TOMÁS
Thomas mira a Melina mientras ella mira al suelo, ajena a lo que sucede a su alrededor. Así ha estado durante los últimos tres días. Ya no habla, come ni muestra ninguna emoción. Thomas se pasa bruscamente las manos por la cabeza, maldiciendo en voz alta mientras pasea por la habitación.
—¡Maledetto!—. Mierda.
Sabe que es por lo que hizo. Él no tenía la intención de lastimarla de esta manera. Él solo quería asustarla, pero le explotó en la cara. A Thomas no le gustaba Melina así; jodidamente lo odiaba. Se acerca a ella por el sofá en el que está sentada cerca d
Melina se despierta sobresaltada cuando termina la pesadilla. Cierra los ojos y trata de calmar su acelerado corazón. Melina acaba de volver a tener la misma pesadilla. Es el mismo que ha tenido durante tres semanas. Abriendo los ojos, se pasa la mano por el cabello y deja caer las piernas a un lado de la cama. Melina no puede creer que realmente pensó que si salía de esa casa, los recuerdos de lo que pasó se desvanecerían. Ella suspira y coloca sus manos en su sien. Estas últimas tres semanas han sido un infierno. Incluso desea no haber salido del entumecimiento.Melina se levanta de la cama y camina hacia el baño para darse una ducha. Su cuerpo está pegajoso de sudar toda la noche. Mientras se quita la ropa, recuerda algo que puede ayudar a aliviar su culpa. Ella notó que su pecho se movía ligeramente antes de irse ese día. Meli
Melina balancea el peso entre sus pies mientras trata de armarse de valor para llamar a la puerta de la habitación de Thomas. No puede creer que tenga miedo de decirle que no tiene ropa para esta noche, pero no puedes culparla. Thomas se enoja con ella incluso cuando ella no hace nada para provocarlo. Melina deja de decírselo y se aleja de la puerta cuando se abre, y Thomas sale. —¿Qué haces parada frente a mi puerta, Melina?—Thomas pregunta mientras la mitad de su cuerpo aún mira hacia la puerta. Tragando saliva, se aclara la garganta antes de hablar. —Uhmm—trata de hablar, pero de
Un gran bostezo escapa de los labios de Melina cuando el auto se detiene en un semáforo. Se obliga a abrir los ojos mientras sus párpados caen solos. No entiendo. Acabo de despertarme hace unos minutos. ¿Cómo puedo volver a tener sueño? Melina mira por la ventana, parpadeando para ahuyentar el sueño, cuando ve que se han detenido no muy lejos de una farmacia. Melina recuerda que necesita tampones. Iba a pedirle a Thomas que lo recogiera mañana por la mañana, pero ha comenzado a manchar, por lo que sería más seguro hacerlo ahora. No está segura de cuándo comenzará su período. Melina respira hondo y se acerca a Thomas para preguntarle si pueden pasar por la farmacia para comprar unos tampones.—Thomas, ¿puedo pedir algo? Thomas no suelta la mano de Melina en el camino a casa. Ella desearía que lo hiciera, ya que la sangre les está poniendo las manos pegajosas. Aclarándose la garganta, ella lo mira y se lo cuenta.—Oh, lo olvidé por completo—dice, soltando su mano.—Gracias—dice Melina, mirando su palma llena de sangre de Xiao Zhan. Gracias a Dios que todavía está vivo; incluso las manos de Thomas están tan ensangrentadas.—Toma—CAPÍTULO TREINTA Y TRES
Melina llama suavemente a la puerta de Franky y espera ansiosa que le abra. Franky jadea en el momento en que abre la puerta. Mira a Melina como si fuera un fantasma frente a ella. Melina sonríe y la acerca para abrazarla. Franky duda en devolverle el abrazo a Melina por un segundo, pero rápidamente la abraza y le devuelve la vida. Las lágrimas llenan los ojos de Melina cuando percibe el aroma de Franky, que le recuerda a su hogar. Melina ha extrañado mucho a su hermana. Desea no tener que separarse nunca de ella.—Déjame echarte un vistazo—dice Franky, alejándose de Melina. Ella da un paso atrás y la escanea de pies a cabeza—. Gracias a Dios que es
Melina entra al restaurante con Thomas detrás de ella. Se dirigen al cajero para hacer su pedido.—¿Qué puedo ofrecerle hoy, señora?—pregunta la joven.—Tomaré papas fritas grandes, dos hamburguesas dobles con queso, nuggets, pollo con palomitas de maíz, cuatro alitas y un batido de vainilla—dice Melina, y el lugar se queda en silencio. Mira a su alrededor, desconcertada de por qué todos la miran como si acabara de pedir comida para cinco personas.—Eso es mucho lo que p
—Ciao Tom—saluda Aurora, abrazando a Thomas una vez que llega a su mesa.—¿Cómo estás, Aurora?—Thomas le besa las mejillas antes de tomar asiento frente a ella.—¿Bien, y usted?—Estoy bien. ¿Has comido?—Thomas le hace señas a un mesero, que está parado cerca de su mesa.— THOMASThomas se quita la chaqueta de su traje Hermes y la arroja sobre el sofá. Camina hacia el bar y se sirve un trago. Thomas le hace un gesto al hombre que parece que está a punto de orinarse en los pantalones para que se acerque a él. El hombre tiembla de miedo mientras se acerca a Thomas. Thomas da un sorbo a su whisky escocés antes de buscar un cigarrillo en su bolsillo trasero.—Enciéndemelo, Alberto—dice Thomas, extendiendo su cigarrillo, pero el hombre no puede hacerlo porque no para de temblar.—No te preocupes, puedo hacerlo yo mismo—CAPÍTULO TREINTA Y SIETE