Mientras conducían, Andrea miraba por la ventanilla y veía cómo el paisaje cambiaba de un lado a otro de la ciudad, hasta que finalmente llegaron al edificio donde estaba su departamento. —Tienes que cerrar los ojos —le dijo él con tono risueño—. Milo y Loan se esmeraron mucho en esto, sé que desea
—¡No debemos olvidar, que la señora Brand no tiene ninguna estabilidad! —declaró mirándola con ojos malvados—. ¡Para empezar es la amante de su jefe! ¡El mismo jefe que fue a la cárcel hace dos noches por invadir la casa de mi cliente rompiendo puertas como si...! —¡Objeción! —Se levantó Gazca—. Mi
Andrea apretó los puños y las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas en silencio. —¿Esto era lo que esperabas? —le preguntó a Zack, que miraba su teléfono con una expresión que variaba entre la rabia y la impotencia. —Honestamente no —respondió él—. Estaba esperando una amenaza, que soltara la
Era demasiado obvio a favor de quién se estaba inclinando la balanza, y ya no había motivos para que consideraran a Andrea no apta para cuidar de su hija, así que Basil Gagnon decidió jugarse su siguiente carta. —Queremos llamar a declarar a la señora Brand. Andrea respiró profundo pero sabía que
El rostro de Mason era una máscara furiosa mientras se reproducía aquel audio. —¡Objeción! —se levantó Basil—. ¡Nadie nos informó que se presentaría esta evidencia! ¡No pueden aceptarla! —La orden acaba de llegar —sonrió Gazca mostrándole al juez un documento donde los peritos confirmaban la auten
Los dos se miraron en silencio por un momento, incapaces de expresar sus sentimientos pero compartiendo aquella felicidad mientras Zack acercaba su rostro al de Andrea hasta que sus labios se encontraron en un beso. —Te quiero —susurró ella mientras se abrazaban. —Yo también te quiero —respondió Z
Zack y Andrea no habían estado juntos en su propio mundo... nunca. Hasta ese momento habían sido dos personas con las miradas de otros encima, y ahora que por fin todo había pasado y ya no sentían como si todos los estuvieran evaluando, la vida parecía simplemente maravillosa. Ya habían decidido ir
—¿Doscientos... doscientos mil...? ¿Le conseguiste un patrocinio de doscientos mil dólares anuales al niño? —exclamó Zack sin poder creerlo. —¿Es muy poquito? —¡No, es mucho para alguien a quien todavía le faltan dos años para la liga profesional! —exclamó Zack—. El primer patrocinio que yo conseg