Capítulo 65
Al escuchar las palabras de Pedro, todos se quedaron estupefactos por un momento.

Nadie había esperado que el contrario fuese tan arrogante, como si no les diera importancia.

—¡Joven! ¿Sabes lo que estás diciendo?

Roman apretó los dientes, y su rostro, afectado por el dolor, se tornó algo siniestro.

Incluso en una pequeña ciudad como La Ciudad de Rulia, y mucho menos en toda la provincia, él era una figura prominente.

Ahora, un simple Pedro ¿se atrevía a hablarle de esa manera?

¡Qué descaro!

—Sí, sé lo que estoy diciendo. En cambio, tú todavía no has comprendido la gravedad de la situación. ¡Nadie más que yo puede curar tu enfermedad! —dijo Pedro con frialdad.

—¡Mocoso! No pienses que sabiendo un poco de trucos callejeros, te has convertido en un médico milagroso. ¡Es mejor que te andes con cuidado mientras no me haya enfurecido! —gritó Roman.

—¡Exacto! Si no curas a mi jefe hoy, te haré pedazos —amenazó el guardaespaldas.

—¿Dejar que me convierta en un inválido? Puedes intentarl
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