Capítulo 1011
—¿Eh?

Sergio y sus dos compañeros palidecieron de repente, retrocediendo instintivamente unos pasos.

En ese momento, experimentaron una sensación de crisis mortal tan intensa que sudaban fríamente y les hormigueaba el cuero cabelludo.

No es exagerado decir que si Horacio hubiera lanzado ese golpe, aunque no hubieran muerto, habrían resultado gravemente heridos.

—Horacio, más te vale no hacer locuras. Si te atreves a levantar la mano, ¡tú también morirás! —advirtió Sergio.

—Ya soy un hombre muerto. Si puedo llevarme a tres conmigo antes de morir, creo que vale la pena —respondió Horacio con una mirada penetrante.

Al oír esto, los tres fruncieron el ceño, luciendo extremadamente tensos.

No estaban dispuestos a jugar a la ruleta rusa con este loco.

—Horacio, si no lo haces por ti, al menos piensa en tu hija —dijo de pronto Sergio, cambiando el tono de la conversación—. Así, puedo prometerte que dejaré ir a tu hija, pero tú, que has caído en la oscuridad, ¡debes morir hoy!

—¡Exacto! Solo s
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