

         -No lo sé, me he tomado unos días, tu padre se ocuparé d la dirección junto con aurora, así que podemos pasar tiempo juntas.

          -Que bien.-Le sonreí y pegamos nuestros hombros.

           -Me dijo Samuel antes que estas hermosas rosas las has cultivado tú María.-Yo asentí.-Son mis flores favoritas, mañana temprano me gustaría verlas o ver todo dl jardín, he notado algunos cambios.

            -María va a la escuela temprano.-Aclaro el señor Aníbal, bueno el seños Alex también surtía un efecto en mi, podía faltar.

           -Ah, cierto, bueno al regreso, después del almuerzo.

         -Está bien.

       -Quedamos entonces.- ¿Quedamos entonces? Que expresión tan rara pero si, quedamos entonces.

        -Bueno, vamos ya de aquí.- Lucy se levantó y apoyó sus manos en la mesa.-Basta de hablar de comida, de flores, de escuelas.-Clavó en mi su terrible mirada y entendí que yo había sido el tema que más se repetía y eso a ella no le gustaba, menos que su esposo estuviera al tanto de mi horario.

       -Recogeremos todo y traeremos café si quieren.-Mira se levantó.

      -No.-Dijeron casi todos.-estamos bien con el vino.

           -Yo ayudo Mira.

        -Está bien cariño.-Gracias a Dios ayudé y la ayuda tardó más de media hora, recoger entre Mira, Raquel y yo, lavar por lo menos las copas y los platos, las bandejas quedaron a un lado del fregadero que era de esos profundos y Samuel ordenó la mesa nuevamente colocando maní y almendras, acomodó la botella de vino y después se unió a la charla.

            Cuando entramos de nuevo ya, casi eran las diez. Raquel se había retocado el cabello y la pintura de los labios, yo no sabía cómo me encontraba pero Nilvia no se había movido a verse así que yo tampoco, ni los dientes.

                Cada quien intervenía a su tiempo de la conversación que el señor Alex entablara, era ameno y simpático, cuando hablaba con los hombres les tocaba el hombro y a su hija le acarició la barbilla un par de veces. Nilvia reía a carcajadas de sus comentarios y me hizo un gesto para que me sentara a su lado, lo cual hice con cuidado para que la falda no subiera mucho. Eliecer contaba algo divertido en ese momento, él y Nilvia parecían llevársela bien, me hubiese gustado que ella y papá hubiesen llegado a algo, estaba tan guapa. Dentro del juego de palabras Eliecer dijo la palabra abogado, Antonio reía muy fuerte y entonces el señor Alex tomó aire y miró a Mira.

             -No te he preguntado por Gary, Mira, ¿cómo le va en la facultad?

            -Oh muy bien señor Alex, le gusta mucho lo que estudia y estudia mucho, cuando viene Victoria lo ayuda un buen rato.

        -¿Ah sí?-Me miró divertido.-Que ayudas en todo ¿no linda?

     No pude evitar abrir mucho los ojos y al mismo tiempo sonrojarme.

        -Creo que ella y el sobrino de Mira terminaran siendo novios.

        ¡Lucy! ¿Qué te pasa? ¿A qué viene eso?

          Grité por dentro, el rubor inundó mis mejillas, Antonio jugó con su lengua en la boca divertido pero a Nilvia no le gustó el comentario, ni al señor Aníbal que abrió mucho sus ojos y extrañamente Raquel me miró muy feo.

         -¿Es así María? –El señor Alex dejó de sonreír mirándome.

      -Somos buenos amigos señor.-Solté y esta vez dejé salir la firmeza de mi carácter, no quería hablar de cocina, ni de flores, ni colegios pero si de mi vida esta arpía.

          -Bien dicho.- aplaudió una vez.-Tenemos que celebrar la graduación de ese jovencito Mira. Samuel tú y yo nos emborracharemos ese día.

       -Si señor Alex.

        Algo había cambiado en el ambiente, no se porque, minutos después ya yo no podía sonreír, Mira me acarició el hombro y Lucy cada vez que podía me deshacía con la mirada.

            -Me retiro, buenas noches.- Dije de pronto poniéndome de pie. Todos se volvieron a verme mientras me alejaba.

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