UGPEM. CAPITULO 71. ¡Dime que eso no es cierto!El general se pasó una mano temblorosa por los ojos antes de mirar fijamente aquella fotografía y tragarse el nudo que se había formado en su garganta.—¿Cómo pudiste...? ¡Eres un maldito monstruo! —siseó.—Eso es lo que la guerra nos hace a todos. No hay inocencia que sobreviva más allá del campo de batalla —replicó Alcott—. Maxine Jhonson ya no es más un activo tuyo y menos uno que puedas usar contra mí. Si sigues con la investigación por esos misiles, te juro que lo único que te espera es una sentencia de muerte.Morrison no podía soportar aquella mirada de odio e impotencia que acompañaba aquellas palabras.—No será así —sentenció el general con un tono sereno—. Yo no permitiré que te salgas con la tuya. No importa lo que hayas hecho ni lo que estés dispuesto a hacer para evitarlo: te perseguiré hasta las últimas consecuencias si es necesario, y juro que tendrás lo que te mereces. ¡Enfermera! —gritó agarrando la foto que estaba sobre
UGPEM. CAPITULO 72. Una pesadilla"La entregó para que la mataran".Aquella frase retumbó en los oídos de Liam como una sentencia, y quizás no la hubiera creído si no hubiera visto aquella fatídica foto encima de la mesa.La mano le tembló al tratar de alcanzarla, y cuando por fin la rozó con los dedos los ojos se le llenaron de lágrimas en un instante.En la foto se veía a Max, el cuerpo inerte de Max, tan frágil y vulnerable como jamás había sido, con sus cabellos castaños hundida entre lo que parecían bolsas de basura y una mirada vacía en los ojos. Estaba cubierta de sangre. Había varias marcas de disparos sobre su pecho y su cuerpo había quedado en una posición antinatural, incómoda.Liam jadeó con desesperación, ante la terrible certeza de que aquello era real. Los recuerdos de los últimos momentos que habían pasado juntos comenzaron a bombardearle la mente sin piedad, y sintió como si el aire se le hubiera cortado. Se sentía destrozado por dentro sabiendo que Max había sufrido
UGPEM. CAPÍTULO 73. Voy a tener mi venganzaLiam abrió los ojos y se sentó en el suelo, que aparentemente era donde había quedado después de la última borrachera. Se sentía impotente e incapaz de hacer nada para cambiar el curso de su destino, pero en algún punto el odio era más poderoso que la esperanza.—No me he echado para atrás, pero no estoy en mis... mejores condiciones. Vas a tener que venir si quieres mi firma —sentenció.Al otro lado del teléfono Cassian Wolf se quedó pensativo por un momento. Por suerte o por desgracia la curiosidad también pesaba más que la sospecha y de cualquier forma ya estaba en la ciudad.—Mándame la dirección y yo llevo los papeles —declaró.Liam le mandó su ubicación por WhatsApp y trató de bañarse y recoger un poco en lo que Cassian llegaba, pero nada preparó al alemán para lo que iba a encontrarse detrás de esa puerta. El departamento estaba medio en penumbra y olía como si alguien se hubiera muerto allí.En la cocina y el salón había latas, botel
UGPEM. CAPÍTULO 74. Solo para escuchar su vozLiam miró el depósito en las seis cuentas nuevas que había hecho. Ochocientos sesenta y cuatro millones en total, lo que Cassian Wolf había pagado por sus acciones en la compañía, que lo habían convertido de un momento a otro en el accionista mayoritario de la exportadora Grissom.Una semana, era todo lo que había tardado el alemán en redirigir los barcos a su propia empresa, cambiar las licencias de puerto a su nombre y hacer exactamente lo que le había prometido a Liam que haría: destrozar aquella empresa parte por parte y venderla en pedazos.Garret Grisson estaba al borde del colapso hacía una semana, con médicos y ambulancias entrando y saliendo de la casa, pero aunque se había cansado de gritar y amenazar, no había conseguido nada. Cassian Wolf era no solo el accionista mayoritario, sino el dueño total de la empresa, y no le molestaba perder un par de cientos de millones destrozando su empresa porque al final ganaría mucho más al no
UGPEM. CAPÍTULO 75. Yo no quiero justicia...Lyon sacó una cerveza y se la ofreció mientras Liam se apoyaba en el barandal de proa y los dos bebían.—No hay muchos detalles para dar, la mataron. Gente corrupta del mismo ejército, me imagino que ella te habrá contado algo —sentenció.—Algo, pero no tenía pruebas y no estaba segura de nada, así que me imagino que tú tampoco las tienes —replicó Lyon.Él sonrió con tristeza y negó.—Es porque tampoco las estoy buscando, no quiero pruebas, ni justicia... lo que yo estoy buscando es algo muy diferente. Quiero venganza —sentenció.Lyon pasó saliva y apretó los dientes. El hombre frente a él se veía destrozado en todos los sentidos, tenía el cabello más largo y desordenado, barba descuidada y su ropa no estaba del todo limpia.—No tienes la cabeza fría como para buscar venganza, Liam.—No, no la tengo. Y por eso vine a buscarte —dijo este al ex soldado—. Porque estoy seguro de que me ayudarás. Voy a buscar a los responsables de la mue+rte de
UGPEM. CAPÍTULO 76. Sin salidaMax se despertó sobresaltada. Aquel sexto sentido que solía advertirle que estaba en peligro se sentía como una sirena, chillando en su interior. Se levantó en silencio y sacó el arma que tenía debajo de la cama, no sin antes ponerse aquel chaleco de grafeno.Cargó y rastrilló la pistola tratando de no hacer ruido y recorrió los angostos pasillos del calabozo en el más absoluto sigilo. No había nadie, sin embargo no se sentía tranquila. Se acercó a la una de las trampillas y no demoró mucho en escuchar pasos afuera. Era de noche, y en tres meses que llevaba allí nadie había estado rondando.Birsay tampoco era un pueblito con adolescentes que fueran a beber lejos de la vista de sus padres, así que eso solo podía significar una cosa: la habían encontrado.Max se apresuró a volver al calabozo principal y recoger sus cosas con rapidez mientras contenía la respiración, aunque era consciente de que quizás no escaparía sin ser vista. Tomó la bolsa que ya tenía
UGPEM. CAPÍTULO 77. “No hay nadie a esta hora”Lyon suspiró mientras le pasaba otra cerveza y ni siquiera le ofreció un par de analgésicos porque entendía que Liam necesitaba aquel dolor para sobrevivir. Estaba pagando solito sus minutos de no pensar claramente, sus instantes de darle la espalda a una mujer que lo había dado todo por él, y ahora incluso la esperanza era simplemente dolorosa.—Puedes quedarte aquí esta noche... con la única condición de que te duches, por favor —le pidió—. Mañana hablaremos.Liam intentó obedecer lo mejor que pudo y se dio una ducha en el pequeño baño del barco. Intentó dormir algo en la pequeña camita del camarote, pero el pecho le dolía demasiado, por dentro y por fuera. Aquellas palabras se repitieron en su cabeza."¿Si Max estuviera viva no habría buscado ya la forma de contactarse contigo?"—¿Y si no puede? —pensó en voz alta—. ¿Y si no puede hacerlo...?Se incorporó a pesar del dolor y alcanzó de inmediato su teléfono. Un presentimiento, no supo
CAPÍTULO 1. El dolor de la traición.Alejandra sonrió mientras saludaba amablemente a todos los invitados de su boda. Había más de quinientas personas, casi todas celebridades o gente importante de la industria chocolatera del mundo. Y era que a su modo, Alejandra Sanromán era también una celebridad.Era una rica heredera de California, y a pesar de haberse quedado huérfana a los catorce años, había crecido para ser una mujer fuerte y trabajadora. A sus veintidós años dirigía con éxito la empresa de sus padres, y acababa de casarse con el hombre que amaba.Lo tenía todo, su vida era perfecta, pero en cuanto se puso a buscar a su marido, Alberto, ni siquiera imaginaba lo pronto que aquella sensación de felicidad desaparecería.Alejandra lo buscó por toda la mansión, sin embargo se quedó petrificada al pasar frente a la habitación de su prima Claudette. Adentro se escuchaban los gemidos y jadeos característicos de dos personas teniendo sexo, y de repente su prima mencionó un nombre que