Debido a que no podía encontrar información, Ximena tuvo que acomodar a la mujer en su casa y planeaba ir a la comisaría al día siguiente para averiguar más. Originalmente, Ximena quería asignarle una habitación a la mujer, pero parecía que no quería dormir sola y insistió en quedarse cerca de Ximena. Ximena cedió y la ayudó a limpiarse antes de dejarla dormir en su cama.
—¿Cómo te llamas?—preguntó la mujer cuando se acostaron.
Ximena respondió: —Ximena.
La mujer repitió su nombre: —Ximena...
Ximena sonrió y preguntó: —¿Y tú? ¿Recuerdas tu nombre?
—Renata Blanco—susurró la mujer con tristeza, —Solo recuerdo ese nombre.
—Ximena la consoló: —Entonces, de ahora en adelante, te llamaré Renata. No te preocupes por no recordar, poco a poco recordarás más cosas. Por ahora, siéntete cómoda aquí.
La mirada de Renata se iluminó y preguntó: —¿De verdad puedo?—Ximena asintió y dijo: —Por supuesto.
El sábado por la mañana, Ximena fue despertada por una llamada telefónica de Alejandro. Ximena respo