Camila, preocupada por cómo los demás empleados percibirían la insistencia de David en contactarla, gruñó en aprobación y abandonó rápidamente el edificio de oficinas para dirigirse a la cafetería de al lado.

David la siguió adentro.

—Un café con leche y un chocolate caliente, gracias —le dijo sin siquiera mirar el menú al camarero que se acercaba a su mesa.

Ella recuerda lo que me gusta.

Camila miró a David desde el otro lado de la mesa sin decir palabra.

Pronto llegó el café. El vapor aromático que emanaba de las tazas llenaba el aire entre ellos.

Camila tomó un sorbo y se reclinó.

—Diga lo que quieras decir, señor Langley.

—Me enteré de que el tío Jeremy creó un Departamento de Reguladores y te nombró su directora —dijo David con el ceño fruncido—. No deberías aceptar el trabajo porque no es algo bueno.

Camila se rió entre dientes.

—¿Estás demostrando preocupación por mí?

David me llenaba de palabras dulces antes de nuestro divorcio. ¿Por qué se preocupa por m