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Siete años después.Dylan estaba en el podio, frente a una multitud que incluía a sus socios, trabajadores, la prensa y figuras importantes de la sociedad.Su porte era solemne, pero en sus ojos brillaba el orgullo.—Señores, agradezco su apoyo incondicional. Es para mí un honor nombrar, en este día tan significativo, a mi hijo Darrel Aragón como el nuevo CEO de la empresa Aragón.Los aplausos resonaron como una ola. Darrel subió al podio con paso firme, su sonrisa reflejaba una mezcla de gratitud y determinación.Dio un discurso cargado de inspiración, hablando de los valores y la visión que guiarían a la empresa en el futuro.Al terminar, descendía del podio entre vítores y felicitaciones.Desde un rincón de la sala, Mora lo observaba con orgullo, pero también con el peso de una decisión que estaba a punto de cambiarlo todo.En su mano sostenía un sobre, y aunque su corazón dolía, se repitió una y otra vez:«Es mejor un corazón roto que se cure con amor, a vivir en una mentira cruel»
Darrel soltó la mano de Tina con una mezcla de pesar y resolución.—Tina, yo… —comenzó, pero su voz se apagó como una llama en el viento.—¡Voy a morir, Darrel! —gritó Tina, su tono desesperado, rasgado por la vulnerabilidad—. Ten algo de compasión, por favor…Sus ojos se llenaron de lágrimas, esas que solían manipularlo tan fácilmente en el pasado.Darrel titubeó, su pecho contrayéndose al verla así, tan rota, tan frágil.Una parte de él, aquella que aún guardaba los restos de su amor, quería consolarla, pero no podía seguir engañándose.—Tina… —su voz se quebró un poco antes de continuar, bajando la mirada como si estuviera avergonzado de sus propios pensamientos—. Debo ir con el doctor.El silencio que siguió fue ensordecedor. Tina lo miró con ojos vidriosos, su rostro una máscara de agotamiento y rabia contenida.—¡No te vayas, Darrel! —susurró esta vez, casi como un ruego—. Por favor…Pero él no respondió. Dio un paso atrás, luego otro, antes de girarse y dirigirse hacia la puerta
Las palabras de Mora golpearon a Darrel como un puñetazo en el estómago. Su rostro reflejaba el estupor que lo invadía.—¿Qué estás diciendo? —murmuró, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.Ella mantuvo su mirada fija en la suya, sin vacilar.—Lo que escuchaste, Darrel. Si quieres que salve su vida, tendrás que aceptar mis términos.El silencio que siguió fue ensordecedor, roto solo por el sonido distante de los pasos de las enfermeras en el pasillo.Darrel respiró hondo, tratando de encontrar alguna lógica en la proposición de Mora, pero solo halló confusión y un creciente sentimiento de traición.—¿Por qué harías algo así? —preguntó, finalmente, su voz cargada de incredulidad—. ¿Qué clase de persona chantajea con la vida de alguien?Mora levantó la barbilla, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y algo más profundo, algo que Darrel no pudo identificar del todo.—No soy yo quien traicionó, Darrel. Es Tina quien merece pagar por lo que hizo. Y tú… —hizo una pausa, su t
Mora llegó al hospital con el corazón en un puño. Aunque había tomado la decisión de donar su médula ósea, el peso de lo que eso significaba para su relación con Darrel y Tina la abrumaba.El doctor le hizo un examen exhaustivo y, tras revisar los resultados, le confirmó que la donación sería posible en unos días.Mientras tanto, Darrel permanecía en la habitación de Tina. Ella lucía frágil, con un tono de piel pálido y ojos apagados por el dolor y la enfermedad.Sin embargo, su voz, aunque quebrada, no perdió la intensidad de su súplica.—¡No me dejes, Darry! —gimió Tina, aferrándose a su mano con desesperación—. Sé que cometí un error, estaba cegada por los celos. Temía que Mora te arrebatara de mi lado… Solo quería ser tu esposa, quería que me amaras solo a mí.Darrel cerró los ojos con fuerza, tratando de contener las emociones que le inundaban.—Tina, voy a ayudarte con tus gastos médicos —respondió al fin, con un tono que no dejaba lugar a dudas—. Mora hará la donación de médula
Darrel la sostuvo firmemente en sus brazos, sintiendo cómo el peso de su cuerpo inerte lo hundía más de lo que nunca habría imaginado.Cada segundo que Mora permanecía inconsciente era una puñalada que perforaba la coraza de indiferencia que había construido alrededor de sí mismo.Con cuidado, apartó un mechón de cabello de su rostro pálido, mientras la urgencia latía con fuerza en su pecho.Por un momento, el hombre que siempre había sido frío, distante y calculador se desmoronó. Ante sus ojos no estaba la Mora fuerte y decidida que lo desafiaba con su carácter, sino una mujer frágil.—Mora… abre los ojos, por favor —susurró, casi rogando, mientras sus dedos temblaban al acariciar su mejilla helada.Su desesperación crecía con cada segundo de silencio. No podía quedarse ahí, esperando a que algo cambiara.Al llegar, la acomodó en la cama.—Mora, por favor… despierta.Su mirada se deslizó hacia su rostro.Sus dedos trazaron una caricia en su mejilla, y antes de que pudiera detenerse, s
—¡Es cierto! Pero, Darrel, nunca te amará, Mora. —Las palabras de Tina resonaron en el aire como un cuchillo afilado, su tono cargado de amargura y desesperación. Se giró y, sin mirar atrás, se alejó, dejándolos solos. El silencio que siguió fue pesado, casi insoportable.Dylan miró a Mora con una mezcla de preocupación y tristeza, su rostro arrugado por los años de vida, pero ahora marcado por la angustia de la situación.—Dime la verdad, hija —su voz era grave, casi un susurro.Mora, incapaz de sostener su mirada, bajó la cabeza. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, calientes y amargas.—Yo… —su voz temblaba, rota por la emoción—, Tina fue infiel. Tengo pruebas… Luego, cuando se enfermó, intentó usar su vulnerabilidad, su enfermedad, para manipular a Darrel. Trató de hacerle creer que la compasión lo obligaba a casarse con ella… Yo no podía permitir que eso pasara, no podía dejar que él se quedara con ella. Por eso, cuando supe que ella necesitaba una donación, acep
Darrel se asomó a la ventana. Observó el vacío de la noche con el ceño fruncido, asegurándose de que Tina se había marchado.Su mirada, perdida y oscura, se desvió hacia la mesa.Se sirvió un trago generoso y lo bebió de un golpe, esperando que el ardor en su garganta apagara el fuego de su mente.Vestido con un impecable esmoquin, Darrel lucía tan elegante como descompuesto.Se sentía perdido, atrapado entre las sombras de sus propios deseos y remordimientos. Amaba a Tina, o eso se había dicho tantas veces que ya no sabía si era verdad. Pero ella lo había traicionado.Y luego estaba Mora… Mora, quien lo miraba como si él fuera el centro de su universo, quien siempre había estado ahí para él, como confidente, como refugio.¿Cómo podía devolverle ese amor? No creía ser capaz de amarla como ella deseaba.Y, aun así, sus besos habían despertado algo en él que le hacía sentirse culpable, un deseo que no podía ignorar.En la habitación contigua, Mora lloraba desconsolada al borde de la cama
Un año después.Mora estaba frente al espejo, peinando su largo cabello con lentitud, quería lucir hermosa para Darrel. No era un día cualquiera. Era un día especial, un día que había esperado con tanto anhelo: su primer aniversario de bodas.A pesar de la ocasión, la alegría que debía llenar su pecho se había convertido en una pesada carga que aplastaba su corazón.Miró su anillo, el símbolo de su promesa. Lo giró entre sus dedos, observando el brillo frío de la joya mientras pensaba:«¿Por qué no he logrado enamorarte, Darrel? ¿Debería dejarte ir?». Esa pregunta la había atormentado durante meses, y aunque trataba de ignorarla, siempre regresaba, como una sombra que se interponía en su felicidad.Se aplicó el labial, con la misma precisión que siempre, y roció su perfume favorito. Era el mismo ritual de siempre antes de preparar la cena para él.Pero hoy, el gesto que normalmente la reconfortaba, no hacía más que recordarle lo vacía que se sentía.Algo dentro de ella sabía que este