Sin saber lo que Caín decía, Manuel dijo seriamente, —Caín, tienes media hora para presentarte ante mí —y colgó el teléfono exasperado, señalando a su joven nuera, quien permanecía al margen—. Nélida, espera, haré que te pida disculpas.Nélida negó con la cabeza, —No, no es necesario papá —Claro, ella es la causa de esa ira.Poco después, Caín regresó. Nada más entrar en la casa, vio a su joven esposa, escondida detrás de Manuel. A los ojos de Caín, estaba jugando deliberadamente a la pobrecita delante de su padre.El corazón de Nélida se aceleró al verle aparecer y luego al ver cómo la miraba fijamente. ¿Y si se enfadó porque le llamó —guapito—?Nélida le saludó con una sonrisa, —Cariño, has vuelto.Caín la vio cambiar su actitud tan rápidamente que al llamarlo –cariño-, ardió.—Lárgate.—Cariño, me equivoqué —dijo, evidenciando, ante Caín que cometió una falta, pero no la mencionó delante del suegro.Manuel, sin embargo, dijo furioso, —Caín, ¿te he enseñado a intimidar así a tu mujer
—Exactamente, ¿Qué le dijiste a Manuel?Nélida objetó:—Eso te pregunto, ¿Qué le dijiste a tu padre sobre mí para que tengas que pedirme disculpas? —Nélida, aunque no podía levantar la cabeza, con su mano arriba apretaba la muñeca de Caín con mucha fuerza. Nadie se sintió cómodo.Cuando los dos no pudieron declarar el uno contra el otro, ella tomó la iniciativa y habló, —bueno, si accedes a mis dos peticiones de esta mañana, a partir de ahora no te llamaré viejo guapo ni guapito, ¿de acuerdo?Caín no dijo nada.Para demostrar que lo decía en serio, fue la primera en soltarlo, —No voy a pellizcarte más, y lo tomaré como un sí cuando me sueltes.Caín entrecerró los ojos, mirando a la chica que estaba siendo acosada por él, y sonrió fríamente, —eres inteligente.Intentó todo lo posible para que estuviera de acuerdo. Ella sabía que él no podía seguir sujetándola así, y que una vez que la suelte, ya estaría aceptando el trato que ella le planteó. Caín no esperaba que una veinteañera le t
Junto al coche, viendo a sus padres bajo la deslumbrante luz del sol, Nélida mostró una dulce sonrisa. —Mamá, papá, Caín y yo hemos vuelto.Caín había ido al maletero a sacar los regalos, y cuando se acercó, quedó impactado al ver la sonrisa tan brillante, dulce y emocional en el rostro de Nélida. Llegó a conmoverse, porque para él era imposible mostrar una sonrisa tan sincera a su familia, en cambio a ella se le hacía tan fácil. Mientras Nélida corría entusiasmada y se abrazaba a su madre, Caín la seguía con las manos repletas de regalos.—Entramos en casa, hace mucho calor fuera —dijo el padre de Nélida.En el salón, Nélida no paraba de contar lo bien que se vivía en familia Alcalá, —Mamá, papá, por fin he descubierto que estar casada es muy libre. Puedo dormir hasta cualquier hora, a Caín le da igual.Caín se quedó sin palabras para responder, sonriendo, lo que demostró que ella había dicho la verdad. De hecho, nunca volvió al domicilio conyugal para pasar la noche.Caín, para hac
Iba a hablar Francisco, Nélida gritó, —Papá, Caín, a comer....Después de comer, Caín le dio más tiempo a Nélida para que volviera a charlar con sus padres y, por la tarde, se la llevó. Al salir, Nélida, sentada en el asiento del copiloto, abrió la ventanilla, mirando a sus padres a través del espejo retrovisor. Cada vez más lejos, ella tenía los ojos más húmedos, levantó con frecuencia la mano para secar las lágrimas. Caín estaba a su lado y lo sintió.Aceleró y salió del Barrio Imper hasta que el edificio de color crema se perdió de vista y Nélida cerró la ventanilla antes de que Caín aminorara la marcha. —¿Sueles hablar tanto en casa? —preguntó él.—No. Es la primera vez que vienes a mi casa, y es la primera vez que mis padres conocen a su yerno. Sería incómodo para ambos si yo, como la esposa y la hija, no hablara mucho.Caín oyó a la chica llamarse —esposa— por primera vez, y la miró a la cara como si fuera una niña que se llamaba a sí misma adulta mientras un adulto la miraba. P
Sin que ella lo supiera, los ojos de Caín habían estado clavados en ella desde que regresaron a la mansión de la familia Alcalá.—Caín, me ayudaste, así que te ayudaré, y luego no te debo, ¿vale?Había expresado claramente y volvió a subir alegremente los escalones. Le miró la espalda hasta que desapareció.La mirada de Rosalía, en cambio, permanecía fija en Caín, y fue testigo de que tenía a otra mujer en sus ojos, apretó los dientes de celos. Luego fingió ternura y tiró de la chaqueta del hombre, —Caín, por fin has vuelto.—¿Has estado bebiendo hoy?Vio que era frío con ella y pensó que no le gustaba que se emborrachara por él, negó inmediatamente con la cabeza, —No, si no te gusta que beba yo, te juro que no vuelvo a beber.Caín volvió a mirar los escalones vacíos, dijo, —sal y hablamos.Rosalía le siguió alegremente. Cuando fueron al jardín, Caín preparó un café para Rosalía. Al ver su comportamiento repentinamente cortés, preguntó inquieta, —Caín, ¿qué quieres decirme?Caín habló
Se detuvo unos minutos y, finalmente, suspiró suavemente y subió las escaleras con el rostro inexpresivo.Nélida se sorprendió al verle de vuelta, —Creía que estabas saliendo con ella, ¿por qué has vuelto tan pronto?Caín la miró con disgusto y se dirigió al guardarropa.—¿Qué ha pasado? Siempre me pone ojos en blanco, vaya sé que tienes ojos grande —Nélida murmuró detrás de él.En el jardín, nada más bajarse del coche, Adela vio a su mejor amiga llorando. Indicó a los criados que llevaran todas sus cosas a su dormitorio mientras se dirigía a Rosalía a solas, —Rosalía, ¿qué te pasa?Cuando Rosalía vio a Adela, estaba ocupada secándose las lágrimas, —Adela, has vuelto.—Rosalía, ¿por qué lloras? —Adela miró a las dos tazas de café, preguntó—, ¿quién te ha intimidado?Rosalía, avergonzada para contarle lo que acababa de decirle Caín y sacudió la cabeza, —Nada.—¿Nélida? —Adela estaba segura de que era Nélida mientras decía—, espera, no dejaré que te intimide.Se levantó rápidamente y se
Cuando Rosalía terminó de provocar, se limpió las lágrimas y se marchó con tristeza fingida.Sin que Adela la viera, cambió su rostro al instante, sus ojos, que habían cacareado, estaban ahora llenos de picardía, y apretó las manos: iría a alejar a Nélida de la familia Alcalá. Si no fuera por ella, ¿cómo podría Caín decirle hoy de repente cosas tan duras?Ella sabía que Caín no la amaba, pero lo había dicho hoy por su sentido del deber como hombre: era un hombre casado y tenía que mantener las distancias con ella e incluso dijo las palabras fuertes. Además, debía de haberle dicho que mantuviera las distancias con ella Manuel.Rosalía estaba sentada en su coche, con los ojos llenos de vileza mientras contemplaba la magnífica mansión de la familia Alcalá. Quería utilizar a Adela para agitar la familia Alcalá, viviendo una vida sin paz. Quería deshacerse de Nélida y hacer que Manuel se arrepintiera de haberla elegido, así que la echaría de casa, más tarde tendría oportunidad ella para est
Estaba sentado Hugo junto a Adela, que se puso muy serio. Era cierto que Nélida había insultado a su mujer, pero él no era sordo, y había sido su mujer quien había instigado lo que acababa de suceder. —Siéntate, si no entiendes qué es un chiste divertido, cállate —Hugo reprendió inteligentemente a su mujer.Si Caín hubiera sido sabio, habría sermoneado a Nélida por el bien de la paz en la familia, y el asunto habría terminado ahí. Pero, no quiso ser el listo: deliberadamente, estaba callado, quería ver qué más podía hacer la chica, que se había atrevido a ponerle apodos, a molestar a su padre a altas horas de la noche y a insultar abiertamente a Adela.Adela, irritada, levantando la palangana con la intención de salpicar a Nélida con el agua. Sin embargo, Nélida se había anticipado a su acción y había traído la palangana, se levantó, cogió su propia palangana purificadora de manos y salpicó a Adela en la cara con agua, también se mojó accidentalmente Hugo que estaba sentado, y ella se