—¿Qué pasa, Annie? —pregunta Júpiter al entrar a la habitación.Annie ignora la pregunta y continúa sacando la ropa del clóset, acomodándola en la maleta.Júpiter se acerca, toma su mano con suavidad y la obliga a detenerse. Sus miradas se cruzan. Ella percibe el miedo en sus ojos.—Dime, ¿qué está ocurriendo? Tú no eres de las que huyen como un ratoncito asustado al ver al gato.—Tuve una visión… Esa mujer… ella asesinaba a mi hija y a Arón. Traté de ignorarla, pensé que estaba lejos y que simplemente estaba sugestionada… No había querido darle importancia… Pero ahora Raiza está aquí, a unos cuantos kilómetros de distancia… Sencillamente no puedo arriesgarme a perderlos —dice con la voz entrecortada, mientras las lágrimas descienden por sus mejillas y su cuerpo se estremece.—Eso nunca pasará —le asegura Júp, abrazándola con fuerza, transmitiéndole toda su confianza.Arón no puede quedarse inmóvil, esperando una respuesta. Cuando la ve alejarse, siente que el aire le falta y, sin pen
—Déjame bajar y averiguar qué sucede. Mientras tanto, descansa y cuida de mi cachorra —murmura el Alfa, sellando sus palabras con un beso suave en los labios de Annie.—Lobito, esto lo enfrentamos juntos. No me dejes fuera —protesta ella, sujetando su mano.Arón sonríe y la abraza para emprender el camino.—Annie —Júpiter la sujeta del brazo para detener sus pasos—, deja que él se adelante. Nosotras buscaremos un lugar para observar el espectáculo. Te aseguro que tendremos una vista perfecta para planear el contraataque sin estar en el ojo del huracán.—¿Tan grave está la situación? —pregunta Annie, con el ceño fruncido y llena de curiosidad.—Sí, mi pobre Ojitos Lindos está atrapado en medio de esa jauría de lobos desquiciados. Deja que el Alfa baje y ponga orden.Annie exhala con frustración antes de mirar a Arón.—Lobito, ve. Yo estaré aquí. Pero ten cuidado —susurra antes de darle un beso apasionado.—¿Dónde estarán? —pregunta Arón, mirando a ambas mujeres con preocupación.—En tu
—Señores, gracias por tan sinceras felicitaciones —dice Arón, con ironía evidente en su tono de voz—. Ahora, me gustaría saber a qué se debe esta amable visita, ya que no los esperaba.—Alfa supremo, estábamos preocupados por usted, ya que no nos respondía las llamadas. Y, ante el incidente con la manada Luna Creciente… llegamos a pensar que se estaba ocultando para no darnos las debidas explicaciones de lo ocurrido… —expresa uno de los miembros del concejo con total alevosía, olvidando a quien le habla.Arón, a tomado la decisión de no interrumpir las idioteces que dicen, los dejara que hablen, pero sus palabras tendrán precio, tal vez no ahora…—Después de haber tomado la ley en sus manos, sin consultarnos ni siquiera en forma simbólica, como si el resto del consejo fuera irrelevante... —continúa el hombre mayor, su voz desafiante. Asume que su cabello canoso, le da el derecho de hablarle así al Rey. Mantiene el porte imponente, su rostro delineado de arrugas del paso implacable d
—Lobito, no cedas en eso —ordena Annie con firmeza, sus ojos brillando con travesura.—Potra, pero sería la oportunidad perfecta para alejarme de esa mujer. No me veo durmiendo junto a ella —replica Arón, frunciendo el ceño con incomodidad.—Ni lo sueñes. Eso jamás pasará —contesta Annie con un tono cortante, dejando clara su postura.—Tío, lo siento, pero no puedo complacerte. Mi cachorro es mi prioridad, y no hay nada ni nadie que me aleje de él —dice Arón con una sonrisa helada, su mirada fija y penetrante taladrando a Octavio.—Cuñado, ya basta —interviene Virginia con suavidad. Su mano se posa en el brazo del hombre, ejerciendo una ligera presión para calmarlo—. Mañana, ante la diosa Luna y las manadas, serán oficialmente pareja. Es natural que él quiera estar cerca de su Luna.Octavio acepta su derrota y asiente, pero debe pensar en algo rápidamente. No puede permitir que Vanessa esté cerca de Arón; si él detecta el olor del cachorro, todo se vendrá abajo.—Ven, acompáñame por u
Octavio sale al patio encendiendo un tabaco con manos temblorosas. El clic del encendedor rompe el silencio denso del lugar. Traga una bocanada de humo que arde en su garganta, tratando de sofocar el enojo que le quema la sangre como fuego líquido. Pero no lo logra. No cuando, desde la cocina, se cuela el sonido áspero de un gruñido que le eriza hasta la nuca. Su mandíbula se tensa hasta doler, los músculos crispados y la piel electrificada por una furia que apenas contiene. Una corriente de rabia le sube por la columna, y sin pensarlo, arranca el tabaco de sus labios y lo aplasta con violencia contra la tierra húmeda de una maceta cercana, extinguiendo su llama como si fuera el cuello de quien lo irrita. Gira sobre sus talones con un movimiento felino, los ojos encendidos, la respiración agitada. Entra a la casa como un vendaval, el eco de sus pisadas golpeando con dureza el reluciente mármol bajo sus pies, como un anuncio de tormenta inminente. Al llegar a la cocina, su mirada
—¡Esa mujer… te está engañando! ¡No puede ser tu Luna, Arón! ¡Tú aceptaste unirte a Vanessa! —gruñe, fuera de sí, señalando a Annie con el dedo como si fuera una traidora, con los ojos destilando fuego y el cuerpo entero temblando de indignación.Arón examina a su madre… y no la reconoce. Esa no es la mujer que siempre lo enorgullecía. Su mandíbula está apretada con tanta fuerza que parece a punto de quebrarse, las venas del cuello laten con violencia, y sus ojos, encendidos de ira, no se apartan de ella.No puede reconocerla. Desde que tiene memoria, su madre ha sido fuerte, dominante, incluso intimidante, pero jamás había cruzado una línea tan sagrada. Ahora está dispuesta a destruir lo que para todo lobo es inviolable.Primero fue el embarazo de una Loba sin su autorización: una puñalada directa a su orgullo y a su autoridad como Alfa.Luego, la insistencia por obligarlo a unirse con una mujer que no conoce, que no desea a su lado. Pero esto… esto es lo peor: pretender que rompa el
—¡Ustedes han enloquecido! —Salvador se levanta de un salto, como si un resorte lo hubiera disparado. El rostro se le enciende de indignación, los ojos desorbitados—. ¡No voy a hacer eso! —da un paso al frente, luego se desplaza de un lado a otro por la habitación, agitado, con las manos temblorosas y los labios apretados, mientras lanza miradas a todos, buscando una explicación lógica, una rendija de cordura en medio de ese delirio colectivo.Su expresión lo dice todo: está confundido, asustado, preocupado. Se ve al borde del colapso ante la idea de fallar.—¿Por qué yo?—¿De verdad quieres que te lo digamos? —salta Júpiter con tono desafiante, levantándose del sillón como un felino a punto de lanzarse, cruzando los brazos con firmeza sobre la cintura.Annie le lanza una mirada rápida, filosa, como una orden silenciosa para que se detenga. Ella se adelanta, toma el control con esa calma suya que puede ser más efectiva que un grito.—Tíito —dice Annie, con voz suave, casi melosa, pero
Mientras en otro lugar.—No has aprendido nada, estúpida. Aquí no están en juego pelar unas putas cebollas.La chica se estremece; sin darse cuenta, su cuerpo tiembla y suda ante el temor. Ese hombre que tiene frente a ella es uno de aquellos que la atormentan en sus sueños.Sus ojos rojos como los de una serpiente venenosa, su aura aterradora.Odia a su padre. ¿Por qué tenía que firmar un pacto de sangre? ¿Por qué ella tiene que hacer parte de ello?—Si te dicen “salta”, saltas… No agotes mi paciencia, no te comportes de manera tan impertinente con Virginia. Ella es importante para Arón, y así como te permitió ostentar el título de “futura Luna” —hace comillas con sus manos mientras le da una sonrisa burlona—, también puede hacer que lo pierdas —advierte Octavio con la voz cargada de reproche.Debe obtener el valor para hablar… no puede dejar sus planes al descubierto… Es mejor recibir una bofetada… unos cuantos azotes que continuar en lo mismo.—Yo tan solo estaba interpretando el p