-¿Qué es tan gracioso?- inquirió Daniel, mirando la sonrisa de su esposa que se borró de golpe cuando él habló, asustándola con su presencia, que el hombre no dejó pasar por alto.Instintivamente Emilia escondió su celular detrás de su cuerpo, y supo que Daniel notó esto, por la mirada oscura de su esposo mirando hacia la altura de su mano escondida.Sus ojos se clavaron allí y la joven azabache pudo ver cómo apretaba la mandíbula, tensionando los músculos.-Emilia…- advirtió con la voz más grave de lo usual, dando un paso firme hacia adelante, haciendo que Emilia diera dos para atrás, chocando con el balde de agua donde habían estado las sábanas, miró el recipiente de plástico y volvió a mirar a su esposo.-Un chiste de internet que me causó risa, nada más- exclamó lo primero que se le ocurrió, aunque ni ella se lo creía.“Si tuviera, aunque sea una sola amiga podría haber usado esa excusa, pero no, no tengo a nadie con quien excusarme”Daniel, obviamente no le creyó y su ceño frunci
Emilia esperó con paciencia a que Daniel se fuera al trabajo, luego de lo que había pasado el día de ayer las cosas habían estado en tensión entre ellos.La azabache había tratado de pasar desapercibida el más tiempo posible, tratando de llenarse de tareas del hogar para no tener que cruzarse con su esposo con las manos vacías y que intentara seguir discutiendo.Ahora que había roto su teléfono, tenía que acostumbrarse a estar sin uno por un tiempo, en parte era mejor así, de esa forma no volvería a cometer un error como ese, estaba segura de que si tenía un teléfono nuevo, Daniel lo revisaría constantemente y eso sería peor.“Maldito el día que revisé su celular” Pensó a sus adentros, mientras lavaba los platos del desayuno como era de costumbre.-Ya me voy- sentenció Daniel.-Está bien, que tengas un lindo día- le salió decir, rogando que las cosas aflojaran.Daniel suspiró sonriendo y la besó en los labios, Emilia se aflojó y se dejó besar.-Te amo- exclamó, mirándola fijamente con
Cuando Emilia escuchó el picaporte de la puerta girándose, se paró erguida, colocó un mechón negro que caía en su rostro, detrás de su pequeña oreja y sonrió ampliamente, escondiendo los nervios que sentía por encontrarse nuevamente con el joven a quien deseaba en secreto.Pero cuando vio quien le abrió la puerta, su rostro se contorsionó a una expresión de desprecio que no pudo ocultar tan rápido como para que esa mujer no notara que no la soportaba. -La azabache no tuvo que fingir una sonrisa con Valentina, porque la misma pelirroja perdió los colores de su rostro y abrió grandes sus ojos, como si hubiera visto un fantasma.Y es que sí, Emilia volvía de entre los muertos para esa mujer, que había creído tener el camino despejado para hacer suyo a Adrian para siempre.-Hola Valentina- finalmente exclamó la niñera, haciendo que la dueña de casa volviera en sí, parpadeando con fuerza varias veces, sin poder creer que fuera verdad lo que estaban viendo sus ojos celestes. -¿Puedo pasar?
La puerta se abrió de golpe, el rostro furioso de la pelirroja apareció en escena, quien miró rápidamente con sus ojos felinos hacia ambos, quienes se sintieron culpables frente a esa mujer.Valentina estiró su cuerpo hacia afuera, sin poner un pie en la entrada y tomó del brazo a su pareja, tirándolo hacia dentro de la casa, luego cerrando la puerta justo cuando Emilia intentó entrar con su hijo, quedándose congelada en su lugar con su nariz pegada en la madera.“Casi me estampa contra la puerta” Exclamó furiosa a sus adentros, cerrando los puños con fuerza y tiritando ya no del frío sino de la impotencia por ser humillada una vez más por esa mujer que parecía no tener límites.Emilia abrazó a su niño, cubriéndolo con el sobretodo de Adrian, para que no pasara frío en el exterior mientras esperaban para entrar.“Si no fuera porque está lloviendo a cántaros me hubiese ido”Adrian tardó unos segundos en reaccionar, y cuando lo hizo ya estaba dentro.-¿Qué haces?- dijo aún desconcertado
La puerta del cuarto de Emma se abrió nuevamente de golpe. -Ya entendí, ya me voy, solo dame un segundo por favor- exclamó Emilia frustrada, pensando que quien había vuelto a entrar era la pelirroja, quien no soportaba su presencia un segundo más en la casa. -Emilia… La voz de Adrian en su espalda hizo que se estremeciera de pies a cabeza, que sintiera una electricidad subir por su columna vertebral, que sus mejillas se sonrojaran por esa voz grave y aterciopelada que decía su nombre. “Dilo, dilo otra vez, por favor” pensó en su mente. Porque cada vez que esos labios finos y rosados decían su nombre, de repente le gustaba más. Porque la melodía de esa voz podía embellecer cualquier cosa que dijera. Emilia no se dio vuelta hacia el joven CEO, no era capaz de verlo a los ojos, no luego de que la hubieran echando como si fuera escoria, si miraba a través de esos ojos verdes como el jade, le costaría aún más irse de allí. La azabache siguió con lo suyo, guardando todos los juguetes q
-No me mientas, por favor, no lo hagas- suplicó con dolor- No a mí.La azabache pensó que podría ser más fuerte y mentirle en la cara.Pero la voz desesperada y suplicante de ese hombre, que le rogaba que le dijera la verdad, prometiéndole entre líneas que la iba a proteger, terminó de quebrarla.Los ojos de Emilia se llenaron de lágrimas cristalinas, y cuando las avellanas se cruzaron con el mar un nudo se formó en la garganta de Adrian, quien no esperaba ver tanto dolor acumulado en esos hermosos ojos color cielo que ahora parecían tormentosos y cubiertos por nubes grises a punto de estallar en una tormenta más fuerte que la que caía sobre la casa.-Emilia…- dijo ahora con la voz llena de dolor, temiendo lastimar a la azabache.Ya no quería que sufriera más.Esto se tenía que acabar.-Debo irme…- exclamó nuevamente, pero esta vez no tan segura como antes, como si ahora dijera entre líneas “Por favor no me dejes ir”Adrian se acercó más a la azabache, invadiendo su espacio, haciendo
-¡¿Qué le dijiste a mi novio?!- Gritó amenazante la pelirroja.-Déjame en paz- gruñó Emilia, aún con su rostro hacia el suelo, con su cabello como una cortina negra delante de su rostro y sus manos apretadas aferrándose a la alfombra.Todavía estaba en shock.Adrian había ido a enfrentar a su esposo y no sabía que iba a pasar.Emilia conocía perfectamente a Daniel. Era un hombre violento, salvaje, que no se dejaba rebajar por otros hombres.Imágenes horrendas aparecieron en su mente y temió lo peor, pensando en el bienestar del joven CEO, que, aunque fuera su ex jefe fuera muy alto y físicamente atlético, Daniel lo sobrepasaba el volumen.-¡¿No me estás escuchando?!- gritó la pelirroja, tratando de llamar la atención de Emilia, quien tenía su mente muy lejos de allí.En lo que menos tenía tiempo en ese momento era en escuchar los reclamos de esa mujer, que cada vez que se la encontraba en algún lado le advertía que no se metiera con Adrian porque era suyo.“Si me sigue amenazando, me
-¡Abre la puerta Emilia! ¡No puedes quedarte encerrada con Emma!- exclamó Valentina del otro lado de la puerta, girando el picaporte sin éxito, ya que la azabache había cerrado con cerrojo, advirtiendo de antemano esto.La voz de la pelirroja apenas se escuchaba, siendo ahogada por el fuerte golpe de la lluvia contra el techo de teja y la ventana del cuarto. Parecía que estaba granizando, por la fuerza con la que se estaba cayendo el cielo.Emilia ignoró a Valentina, no podía dejar de pensar en una sola cosa, en que Adrian llegara pronto a casa.Miró la hora en el reloj de pared del cuarto de juegos, ya habían pasado más de dos horas.“Mierda… si hubiese comprado otro celular” Pensó arrepintiéndose de no haberlo hecho, de esa forma pudo haberlo llamado para asegurarse de que aún estuviera sano y salvo. Pero no, había dejado que sus emociones la dominen y no lo había hecho, pensando que era lo mejor.-Necesito un teléfono- murmuró nerviosa, mirando la ventana que trataba de abrirse sol