Capítulo 8.

Me lavo las manos como me indico el señor Juan, me las seco, recojo la libreta que esta encima de barra y de paso al segundo piso, me doy una miradita en el espejo que está cerca de las escaleras para ver que no tenga crema en la cara, o en la ropa y que este bien peinada ya que la presentación de una mujer cuenta mucho así sea para vender un confite.

Cuando voy subiendo las escaleras siento que los hombres están en una conversación un tanto acalorada, por que de tanto que hablan ni se entiende que es lo que discuten.

Voy entretenida en mis pasos cuando siento que un muro choca conmigo, pero cuando estoy por caer cierro los ojos esperando el golpazo en mi lindo trasero, pero este nunca llega, solo siento que soy jalada de las manos, me estabilizan y en esta acción siento una fuerte descarga por todo mi cuerpo, pero solamente es por un segundo, es la primera vez que siento algo así. estoy aliviada de no haber rodado escaleras abajo o haber terminado con un chichón en la cabeza por darme duro contra el muro, voy abriendo mis ojitos lentamente y poder darle las gracias a la persona que me ayudo, no hay nadie en mi campo de visión, pero la mayoría de los hombres del grupo de empresarios que están en la mesa me están mirando y tienen una mirada de asombro y la verdad no sé qué pasa.

Mi mirada se clava en el único hombre que no me mira, es como si me estuviera ignorando y no sé por qué. parezco más invisible que un fantasma para que hermoso hombre, porque, si está bien rico parece un chocolatito bien envuelto, de esos que provocar probar de a pedacitos.

Sacudo mi cabeza, señor saca esos pensamientos de mi linda cabecita, debe ser el cambio de cuidad que me está haciendo ver cosas donde no las hay.

Coloco mi mejor sonrisa y me acerco y digo muy buenas tardes caballeros mi nombre es Roxana el día de hoy seré la encargada de tomar sus pedidos, así que no duden en decir que es lo que desean y con mucho gusto los atenderé.

Cuando termino de decir mi presentación siento una mirada muy penetrando recorro de manera rápida toda la mesa y me doy cuenta de que dicha mirada le corresponde a un hombre un tanto mayor para mi gusto, me mira de una manera nada agradable y me genera es asco y siento sucia la manera en la que me mira, siento unas inmensas ganas de vomitar, pero trato de disimular lo más que pueda.

El hombre chocolatito, por fin alza la mirada y le dice a ese asqueroso hombre, que él le paga para que de soluciones y no sé qué otra cosa, y que adiciona a eso tampoco le paga para que ande mirando camareras que no se fijan por donde andan y que aparte de eso no saben dar las gracias cuando recibe ayuda.

Hay caigo en cuenta que fue el hombre que me ayudo hace unos minutos e impidió que saliera rodando por esas escaleras.

Que pena señor, pero yo si se dar las gracias, solo que cuando.

Ni me dejo terminar lo que tenía por decir, ya que me cayo la boca en cuestión de segundos y diciéndome que él en ningún momento me había dicho que hablara y mucho menos me estaba preguntando algo, para que yo procediera a darle una respuesta cuando él no la está pidiendo que mejor, realice mi trabajo como es debido y que lo mejor que puedo hacer es que es que les tome la orden de lo que ellos desean y que deje de perder mi tiempo y que no los haga perder el de ellos.

Así que no le responde de nuevo lo miro como un culito, aunque hay que decir que es un culito muy rico, pero lo que tiene de bueno lo tiene de engreído.

Procedo a tomar la orden de cada uno de ellos y les informo que en unos diez a quince minutos estaré de vuelta con sus pedidos y por si llegan a requerir algo más que no duden en pedirlo.

Con permiso y ninguno de esos hombres responde, manada animales, pueden estar más buenos que el pan con chocolate, pero eso no les quita lo grosero que han sido, sobre todo el hombre chocolatito y el buñuelo andante. Que tiene la mira más sucia que el carro de la basura.

Estoy en la cocina preparando cada uno de los pedidos que solicitaron ese grupo de empresarios y mientras voy preparando las cosas yo misma, para no molestar a nadie más, porque sé que andan colgados con tantos clientes que hay esperando, también voy sacando el diablo que llevo adentro cuando no me dejan expresar lo que llevo por dentro. Ya bastante me toca aguantar en casa de mi tío los malos tratos, en todos los sentidos de esas mujeres, para que me toque acá en el trabajo también.

Compañero de Trabajo: Hola Hermosa, que es lo que tanto estas renegando ahí solita.

Nada nene, acá hablando un poco sola mientras termino de preparar estos pedidos para los clientes del segundo piso.

Compañero de Trabajo: te tocaron eso clientecitos, que cuando entraron nos miraron a todos como si ellos fueran los reyes del mundo y con unas caras de amargados que no se sabia si eran personas u ogros.

¡Si esos mismos!

Compañero de Trabajo: pues te deseo mucha suerte y, por cierto, el señor Juan dice que le lleves un poco del postre nuevo para que degusten ellos también, y yo también debo aprovechar porqué ya se están acabando y ni los he probado y tus postres te salen divinos y deliciosos.

Gracias nene eso hare, les subiré un poco para ver si se les quita lo amargados.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo