Capítulo ciento cinco - Mi esposa

Ubicación: Argentina

Lisandro está recostado en la cama, con un par de cortes en el rostro y un hematoma en la frente. Se ve tranquilo, como si solo estuviera descansando y no internado por haber sufrido contusiones tras un accidente.

—Maldito desgraciado, incluso así postrado remueves las hormonas de otras mujeres —reclama Tania, feliz de verlo.

Se acerca a él y toma su mano. Esta tiene una vía, y al mirar arriba, lee unas siglas en su suero que después buscará. Necesita saber qué le están poniendo.

En ese momento, la angustia se apodera de ella.

—Creí que morirías —susurra, y no puede evitar ponerse a llorar, aunque es por la felicidad que le causa por fin estar con él—. Eres un tonto, un maldito bastardo, un desgraciado.

—¿Solo eso? —pregunta Lisandro, abriendo los ojos.

—¿Te desperté? —pregunta ella, preocupada—. No debí hablar en voz alta.

—Otra esposa en tu lugar diría cuánto me ama y que no podría vivir sin mí. Pero tú, mi loca amante, solo puedes insultarme —reclama él, sonrie
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