Andrea tenía sueño, sueño y frío, y solo sabía que era de noche todavía por el trocito de cielo negro que veía a través de su ventana. Pero apenas asomó la primera luz cuando la puerta de su celda se abrió. —Vamos fuera. Hora de irte —dijo la guardia y Andrea se restregó los ojos sin comprender. Za
Andrea asintió pero no preguntó más porque realmente no quería saber, y ambos cayeron en un silencio cargado de alivio. Se abrazaron con más fuerza, sabiendo que lo único que quedaba por hacer era alejarse, y Zack intentó que Andrea durmiera un poco en el camino. Faltaban todavía un par de horas pa
Al día siguiente Andrea y Zack subieron al avión con destino a Lucerna en silencio. Zack miraba por la ventanilla, con cara de pocos amigos. Andrea se sentó a su lado, observando su perfil con confusión. Quería preguntarle qué le ocurría, qué pasaba por su cabeza, pero algo en su expresión la detení
—¡Oye, nada de esto fue tu culpa! —murmuró Andrea quitándole la ropa despacio y recorriendo su piel con el dorso de los dedos con suavidad—. Nos salvaste de un infierno, a las dos. Deberías estar orgulloso de eso. ¿Pero cómo iba a estarlo si había pagado por la muerte de un hombre? Zack cerró los
—¿Todavía quieres más? Era una pregunta simple, la respuesta por otro lado, era demasiado complicada. ¿Quería más? Sí, quería todo de Zack Keller, pero también sabía que había mucho en él que necesitaba liberarse. Finalmente asintió sin palabras, incapaz de expresar lo que sentía en ese momento.
Zack se movía sin descanso tras ella, envolviéndola en un abrazo apasionado como si el tiempo no existiera para los dos, y ella sentía el mundo arder solo por verlo en aquel espejo. Estaban completamente inmersos el uno en el otro, en cada movimiento, en cada empuje, Andrea sentía nuevas sensaciones
Durante un largo minuto, un minuto infinito y terrible Andrea cerró los ojos y trató de aceptar aquello. Tenía que hacerlo, no había otra opción. Zack estaba frente a ella consumido por la culpa, estaba segura de que eso jamás lo abandonaría, porque era un buen hombre, un hombre con una conciencia b
—Haz eso... no puedo quedarme con ninguna duda, Gazca, con ninguna —murmuró. Colgó la llamada y se mesó los cabellos, sin saber que en ese mismo momento Andrea lo observaba desde un ángulo del corredor, preocupada porque sabía que aquel sería uno de los obstáculos más difíciles de atravesar para lo