Guillermo se sentó en el borde de la cama de Tania, observando cómo ella se acomodaba en las sábanas. La tensión en el ambiente era palpable, y aunque su mente estaba llena de pensamientos sobre Valeria, no podía ignorar la presencia de Tania, quien lo miraba con ojos llenos de expectativa.—¿Te sientes mejor? —preguntó él, intentando sonar indiferente.—Un poco, gracias. Solo necesito descansar un rato —respondió Tania, sonriendo con dulzura. —Pero, Guillermo, hay algo de lo que deberíamos hablar.Él frunció el ceño. No estaba seguro de querer escuchar lo que Tania tenía que decir, pero sabía que no podía ignorarla.—¿De qué se trata? —inquirió, cruzando los brazos.—Sobre Valeria… —comenzó Tania, con un tono de voz suave y calculadora—. Sé que la amas, pero no puedes permitir que ella te haga sentir menos. Tú no te mereces una mujer que te trate así.Guillermo se sintió incómodo. A pesar de su enojo hacia Valeria, había una parte de él que aún quería protegerla.—No te permito que h
Al día siguiente, la luz del sol se filtraba suavemente a través de las cortinas, iluminando la habitación donde Guillermo y Valeria habían compartido una noche de pasión y promesas. Valeria despertó lentamente, sintiendo el calor de Guillermo a su lado. Un suspiro de satisfacción escapó de sus labios mientras recordaba la intensidad de la noche anterior. Sin embargo, la realidad de su situación pronto la golpeó con fuerza.Con cuidado, se levantó, tratando de no despertar a Guillermo. Necesitaba un momento para reflexionar, organizar sus pensamientos y prepararse para lo que vendría. Mientras se vestía, su mente se llenó de inquietudes. “¿Cómo enfrentarían la presencia de Tania?” El mero pensamiento de que ella pudiera interponerse de nuevo en su relación le provocaba un nudo en el estómago.Guillermo despertó poco después, estirándose y sonriendo al ver a Valeria.—Buenos días —dijo con voz aún somnolienta—. ¿Cómo te sientes hoy, mi amor?—Un poco confundida —respondió ella, mordién
Valeria se acercó a la puerta con el corazón acelerado, nerviosa en vista de la molestia de Guillermo ante la visita de Javier. Al abrir la puerta, se encontró con Javier, quien la saludó con una sonrisa y un ramo de orquídeas, sus flores favoritas.—Hola, Valeria —dijo Javier, extendiendo las flores hacia ella—. Pasé por una floristería y recordé que son tus favoritas.Valeria sintió un nudo en el estómago; la belleza de las orquídeas contrastaba con la tormenta emocional que la envolvía.—Gracias, son hermosas —respondió, esforzándose por sonreír a pesar de la tristeza que la invadía—. Pero no debiste molestarte.Javier notó su expresión y, con un gesto suave, se acercó un poco más.—¿Estás bien? —Preguntó con su voz llena de preocupación—. ¿Te pasa algo, Valeria?La presión acumulada se desbordó en ese instante. Sin poder contenerse, Valeria se lanzó a los brazos de Javier y comenzó a llorar, buscando consuelo en su cercanía, ya que solo lo consideraba un amigo.—Todo es un caos —m
Valeria y Javier caminaban por el parque, disfrutando del aire fresco que los rodeaba. Javier intentaba mantener la conversación en un tono ligero, pero Valeria seguía sumida en sus pensamientos.—¿Sabes? —dijo Javier, rompiendo el silencio—. Este lugar siempre me ha parecido mágico. La tranquilidad del parque contrasta con el caos de la vida cotidiana.Valeria asintió, aunque su mente estaba distante. La imagen de Guillermo, molesto y dolido, no dejaba de rondar en su cabeza.—Tienes razón —respondió, esforzándose por esbozar una sonrisa—. Es un buen lugar para desconectarse de la realidad. Javier la observó, notando la tristeza en sus ojos. Quería ofrecerle apoyo aprovechando el momento de vulnerabilidad que tenía, estaba dispuesto a todo por ganarse su confianza y poder reconquistarla de nuevo. —Valeria, si necesitas hablar sobre lo que sientes, estoy aquí para escucharte —dijo con sinceridad.Ella lo miró, sintiendo un destello de gratitud. Sin embargo, la sombra de Guillermo si
Valeria experimentó una sensación de inquietud al observar la expresión en el rostro de Guillermo. Era evidente que algo no estaba bien, aunque la magnitud de lo que estaba a punto de desatarse era difícil de anticipar.—Guillermo, ¿qué está sucediendo? —preguntó, esforzándose por mantener la calma en su voz.Tania, que había permanecido al margen, observaba con una sonrisa contenida y, posteriormente, se acercó a Guillermo con una actitud desafiante.—Creo que me retiraré a mi habitación —anunció, sintiéndose segura de que tenía derecho a ocupar ese espacio en la mansión.Valeria, sintiendo que la tensión aumentaba, decidió ser directa con Guillermo.—¿Qué significa esto, Guillermo? Me dijiste que ibas a buscarle un lugar a Tania. ¿Cuándo se irá de esta casa?—Tania no se va a ir de aquí —respondió Guillermo con firmeza.—¿Qué? ¡Eso no fue lo que acordamos!—Lo siento, Valeria, pero Tania no está bien de salud y está esperando a mi hijo. No puedo dejarlos en la calle en esas circunst
Guillermo, con el sobre aún en sus manos, se sintió abrumado por una mezcla de ansiedad y expectativa. La tensión en el aire era palpable, y Tania, consciente de la gravedad del momento, contenía la respiración.— ¿Qué dice, Guillermo? —preguntó Tania, su voz temblorosa revelando su nerviosismo.Guillermo, tras una pausa que pareció eternidad, finalmente rompió el silencio.— Los resultados son claros, Tania. El niño es... es mío.Un suspiro de alivio escapó de los labios de Tania, aunque su expresión se tornó rápidamente en una mezcla de satisfacción y preocupación. Sabía que este resultado aseguraba su lugar en la mansión, pero también comprendía que la relación entre Guillermo y Valeria podría estar irrevocablemente dañada.— Esto cambia todo, Guillermo —afirmó Tania, intentando proyectar una imagen de confianza—. Podemos construir una familia juntos.Guillermo, sin embargo, parecía perdido en sus propios pensamientos. La revelación de la paternidad no solo traía consigo un sentido
Guillermo abrió la puerta con una mezcla de nerviosismo y determinación. La visión de Javier, parado en el umbral, lo tomó por sorpresa. —¿Qué haces tú aquí, Javier? preguntó Guillermo, tratando de mantener la calma frente a su hija Laura, quien observaba la escena con curiosidad.—Vine a buscar a Valeria, respondió Javier, con una sonrisa que delataba su triunfo.Guillermo, consumido por los celos, replicó:—Tú no tienes por qué buscar a Valeria. Ella es mi mujer.—Un momento, Guillermo, —interrumpió Valeria— con una firmeza que sorprendió a todos. ——Yo no soy tu mujer. ¿Acaso se te olvida que tu mujer es Tania y que ayer confirmaste que el hijo que espera es tuyo?Javier, sintiendo que la situación estaba a su favor, se acercó a Valeria para ayudarla con la maleta mientras decía:—Ya todo está listo, podemos irnos cuando gustes.—Pero entonces, ¿tú sabías que este hombre vendría a buscarte? Se puede saber a dónde vas. —dijo Guillermo, impotente y lleno de celos.—Eso no es tu asunt
Javier respiró hondo, intentando calmar su corazón que latía desbocado. La idea de que Valeria pudiera entrar en ese momento lo llenaba de pánico. No podía permitir que todos sus planes se destruyeran por un momento de calentura. —Tania, por favor, ¡rápido! Vístete y enciérrate en el baño, Valeria quiere entrar—susurró, mientras miraba hacia la puerta, donde Valeria seguía llamando.Tania, aún aturdida, se levantó de la cama y comenzó a buscar su ropa en el desorden de la habitación. Javier, por su parte, se acercó a la puerta y trató de mantener la calma.—Valeria, un momento, por favor. —dijo, intentando sonar despreocupado.—¿Qué pasa, Javier? —respondió Valeria desde el otro lado, su voz tensa. —¿Puedo entrar?Javier sintió que el sudor le corría por la frente. Necesitaba ganar tiempo.—Eh… estoy… estoy en la ducha. Solo dame un segundo. —mintió, mientras miraba a Tania, que finalmente había encontrado su ropa.—¿En la ducha? Bueno, pero date prisa. —dijo mientras miraba su reloj