Doroteo ya estaba paralizado por el miedo.

Todo su cuerpo temblaba incontrolablemente, lleno de terror.

La aparición de Félix destapó los miedos más profundos de su corazón.

Recordaba que, hace diez años, él era solo un don nadie en la Organización Abisal.

Aquella noche, al recibir la misión de exterminio, estaba lleno de entusiasmo, con el corazón ardiente, creyendo que había llegado su oportunidad de hacerse un nombre.

Pero cuando llegó al campo de batalla, se dio cuenta de lo cruel que era la realidad.

Vio con sus propios ojos cómo sus compañeros eran destrozados por espadas y cuchillos.

Vio con sus propios ojos cómo su Líder adjunto era decapitado de un solo golpe.

Vio con sus propios ojos cómo aquellos poderosos a quienes admiraba y respetaba caían como simples gallinas, muriendo al menor contacto.

Esas escenas sangrientas y terribles se convirtieron en pesadillas imborrables para toda su vida.

Cada vez que lo recordaba, no podía evitar temblar.

De hecho, esa noche, si no hubiera