Delicia siempre había sido la que cubría sus exorbitantes gastos mensuales. Por supuesto, él nunca la había maltratado. Fue él quien la transformó en una gata de alta alcurnia. Pero, ¿quién iba a imaginar que, una vez que ella lo dejara, su vida florecería y su carrera despegaría tan espectacularmente? Nadie sabía qué le depararía el futuro.Delicia, con un tono indiferente, preguntó: —¿Tiene algún sentido hablar de esto ahora?No quería ni mirar a Alvaro. Comunicarse con él ahora le parecía totalmente superfluo. Indudablemente, tanto Alvaro como toda la familia Jimenez no estaban acostumbrados a su ausencia. Isabel y Antonia tampoco podían adaptarse.Todos seguían tratándola como si todavía estuvieran casados, pero en realidad, ella y Alvaro ya estaban definitivamente divorciados. Ella había sido la que tomó la iniciativa. Ahora, la familia Jimenez ya no tenía derecho a tratarla así, aunque lamentablemente ellos no parecían entender la situación actual.—Ah, ¿entonces quién es signif
¿Involucrarse en estos juegos sin sentido con Yolanda? Delicia no tenía tiempo para eso. Llamó a Alejandro a través de la línea interna, y él entró rápidamente a la oficina.—¿Qué sucede? —preguntó Alejandro.—¿Hay alguna novedad del detective privado? —Delicia se refería a la investigación que habían encargado para averiguar por qué Yolanda la odiaba tanto.Mirando su reloj, Alejandro respondió: —Esperemos un poco más, debería haber noticias en un par de días.Delicia asintió. Estaba realmente interesada en descubrir el motivo detrás del odio de Yolanda hacia ella. Alejandro entendió la importancia de esta información. Yolanda había llegado a la Ciudad de México específicamente por Delicia, y era crucial desentrañar la razón detrás de esto para poder manejar cualquier situación imprevista de manera efectiva.—Los dos nuevos diseñadores llegarán en media hora para la entrevista, ¿desea entrevistarlos personalmente?—No, ve tú. —respondió Delicia. No quería involucrarse en esos detalle
—¿Por qué eres tú? —Yolanda no tenía una buena actitud hacia Antonia. Antonia, acariciando sus uñas rojas, esbozó una sonrisa burlona. —Vine a ver con qué habilidades has hechizado a Isabel.Al pensar en cómo Isabel ahora trataba a Yolanda, Antonia se sentía profundamente inquieta. ¿Qué derecho tenía esta mujer a ganarse el afecto de su madre? Todo en la familia Jimenez le pertenecía a ella: el amor de Isabel, el corazón de Alvaro.Había pensado que Yolanda era una persona honesta y sencilla, pero ahora veía que había subestimado y descuidado su presencia.Al oír las palabras de Antonia, Yolanda se tensó. —¡Yo no hice nada!—¿No? ¿De verdad?El tono de Antonia era amenazante. No iba a permitir que nadie que quisiera acercarse a Alvaro siguiera en su camino, ¡ni una sola persona!Viendo la expresión de Yolanda, Antonia sintió desdén. Al principio, Yolanda se había presentado con una actitud superior, como si fuera diferente de otras mujeres. Pero ahora, ¿en qué se diferenciaba de ell
—¿Todavía piensas enviarme al extranjero? —Yolanda preguntó con una sonrisa en sus labios.En ese momento, ella percibió claramente el miedo y la incredulidad emanando de Antonia. ¿Cómo podría Antonia creerlo? Los planes y manipulaciones que había utilizado contra Delicia en la residencia de la familia Jimenez en el pasado no eran nada comparados con esto. En ese instante, Antonia se dio cuenta de lo que realmente significaba planear contra alguien.—¡Estás loca! —Antonia soltó esas palabras, girando sobre sus tacones y saliendo de la habitación sin mirar atrás. El sonido de sus pasos sobre el suelo revelaba su estado de agitación y miedo.Escuchando los pasos alejarse, Yolanda sonrió con ironía y ferocidad. Su sonrisa, combinada con su rostro herido, daba al cuarto de hospital una atmósfera casi infernal....Antonia apenas recordaba cómo había salido del cuarto de hospital de Yolanda. Miró sus dedos, los mismos que habían tocado las heridas alrededor de los ojos de Yolanda. Las imáge
Delicia ya no tenía la paciencia ni siquiera para tratar superficialmente con Alvaro. Constantemente, daba la impresión de estar muy ocupada, formando un marcado contraste con la actitud que él había tenido hacia ella anteriormente. Alvaro nunca había mostrado tal impaciencia con ella. La licitación en curso era distinta a la anterior. En la anterior, los proyectos se evaluaban conjuntamente, pero esta vez, cada empresa debía presentar su propuesta de forma individual. En la sala de espera, Delicia y Mateo estaban sentados juntos, compartiendo un café caliente que aportaba un toque de calidez al frío invierno. Mateo, con su habitual elegancia, le ofreció a Delicia: —¿Te apetece un café?—Gracias. —respondió ella.Alvaro estaba sentado en la segunda mesa de descanso. Observando a Delicia, tan diminuta y a la vez tan poderosa como una mujer de negocios, conversando con Mateo, su expresión se ensombreció aún más. ¿Quién era Mateo realmente? Aunque nadie hablaba abiertamente de él, casi
Delicia desconocía que Carlos nunca era de los que se metían en asuntos ajenos. Con respecto a los socios comerciales, fuera quien fuera que los introdujera, raramente los veía hasta que terminaba la colaboración. Sin embargo, no solo se habían visto antes, sino que Carlos había revisado personalmente su propuesta y, de manera casi inadvertida, le había ayudado a conseguir más clientes....¡Y ahora esta licitación!Era como una batalla encubierta... ¡Una lucha sin cuartel!El terreno al lado del Jardín del Dragón era crucial para Alvaro Jimenez, eso era evidente, y toda la familia Jimenez lo observaba atentamente.Pero Delicia también estaba determinada. Independientemente de la relación del terreno con Alvaro Jimenez, ella solo tenía responsabilidades hacia su propio socio. Ahí estaba ella, tras tres noches sin dormir. Si no fuera por una gruesa capa de maquillaje, cualquiera podría notar lo pálida que estaba.Por supuesto, el resultado no decepcionó.¡Ahí estaba...!¡El resultado se
Delicia miró con desdén a los furiosos ojos de Alvaro Jimenez y dijo con desprecio: —¿Qué pasa, realmente planeas llevarme al hospital a la fuerza?—Ahora que lo pienso, parece una buena idea. —respondió Alvaro con un tono siniestro y amenazante. Delicia se quedó sin palabras ante tal afirmación.Al oír esto, su rostro se volvió pálido como la cal. Solo se escuchó a Alvaro decirle a Pablo al frente: —Conduce, vamos al hospital.—¡Alvaro Jimenez! —gritó Delicia con voz temblorosa. ¿Realmente la llevaría al hospital? Sí, sí lo haría. En esta vida, muchas cosas han cambiado, incluida la relación entre Alvaro y ella, que se ha tornado hostil y casi insoportable. En su vida anterior, habían sido sus hombres quienes la llevaron al hospital, pero en esta vida, él mismo planea llevarla, y luego... Esos recuerdos de su vida pasada seguían atormentándola, repitiéndose una y otra vez en su mente. —Si te atreves, yo... —empezó a decir ella. —No tenemos nada que ver el uno con el otro ah
Al llegar al hospital, Diego Ramírez, ya informado, llegó rápidamente, pensando que Alvaro Jimenez había encontrado realmente a un donante. Se apresuró a organizar los exámenes para Yolanda. Cuando Yolanda recibió la noticia, llamó inmediatamente a Miguel. Al enterarse de que Alvaro había llevado a Delicia al hospital, se envolvió en una sensación de triunfo malicioso. «Delicia, la oscuridad... pronto será tuya», pensó con un placer malévolo. Imaginar la futura miseria de Delicia le daba una satisfacción perversa. Sabía que Delicia no había venido voluntariamente; su orgullo no lo permitiría. Pero para Yolanda, ver a Delicia forzada a ir al hospital era una escena deliciosa. Cuanto más reacia estuviera Delicia, más sufriría. —¿Cómo se sentirá ser llevada por el hombre que amas al hospital para donar tus córneas a otra mujer? —se preguntaba Yolanda, deseando poder preguntarle a Delicia y escuchar su agonía. Pero tenía tiempo, mucho tiempo por delante. ...En la entrada del hospital