Confrontación

POV ISABELLA

No pensé detalladamente en lo que debía hacer después de divorciarme, ahora que había renunciado a todo lo que tenía, literalmente estaba en la calle y no me quedaba mas que pedir ayuda a mi padre, me asustaba el hecho de como reaccionaria, pero no tenía de otra.

Así que en la tarde antes de recoger mis cosas de la casa de Nikolas, lo llame con la esperanza de que me ayudara.

¡Ring! ¡Ring!

—     ¿Bueno? ¿Papa? Habla Isabella — Lo siguiente que escuche fue la voz de mi madrasta, la cual no se escuchaba contenta de responderme.

—     ¿Qué quieres niña? Estamos ocupados y no tenemos tiempo para perder contigo.

Esto realmente parecía un cuento, la chica que no tenia suerte y la madrastra que era muy mala con ella sin aparente razón lógica, eran unos de los personajes principales. Aún recuerdo cuando la conocí; se había portado muy amable conmigo y dentro del pequeño corazón destrozado de una niña que acaba de perder a su madre, por culpa de un accidente, fue como una cómoda almohada donde descansar.

Pero todo cambio cuando sedujo a mi padre y se casó con él, no había día que no me tratara horrible y mi padre jamás se daba cuenta; ella y su hija me hacían la vida imposible, por lo cual refugiarme en mis estudios y en mis sueños, era todo lo que tenía. Realmente no culpaba a mi padre, el solo era un hombre triste que había perdido al amor de su vida y solo quería una mujer que pudiera llenar el lugar, para que el y su pequeña hija de 10 años no se sintieran vacíos.

—     Hola Samantha, ¿Esta mi padre? Quiero hablar con el — No estaba en la posición de pelear con nadie, solo necesitaba un lugar donde quedarme ya que estaba anocheciendo.

—     ¡Que parte no escuchaste de que estamos ocupados! Siempre has sido tan estúpida — Casi pude sentir como rodeaba sus ojos en señal de desprecio.

—     Samantha no quiero pelear, solo necesito hablar con mi padre — Le suplique.

—     No puede atenderte, así que no nos molestes más­ — Colgó tan rápidamente que no pude decir nada.

Mi vida no podía complicarse más, estaba realmente muy preocupada por obtener algún lugar donde quedarme, así que la única persona que me podía salvar era de la misma familia a la cual había renunciado hace unos momentos.

—     No puedo hacerlo, sería muy sinvergüenza de mi parte — Dije para mí misma y descarte esa idea tan rápido como había llegado a mi mente.­

Estaba tan concentrada en idear un plan para salir de esto, que no escuche la puerta abrirse. Cuando me di la vuelta, ahí estaba la última persona que me hubiera gustado ver.

—     Así que aún no te vas — Me dijo sin mostrar ninguna emoción.

—     Estoy a punto — Solo me límite a decir.

Lo vi vacilar por un momento, después irse a su habitación dejándome sin decir nada más y al cabo de un rato salir con una maleta en sus manos.

 *Supongo que era verdad lo de irse con ella de viaje* Pensé con rabia contenida en mí.

—     Bueno…Espero que te vayas antes de que regrese, tienes cuatro días — Estaba muy molesta y triste, pero no pude evitar preguntarle lo siguiente.

—     ¿Ella vivirá aquí? — Lo dije tan débil que apenas si lo pudo oír, tenía miedo de escuchar la respuesta; pero debo admitir que esta casa después de tanto tiempo, la sentía como mía y me dolía el hecho de que alguien más que no fuera yo, la habitara.

Observe como luchaba consigo mismo para decirme la verdad, pero al final cedió cuando le dije:

—     Se sincero, es lo menos que me debes.

—     Si, esta casa la compre para ella —Tonta y mil veces tonta, si ya sabía la respuesta… ¿Por qué lo obligaba a responderme?

Nos quedamos en silencio unos momentos y después lo vi cruzar la puerta de la casa, dejándome completamente sola como lo había hecho en tantas ocasiones.

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Me encontraba haciendo mis maletas sin mucha prisa, por lo menos tenía aun 2 días más para buscar un lugar donde poder quedarme de aquí en adelante, trataba de imaginar con todo mi corazón que esto era lo mejor para mi…y para mi hijo. No podíamos estar a lado de una persona que no nos quería a ninguno de los dos, sé que sería difícil, pero estaba segura que lo iba a lograr.

Cuando tuviera tiempo, iría a la casa de mi padre y pediría un poco de apoyo, dentro de mi sabía que lo tendría porque, aunque no estaba muy al pendiente de mí, siempre fui la princesa de papa y yo no podía sentir por el más que admiración y amor, por eso no dude mucho cuando acepte casarme con Nikolas para ayudarlo. Claro que la situación era diferente, pero él siempre había soñado con tener un nieto, así que si tengo suerte este bebe será amado por su abuelo, empecé a limpiar las lágrimas de mis ojos ante esa idea y decidí sonreír un poco.

No tenía mucho que poner en mi maleta, tan solo unas pocas prendas que había comprado por mi propia cuenta, estaba tan distraída pensando en lo que iba a hacer a partir de ahora, que no me había percatado que aun llevaba mi anillo de bodas.

* ¡Ja! …Si recuerdo bien, él ya se lo había quitado cuando lo vi en la casa*

—     Tan desesperado estaba — Recordarlo fue un poco amargo, pero supongo que tarde o temprano lo iba a terminar devolviendo. Así que me lo quité, lo puse en la misma cajita en la que venía y decidí dejarlo en su habitación.

Al entrar me incomode un poco, yo nunca había estado en su habitación; por eso me sorprendió ver lo organizada que estaba, imaginaba yo que un tipo con tantas cosas que hacer, tendría hecho un desastre el lugar donde pasaba la mayor parte del tiempo que permanecía en la casa.

Estaba mirando detenidamente cada lugar de la habitación; cuando observe una caja muy bonita sobre su mesa de noche, la curiosidad me gano y al abrirlo, pude ver algo que me dejo sorprendida.

Eran las cartas que le había escrito cuando éramos más jóvenes, lo había hecho porque sabía que a le gustaban este tipo de detalles y porque estaba en el taller de redacción, debía admitir que el era mi principal motivo para escribir y unirme al club.

—     ¿Por qué las habrá guardado? — Hasta donde supe mi intención fue un fracaso, yo era muy tímida para entregárselas personalmente; así que les pedía a mis amigas que me ayudaran, pero todo se derrumbo cuando lo escucharon decir en una fiesta que tenía una admiradora secreta y que las cartas que le enviaba le daban mucha risa, “Debe ser una chica muy patética” dijo.

—     Supongo que tipos como el, deben tener registro de lo que les causa gracia — Enojada por todo lo que estaba pasando, decidí romper las cartas en mil pedazos y ponerlas dentro de la caja nuevamente.

—     Te prometo Nikolas que ya no te vas a burlar de mi­ — Lo dije tan fuerte para que me quedara claro toda mi vida.

Mas decidida que nunca, regresé de nuevo a mi habitación y procedí a cerrar mis maletas con todo lo que tenían dentro.

—     No quiero pasar ni un minuto más aquí — No podía, toda esta situación ya era demasiado; decidí que buscaría un hotel donde pasar la noche.

Estaba a punto de salir de la casa cuando mi teléfono sonó:

—     ¿Bueno? Habla Isabella —Respondí.

—     Señorita Isabella, me apena mucho llamarla por este motivo, pero tiene que saberlo cuanto antes — Pude reconocer la voz muy bien, era Gonzalo el mayordomo de mi papa, había estado con nosotros desde que nací y realmente lo quería mucho, ya que era el único que solía defenderme.

—     No te preocupes, dime... ¿Qué pasa? — Fui directa, ya que escuchaba la voz triste de Gonzalo y que parecía que había estado llorando antes de llamarme.

—     Isabella…Yo lo siento mucho, pero la señora de la casa nos prohibió decirte algo al respecto — No me gustaba lo que estaba escuchando, tenía que ser algo muy grave.

—     Dime Gonzalo…por favor— Hasta este punto el pánico se estaba apoderando de mí.

—     Es su padre Señorita…Esta muerto.

—     ¿Qué? ¿Estas bromeando, ¿verdad? — No podía creer lo que me estaba diciendo, no podía ser verdad; mi papa no podía estar muerto.

—     No señorita. Lo siento mucho, el ya tenía muchos días enfermo y hace unos momentos acaba de fallecer.

*Eso no puede ser cierto, mi papá no puede dejarme* Pensé sin poder reaccionar al respecto y sintiendo como mi corazón se desgarraba poco a poco.

De pronto experimenté el dolor más grande que había sentido en toda mi vida, el cual comenzó a invadir mi cuerpo completamente; así que colgué el teléfono rápidamente, llevé mis mano directo a mi vientre y antes de entrar en pánico pude llamar a una ambulancia.

* ¡Dios mío! Por favor que nada malo le pasé a mi bebe* Rogué con todas mis fuerzas y de pronto… todo se volvió oscuro a mi alrededor.

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