305

305: confusión interior.

Hada frunció los labios, tratando de encontrar las palabras adecuadas ante la preocupación que sentía Edwin por ella.

—Estoy bien, Edwin.

Ella estaba cansada y no quería darle explicaciones.

El sol había salido, pero el aire seguía húmedo y frío. Edwin envolvió a Hada en su abrigo y la sacó del cementerio.

—Podemos hablar de ello en otro momento. Volvamos a casa —dijo él.

Hada olió el olor familiar a almizcle de su abrigo. El corazón le dio un vuelco, pero no dijo nada.

El coche aceleró todo el camino hasta llegar a la residencia de Edwin.

Colgó su abrigo en el perchero cuando cruzaron el umbral.

—Ve a darte una ducha caliente. Veré si puedo prepararte un poco de risotto —le dijo suavemente Edwin.

Luego se rascó la cabeza y murmuró para sí mismo:

—Nunca he hecho risotto antes, pero no puede ser tan difícil...

Nunca había cocinado para nadie antes.

Hada quería reír, pero se sentía fatal por la ansiedad que remolinaba en su interior en ese momento.

—Edwin —gritó
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