CAPÍTULO 80. Una leona y su presaLos murmullos se levantaron en aquella sala de juntas, las imprecaciones y el miedo, porque aquella era una declaración terrible. El único que ni siquiera se movió fue Scott, porque ya estaba bastante seguro de que algo como eso iba a suceder.El Grupo HHE tenía seis accionistas menores, más Alberto, que contaba con el catorce por ciento de la empresa y era el tercer mayor accionista, después de Scott y ahora, por supuesto, Alejandra.—!Pero ¿qué está diciendo?! —exclamó otro de los accionistas—. ¿¡Cómo que va a arruinar la empresa!?Alejandra se echó atrás en su asiento y cruzó las piernas.—Déjenme explicarles. Hay dos exesposos míos en esta sala. El señor Alberto Mejía, mi primer esposo, que trató de matarme saboteando uno de mis autos. Y el señor Scott Hamilton, que lamenta profundamente la poca habilidad para asesinar del señor Mejía.—¡Alejandra...! —intentó levantarse Alberto pero ella golpeó sobre la mesa violentamente con la palma de las mano
CAPÍTULO 81. ¿¡Cómo sabes del audio!?Así que aquello solo se detuvo cuando Alejandra le metió a la fuerza el acta de divorcio en la boca a Alberto y gruñó limpiándose las manos.Alberto Mejía se levantó, escupiendo el papel con sangre, pero apenas dio un paso cuando Scott volvió a hacerle de tope.—Ni se te ocurra acercarte a ella —lo amenazó.—¿¡Pero a ti qué diablos te pasa, imbécil!? —le gritó Alberto desquiciado—. ¿¡Por qué la sigues protegiendo después de todo lo que te hizo!? ¿¡No te bastó con que te pusiera los cuernos con el médico!? ¿¡Que no la oíste todo lo que le dijo de que te quería arruinar!?Aquel puño cerrado de Scott se quedó en el aire, ni siquiera se movió cuando escuchó aquello y las únicas palabras que le llegaron a la cabeza eran las de Alejandra el día que la había echado de su vida."¡Es una trampa!""¡Es una trampa!""¡Es una trampa!""¡Es una trampa!""¡Es una trampa!"Sus ojos se tropezaron con los de la muchacha y la vio sonreír con condescendencia.—Bas..
CAPÍTULO 82. Vas a perderlo todoScott estaba furioso, tan furioso que trataba de gritar más alto y no podía. Sentía un dolor tan hondo, tan grande, como si un animal le estuviera royendo el pecho desde dentro. Las manos le temblaban, sus pies no se movían de lugar y frente a él solo estaba Alejandra. Lloraba, o eso parecía, pero aunque sus labios no se movían Scott podía escuchar perfectamente todas aquellas dolorosas palabras."¡Yo jamás he querido lastimarte!""¡Yo también me enamoré de ti!""¡...por más que me duela estoy dispuesta a olvidar todo, a dejarlo todo, solo porque no puedo lastimarte...!""¡Te quiero, Scott!""¡Te quiero más de lo que jamás podrías imaginar!""¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo!""¡Yo no dije eso!""¡No estaba hablando de ti! ¡Jamás hablaría así de ti!""¡Eso está editado!""¡Eso está editado y tú...! Lo creíste..."Y Scott respondió.No quería hacerlo, pero no pudo evitar que aquellas palabras salieran de su boca:"¡Fue una pena que Alberto fallara!"¡No, no, n
CAPÍTULO 83. El hombre de mis pesadillasLe dio la espalda y se dirigió a la puerta, pero antes de que la alcanzara siquiera, Scott salvó el espacio que los separaba y la tomó del brazo, deteniéndola.—Ale... —El corazón le latía desbocado en el pecho y solo había algo en lo que podía pensar—. Alberto, él sabía sobre el audio —murmuró.—Me di cuenta.—Tú me dijiste que eso estaba editado, y si él sabía... ¡si él sabía entonces...!—Eso ya no me importa —sentenció Alejandra con cansancio.—¡Pero a mí sí! —gruñó él—. ¡A mí sí me importa! Porque si ese audio lo editaron y yo... ¡Y si él nos separó...!—Entonces me hizo un favor. Si Alberto fue quien nos separó, entonces me hizo el único favor su vida —dijo ella con tono suave. Durante un segundo sus ojos se humedecieron pero ni una lágrima llegó a caer—. Después del accidente el mundo se convirtió en un lugar demasiado oscuro para mí, hasta que tú llegaste. —Scott sintió cómo el corazón se le estrujaba con aquellas palabras—. Pero en un
CAPÍTULO 84. La verdadNecesitaba que alguien lo golpeara. Scott necesitaba que alguien definitivamente lo golpeara porque estaba aturdido y petrificado antes las infinitas y terribles posibilidades de las dos simples palabras: Grabación Original.Por suerte esa persona fue Daniel, que tiró de su manga con fuerza, pero Scott no salió de allí sin meter del nuevo el disco en el sobre y largarse con todos los documentos.Condujo rápidamente hacia la empresa y se detuvo solo el tiempo suficiente como para que Daniel se bajara.—Espera. ¡Scott! ¿¡Qué vas a hacer!? ¡No hagas ninguna tontería! —trató de detenerlo el abogado, pero antes de que hubiera terminado de pronunciar la primera palabra ya el auto se alejaba velozmente de allí.Scott se dirigió a su casa y al llegar se encerró en su estudio, buscó entre sus antiguas computadoras alguna que tuviera cómo reproducir aquel disco y se sentó frente a ella con gesto ansioso.Tenía que escuchar las palabras grabadas allí para saber la verdad d
CAPÍTULO 85. ¿Es mi hija?Alejandra caminó despacio hacia él y tomó el disco.—¿De dónde sacaste esto? —preguntó con curiosidad.—Del detective privado que...—¿Me hiciste vigilar por un detective? —lo increpó Alejandra y Scott se puso más lívido si es que eso era posible.—¡No! Bueno... sí. Cuando pasó lo de Alberto en la fiesta quise saber si era verdad, y le pedí a un detective que te investigara... ¡Él fue quien me dio el audio y hasta hoy no supe que...! —Scott se sentía tan estúpido que ni siquiera podía decirlo—. ¡Él fue quien me entregó el audio... y hoy encontré esto, y lo escuché y tenía...! ¡Maldición, tiene el audio original, la verdadera conversación que tuviste con Howard!—Es una jodida ironía —murmuró ella—. Tú mismo contrataste al tipo que te engañó y encima hasta le pagaste por hacerlo. —Alejandra miró aquel disco con una tristeza infinita y se lo devolvió—. Esto ya no me interesa. Lo que pasó ya no me importa, porque no podemos cambiarlo. Solo quiero irme de aquí, y
CAPÍTULO 86. Paternidad—¿Alejandra, es mi hija? —Pero si Scott Hamilton sentía un dolor sordo en el pecho nada más de imaginarlo, solo se hizo peor cuando vio a Alejandra abrazar a aquella nena como si fuera lo único que tenía en la vida y negar.—No lo sé... —murmuró ella mirándolo a los ojos, mientras los suyos se humedecían y apretaba los labios con una expresión de dolor y agotamiento. No tenía caso mentirle—. No lo sé... porque tampoco sé qué fue lo que pasó con Howard... —Se le atoró la voz en la garganta y Scott sintió que su corazón se hacía pedazos—. No sé quién es el padre de Mar, esa es la verdad.Scott ni siquiera sabía qué decirle. Ese dolor y esa vulnerabilidad que veía en sus ojos lo hacían temblar, sobre todo cuando vio que la nena se colgaba de su cuello con sus pequeñas manitas y escondía la carita sobre su hombro.Scott habría dado cualquier cosa porque fuera suya.—¿Podemos... podemos hacerle una prueba de paternidad? —preguntó él con tristeza—. Sé que no tengo de
CAPÍTULO 87. No necesito pruebas para eso—Tendrías que verla, abuelo. Es la criatura más linda del mundo.—¿Se parece a ti? —preguntó el abuelo con una sonrisa.—No, no se parece a nadie más que a Alejandra, pero eso es bueno porque Alejandra es hermosa, ¿verdad? —susurró Scott con la garganta cerrada por las lágrimas—. Y puede ser mía, abuelo. ¿Te imaginas?—Pues yo pensé que ya lo era —el abuelo se encogió de hombros.—Yo quiero que lo sea. De verdad quiero que lo sea —respondió Scott.—Entonces ya está. Es tuya —sonrió el abuelo Gerard como si no necesitara más pruebas que esa—. Pero que sea tuya, Scott, no cambia lo que está pasando. No significa que Alejandra vaya a aceptarte de nuevo.Él asintió, pensativo, el abuelo tenía razón: estaba inmerso en un caos de conspiraciones y mentiras y solo él podía cambiar eso.Dos días después llegó de nuevo al Waldorf en una de las camionetas de la casa.—Pensé... pensé que a lo mejor no querías caminar —dijo él, solícito, y Alejandra negó.