Capítulo 4
El viento de noche entraba por la ventana del coche, agitando los cabellos de Paula.

Durante todo el trayecto, la escena de Paula apareciendo junto a Felipe no dejaba de repetirse en su mente.

Tal vez por haber sido herida demasiadas veces, ya no sentía dolor en su corazón, solo habia un cansancio infinito.

¿Acaso los treinta días de reflexión para el divorcio eran un período tan largo?

Frotó sus ojos irritados y, en un descuido, chocó contra un coche que retrocedía.

Tras un impacto sordo, sus piernas quedaron atrapadas por la puerta deformada, sangre escurriendo.

En un instante, su rostro perdió todo color, con gotas de sudor frío en la frente.

A pesar del dolor agudo, mantuvo la calma y llamó al servicio de emergencias 911.

En la sala de urgencias, los médicos le diagnosticaron heridas, no eran mortales, pero necesitaba una pequeña cirugía. Le pidieron que llamara a un familiar.

Sus padres vivían en otra provincia lejos, así que llamó a Felipe.

Pero más de diez llamadas después, él no respondió ni una.

Imaginó que, acompañado de colegas y amigos, y sobre todo, de la mujer que le gustaba, estaría brindando y disfrutando la vida.

¿Qué tiempo tendría para coger su llamada?

Una enfermera, al ver su situación, comentó:

“¿De verdad no puede venir su esposo?”

Lucía negó con la cabeza, su tono era sereno y respondió:

“Ya estamos divorciándonos, quedan unos diez días para que todo termine.”

La enfermera, sorprendida por esta situación, insistió:

"Pero aún están casados, ¿no podría venir al menos a firmar?"

Al recordar los tres años de matrimonio, a Lucía le invadió la amargura.

Para cenar con él, esperé innumerables noches, y al final solo había una frase que decía: "Tengo trabajo, no regresaré".

Para entender su mundo, estudié leyes, pero él despreció mis esfuerzos y decía: "Eres una amateur".

Para su cumpleaños, preparé una sorpresa, y su respuesta fue: "Estoy cansado, tengo noenergía".

……

Desde el principio hasta el final, ella fue la única que mantuvo esta relación.

Cada detalle era una prueba de que nunca la había amado.

Felipe no vendría. Era hora de dejar de engañarse y dijo:

“Un marido que ni responde cuando su mujer tiene un accidente, ¿para qué necesito que venga?”

La enfermera suspiró, con lástima, en la mirada:

“Al menos llamé a un amigo.”

Los días siguientes, fue Ana la que cuidó.

Felipe recibió esa información en cinco días después. Después de llegar al hospital, al ver la herida en su tobillo, preguntó confundido:

“¿Por qué no me avisaste del accidente?”

Ella iba a explicar, pero recordó las llamadas ignoradas, tragó sus palabras y esbozó una sonrisa fría: “Estabas ocupado, no quise molestarte por algo sin importancia.”

Él se sintió culpa, intentó justificarse lo que pasó hace días:

“Lucía, ese día solo coincidí con Paula, no malinterpretes.”

Ella, cambiando de tema abruptamente:

“¿Ya finalizó el divorcio de tu hermana?”

“Sí.” Respondió él, desconcertado.

“Pues felicidades”, dijo ella, sonriendo con ironía: "Ojalá yo también lo finalizará pronto".

Felipe no entendió lo que quería decir y al punto que quería preguntar, su teléfono volvió a sonar.

Después de ver a quién llamaba, dudó un momento y se dirigió al pasillo para coger la llamada.

Cuando regresó media hora después, encontró la puerta de la sala entreabierta y oyó la voz de Lucía desde dentro: "Sí, espera a que termine el periodo de reflexión del divorcio, aún quedan quince días, y entonces podré ser libre completamente..."

De repente se le vino a la mente el contrato de división de la propiedad.

Al pensar en sus palabras incoherentes, el corazón de Felipe dio un vuelco y empujó la puerta:

¿Periodo de reflexión sobre el divorcio? ¿Quién quiere divorciarse?
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