—He tenido una visita inoportuna, Evelyn me ha dado faena para rato. ¿Hay algún problema si voy directamente a tu casa? —le digo a Jared por teléfono. Es como si Evelyn tuviera un sexto sentido y le encantara joderme la vida. ¡Que pesada coño! —No pasa nada —dice, él siempre tan comprensivo. —Si no recuerdo mal, me dejé en tu armario hace tiempo un vestido color champán de la última vez que fuimos a una fiesta, es elegante, pero tu familia lo merece, ¿puedes mirar si estoy en lo cierto? —le preguntó con impaciencia. Si no está, no sé qué voy a ponerme. —Sí qué está —dice Jared después de una silenciosa pausa. —Perfecto, déjalo sobre la cama, y en cuanto llegue me cambio. —Estarás brutal con ese vestido —dice Jared—. Me acuerdo que te hacía un culo espectacular. —¡Jared! —¡¿Qué?! Mi chica tiene un buen culo, ¿por qué te avergüenza que lo presuma? —No me avergüenza. —Bien, porque a mí me encanta tu culo. Este hombre no tiene remedio. Es un ex
La cabeza me va a estallar, es como si hubieran pasado sobre mí diez caballos de carreras. Pero eso no es lo importante, no, nada que ver. Chloë me odia. Evelyn no ha podido caer más bajo. Y yo, yo estoy destrozado. Después del numerito de mi ex, he intentado hablar con Chloë, le he escrito mil mensajes, y dos mil llamadas perdidas, y nada, no hay manera de que me conteste. ¿Puedo culparla? No, la única culpable aquí, es la loca de Evelyn. Y lo peor de todo, es que no puedo demostrar que me drogara. Al parecer la Escopolamina, o Burundanga, es una droga que desparece del organismo a las pocas horas, y no deja rastro. Y tampoco puedo recordar nada de esa noche, solo que llegó a mi casa y luego mis recuerdos desaparecen. No sé qué hizo mientras yo estaba inconsciente, ni como logró que hiciera lo que ella quería. Solo sé que esa maldita loca, consiguió lo que quería. Separarme de Chloë. —No quiere hablar conmigo, y ni siquiera he podido verla —l
—¿Qué estás haciendo? Emborracharme, ¿es qué no lo ve? Susan me mira con expresión preocupada mientras yo me bebo la enésima botella de cerveza en un bareto del Soho. Jared Levi me ha obligado a hacerlo. Jared Levi es el culpable de todas mis desdichas. Él, y la desagraciada de Evelyn Donovan. En qué momento decidí optar al puesto de asistente de la gerente de recursos humanos. Esos dos solo han hecho que joderme la vida. Con lo tranquila que estaba yo follándome a tíos sin compromiso siempre que quería, sin tener que preocuparme por si estos me hacían daño o si me romperían el corazón. Nunca más volveré a confiar en un hombre, jamás dejaré que se acerquen lo suficiente para llegar hasta mi corazón y destrozarlo en mil pedazos. Hacía más de diez años que no tomaba ni una sola gota de alcohol, y Jared Levi ha hecho que vuelva a recaer. Otra regla auto-impuesta que ha hecho que rompa. —Creía que no tomabas alcohol —dice ella cerrando los ojos. —Y no lo hacía. Dale las gracias a
¡Estás muerto para mí!! Esas cuatro palabras me han destrozado. Sabía que Chloë estaba enfadada, pero no que me odiara tanto. Además, por algo de lo que yo no soy responsable. —Jared cariño, no te esperaba. Cojo a Evelyn por el codo, y la encaro. —Eres la peor persona que conozco, sabía que eras una zorra, pero no que fueras una hija de puta —escupo. —Me haces daño, suéltame. —¿Yo te hago daño? ¿Y qué hay del daño que me has hecho tú a mí? —le digo con furia—. Me has destrozado la vida. —Esa mujer no te merecía, te he hecho un favor. —Esa mujer, es mucho mejor que tú y que yo juntos, te da mil vueltas. —¿Y donde está? Si tan maravillosa es, ¿cómo es que no está contigo ahora? Esto ya es el colmo. Ella es la culpable de esto que está pasando, y tiene el valor de insinuar que Chloë me ha dejado sin que ella tenga nada que ver. Está realmente loca. —Eres una miserable. —Yo te quiero, Jared, y ella se metió entre nosotros. —¿Pero tú te oyes? Ya no estábamos juntos
Una semana después... —Chloë, ¿puedes echarme una mano con el postre? Alice, la madrastra de Jared, pone delante de mí una bandeja con pastelitos. —Claro, ¿llevo algo más? —No, esto otro lo llevo yo, solo falta el vino dulce, y eso es cosa de tu prometido. Mi prometido, que bien suena eso. Después de arreglar las cosas con Jared, fuimos directamente a casa de sus padres, y me lo pidió allí mismo, en eso momento. No quiso esperar más para pedírmelo. Y yo por supuesto. Acepté. Ahora hemos pasado al siguiente nivel. Quién me lo iba a decir a mí, ¿verdad? —Ya estoy aquí —dice Jared pasando por mi lado, y me da un pico. —Hola cariño. —Hola chiquitina. Como me gusta ese mote cariñoso con el que me nombra. Ya casi nunca me llama por mi nombre. Después de yo dejar la bandeja sobre la mesa, y él el vino, me coge por la cintura y me atrae hacia su musculoso y duro cuerpo. ¿He dicho ya que mi prometido está buenísimo? —Después de comer tengo la reunión con Evelyn —me informa. Lle
—¡Ha sido increíble! —dice totalmente desmadejada sobre la cama. —Dios, nunca me he corrido de esa manera. Sonríe por mis palabras, e inmediatamente se tapa la cara con la sábana. ¿Vergüenza? ¿A estas alturas del libro? —¿Qué ocurre, chiqui? —le pregunto. —No has usado condón. —¿Y? Se destapa la cara y me mira con los ojos como platos. —¿Cómo que y? ¿Tú sabes lo que eso significa? No me estoy tomando ningún método anticonceptivo, Jared. —Repito, ¿y? —no entiendo a qué tiene miedo. De hecho, no me importaría tener a un pequeño, o pequeña, corriendo por aquí. Quiero ser padre, y sé que ella también porque una vez me lo dijo, ¿entonces? ¿Qué le preocupa? —Es muy pronto para eso, ¿no crees? —pregunta levantándose de la cama y recogiendo su ropa del suelo para vestirse—. Aún no estamos casados. —¿Es por eso que estás asustada? —No estoy asustada, y no soy tan antigua como crees, no me preocupa no estar casada antes de tener hijos, ese no es el p
Por la mañana me despierto sola en nuestra cama. Jared no está. No recuerdo haberme quedado dormida anoche. Solo sé, que estaba esperando a que volviese, pero imagino que al final me quedé dormida esperándolo. Le llamo al móvil y este está apagado. Qué raro. Tal vez volvió anoche y no quiso despertarme, pero no puede ser. Él me habría tapado de haber vuelto, ¿no? Empiezo a preocuparme. Me levanto de la cama, y recorro la casa buscándolo. Tampoco está. Decido entonces llamar a su padres y contarles la situación. —Había quedado con Evelyn para cerrar la sociedad, pero no sé nada de él desde entonces —le digo a su padre. —¿Le has llamado? —Lo tiene apagado. ¿Y si esa loca le ha hecho algo? —No nos pongamos en lo peor, Chloë, déjame hacer unas llamadas —me dice y cuelga. Ni siquiera se ha despedido, esto no pinta nada bien. ¡Otra vez no! —Por favor, que no le haya pasado nada —rezo en voz alta. Una hora más tarde. Llaman a la puerta.
Definitivamente está loca de atar. ¿Embarazada? ¡Ja! —¿De qué estás hablado? —Vamos a tener un hijo, amor, un bebé nuestro —me dice acariciando mi mejilla. —Eso no es posible Evelyn. Frunce el ceño, y por un momento creo que va a golpearme, en cambio, sonríe y se da la vuelta. Camina hasta una silla y la coge para acercarla. —Es posible, y es lo que va a ocurrir en nueve meses. Y si todo va bien, nacerá en abril del año que viene —dice del todo convencida—. Y espero que sea un niño, grande y fuerte como su padre. Mete su mano en el bolsillo, y saca una caja de terciopelo rojo. Al abrirla veo que contiene uno de esos test de embarazo con dos rayas rosas. ¡No puede ser! —¿De dónde has sacado eso? ¿Donde lo has comprado? —En la farmacia, ¿donde sino? Me lo he hecho esta mañana, estaba convencida de que saldría positivo, y como puedes ver —lo saca y me lo pone delante de la cara para que lo vea con mis propios ojos—. Estamos embarazados. —Evelyn tú y yo no...